viernes, 26 de octubre de 2012

Sobre la relativa popularidad de Rafael Correa.

Hace poco más de un mes subí un video en el que desarrollaba las razones por las cuales, en mi opinión, Rafael Correa, había llegado a la Presidencia del Ecuador. Pero, ¿cuáles son las razones que han coadyuvado para que el Gobierno de la Involución Ciudadana se mantenga por alrededor de 6 años, a diferencia de sus inmediatos antecesores?; sobre todo considerando que el Gobierno de Correa, en algunos aspectos, se parece  a las tres administraciones anteriores, que, a través de golpes de Estado fueron expulsadas del Poder.

Efectivamente, el pueblo cansado de la mentira, el engaño, la corrupción, el nepotismo, y la violencia de los políticos enquistados en el poder, se levantó, ora contra Abdalá Bucaram en 1997, ora contra Jamil Mahuad en 2000, ora contra Lucio Gutiérrez en 2005. La tendencia social golpista iniciada en la última década del siglo XX, le dio al País cierta reputación a nivel internacional. Pero, ésta tendencia a botar gobiernos, corrompidos e ineptos, se rompió a raíz de la presidencia de Rafael Correa, que asumiendo el poder en 2006 se ha mantenido hasta el 2012. Aunque, el Gobierno de Correa tampoco ha estado libre de  los peligros del golpismo, como en el episodio bochornoso y brutal del 30 de septiembre del 2010, con la rebelión policial.

Por la forma en que se ha conducido el gobierno de Correa resulta evidente que los líderes de los llamados “socialistas bolivarianos” tenían preparada una agenda desde que iniciaron el proyecto de toma del poder; está visto que habían considerado tanto la realidad presente del País, como también los antecedentes políticos, económicos e históricos mediatos, y está claro que sobre esa base los miembros del buró principal trazaron un plan para enfrentar cualquier vicisitud que pudiera poner en riesgo su continuidad en el poder. Posiblemente detectaron, entre otros aspectos fundamentales, la necesidad indefectible de mantener altos niveles de popularidad y de aceptación en el pueblo ecuatoriano, así como también lo trascendental que resultaba el copar con miembros de Alianza País, partido de gobierno, y sus serviles aliados, si no todas, sí, las más importantes instituciones públicas, principalmente las de legislación, judiciales, las de control, y electorales, de manera que las decisiones de estos entes no afectaran las acciones u omisiones, especialmente escandalosas del Gobierno de Correa. Para eso se creó la Constitución de Montecristi, para sacramentar el fascismo bolivariano.

Una de las estrategias que Correa utilizó para ganar las elecciones del 2006 fue la de atacar duramente la corrupción y terrorismo de la anquilosada mafia política ecuatoriana. Conocedor del desprecio y repudio que la mayoría de ecuatorianos sentía tanto por la clase política tradicional conservadora y populista, como por su entorno económico y social; Correa canalizó esa indignación a favor suyo, con resultados exitosos; es decir, la gente harta de los mismos curuchupas y populistas que período tras período se turnaban en el poder, decidieron darle una oportunidad al locuaz ex ministro de economía de Alfredo Palacio. (Correa, el político, no se  creó por generación espontánea, sino que fue la punta visible del iceberg, de grupos de tendencia fascista moderada, vinculados con la católica “teología de la Liberación”).  Esa misma estrategia que le sirvió de mucho para ganar las elecciones, la ha usado para sostenerse en el poder. La corrupción de la tendencia conservadora tradicionalista, que inició el primer día en que los chapetones ecuatorianos impusieron como presidente del Ecuador al mercenario analfabeto venezolano Juan José Flores, y que se extendió hasta nuestros días, es un factor determinante a considerar si se desea entender por qué Correa a pesar de su gobierno generalmente mediocre, descaradamente incompetente y saturado de escándalos de corrupción, ha mantenido niveles de popularidad que no corresponden a la condición paupérrima de la gestión pública del fascismo bolivariano. La corrupción de aproximadamente 182 años de conservadurismo tradicionalista ha sido la excusa para soslayar, esconder o encubrir los notorios episodios de corrupción y la probada incompetencia de los burócratas de Alianza País. Siempre que ha habido un escándalo de corrupción que ha salpicado y sacudido ferozmente las estructuras mismas del Gobierno de Correa, los sátrapas y progres bolivarianos, se han apresurado con verbosidades canallescas a  menospreciar tales denuncias, tachándolas de maliciosas y tendenciosas; en lugar de explicar el por qué no se impidió determinado latrocinio o estafa, los progres bolivarianos arremeten contra quien realizó la denuncia. Vociferan que se va a investigar hasta las últimas consecuencias, porque saben perfectamente que la corrupción del sistema se encargará de garantizar la impunidad para sus camaradas polutos; además siempre se puede imputar las denuncias a las venganzas de la arcaica partidocracia, o al fundamentalismo del imperialismo capitalista. A través de artimañas groseras, como el nombramiento de “comisiones de la verdad” se han dicho verdades a medias, en tanto se encubrían certezas vergonzosas e incómodas. Tan repugnante se ha vuelto el enfrentamiento político, entre el viejo conservadurismo y la nueva partidocracia, que éste, ha adquirido el matiz de una especie de competencia espuria en la que los contrincantes se miden el largo y ancho de sus respectivos “rabos de paja”; obviamente que, 176 años de corrupción conservadora y populista son muchísimo más notorios que 6 años de fascismo bolivariano. Lo cierto es que, sin el discurso profesional, en el que se censura la corrupción de los gobiernos conservadores y populistas de antaño, Correa no podría mantener los niveles de popularidad con los que cuenta; es decir, podríamos concluir que, una de las bases sobre las que se asienta el Gobierno de la Involución Ciudadana, es el discurso demagógico en contra de la decrépita partidocracia conservadora. La incompetencia, corrupción, derroche de recursos, irresponsabilidad, y demás actos oprobiosos del Gobierno de Alianza País son imputados con absoluta ligereza a los gobiernos y dictaduras del pasado.

Por otro lado, no cabe duda que Correa tomó varias decisiones que lo volvieron popular, sobre todo al inicio de su gobierno, por ejemplo: rescindió el convenio de la base de Manta, que garantizaba el uso de aquellos recursos ecuatorianos a fuerzas armadas de otro país, en este caso, los Estados Unidos de Norteamérica, convenio firmado y ratificado por gobiernos conservadores anteriores, por cierto, sin la autorización del Congreso de la República, y sin consultar al Pueblo del Ecuador; rechazó las presiones de los grupos económicos empresariales, principalmente exportadores y financieros, es decir lo más representativo del conservadurismo tradicionalista, que le exigían, a rajatabla, la firma del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, especuló con relativo éxito en los mercados internacionales, de manera secreta, con Deuda Externa ecuatoriana, consiguiendo importantes descuentos y ahorros para el País, aunque años antes de tomada esa decisión se dio el escándalo, en el que se vio involucrado su actual canciller Patiño, filmado en un hotel céntrico de Quito conversando animadamente con especuladores  internacionales de bonos y papeles fiduciarios, hecho que quedó en la impunidad; otro aspecto que le granjeó simpatías  fue su negativa a recurrir a los organismos de crédito internacionales vinculados con el conservadurismo mundial, como el Fondo Monetario Internacional, entidad siniestra y nefasta para América Latina; aunque para buscar financiamiento vendió anticipadamente petróleo a China, en una forma de préstamo, lo demuestran los intereses que el País debe pagar por concepto de intereses, por cierto no muy frugales. Incautó, varios cientos de bienes, valores y propiedades a la banca privada que saqueó al País a finales del siglo XX. A través de estas decisiones, Correa, logró crearse una imagen relativamente diferente de las vergonzosas y siniestras caretas de los caudillos de los gobiernos anteriores que, en cambio, demostraron infame servilismo ante los enviciados intereses internos y externos; aquello, le permitió fundamentar el discurso de que era diferente a los demás políticos corrompidos que habían asolado al País.

Pero, cuando miras las tres o cuatro decisiones acertadas, correctas y necesarias tomadas por Correa, pero, entonces recuerdas los escándalos de los contratos millonarios otorgados a Fabricio Correa, hermano del presidente ecuatoriano; los nuevos hospitales y universidades promocionadas hasta el cansancio pero que no aparecen por ningún lado; los costos reales de las carreteras re-pavimentadas por las cuales los ecuatorianos pagan peaje; las descaradas declaratorias de emergencias, a través de las cuales los burócratas del Gobierno de la Involución Ciudadana se saltaron normas públicas de control interno; la represión en Macas y Dayuma, etc., etc., etc., cuando recuerdas lo anterior, inevitablemente te vienen una serie de dudas respecto de las verdaderas intenciones que motivaron a los fascistas bolivarianos a tomar las tres o cuatro decisiones acertadas que tanta popularidad le generaron. Verán, si se hace un análisis amplio, objetivo y concienzudo, puedes desarrollar algunas reflexiones que explicarían por qué se tomaron determinadas decisiones por demás necesarias, aceptables y recomendables; la clave radica en que éstas, no se tomaron por principios, o sanas creencias morales, sino, por intereses demagógicos, populistas y electoreros. A través de estas decisiones, que en realidad serían maquiavélicas, los gobiernos déspotas crean una imagen de redentores que les permiten consolidarse en el poder, y poco a poco van instaurando las medidas totalitarias con la aquiescencia y el apoyo de los propios miembros de la sociedad, que, increíblemente justifican su palurda aceptación, con el infame adagio “no importa que robe, con tal de que haga obra”, o “los otros eran peores”, y así van dejando hacer y van dejando pasar tropelías que jamás habrían tolerado a gobiernos corruptos del pasado.
   
La maquinaria publicitaria del Gobierno de Correa ha sido una de las herramientas más voraces y que más estragos ha causado en la mente del pueblo ecuatoriano. Nunca antes se había visto campañas tan repetitivas y redundantes. La publicidad fascista ha sido, sin duda, el principal mecanismo a través del cual Correa ha vendido al pueblo ecuatoriano la idea de que su gobierno es diferente al de los demás. Prácticamente se puede decir que Rafael Correa no dejó de hacer campaña electoral desde que fue ministro de Economía durante la dictadura constitucional de Alfredo Palacio hasta la fecha  que ostenta la presidencia ecuatoriana. Ha recorrido una y otra vez el oriente, la serranía, y la costa ecuatoriana promocionando lo supuestamente magnífico que es el Gobierno del socialismo bolivariano. Excusas para mítines han sobrado, “gabinetes itinerantes” les llaman, unos más costosos que otros. Pretextos no han faltado para levantar tarimas, donde emulando alternativamente a Velasco Ibarra o a Bucaram, o a ambos a la vez, donde los socialistas bolivarianos frenéticamente han cantado y bailado, a veces acompañados por pintorescos cantarines que vocalizan disolutamente la palabra “libertad”, aunque apoyen a un gobierno fascista que no cree en los derechos individuales de las personas. Tampoco han faltado las multimillonarias campañas promocionales, radiales y televisivas, en las que simultáneamente se sobredimensionan las obras de su gobierno y se idolatra su imagen al más típico estilo fascista; por supuesto también, están los sabatinos enlaces presidenciales copias de las repetitivas verborreas propagandísticas del presidente venezolano Hugo Chávez; en los cuales por alrededor de tres horas, el camarada presidente, dice lo que le viene en gana.

Pero, la publicidad gubernamental, las concentraciones políticas y el incondicionalismo de un  grupo de medios de comunicación oficialistas no solamente le han servido para crear una imagen positiva de su gobierno, sino, además, para enfrentar las arremetidas de los medios de comunicación vinculados con el sector oligárquico conservador; algunos de los cuales literalmente iniciaron una campaña opositora al gobierno de Correa, aunque contradictoriamente se califican a sí mismos como medios “libres e independientes”, cliché que repercute en su propia contra pues es notoria la animadversión que sienten fundamentalmente por Correa, particularidad que no es pasada por alto por muchos sectores de la sociedad ecuatoriana. Para enfrentar a la prensa conservadora, Correa, con el discurso de que recuperaría los dineros hurtados y estafados al pueblo ecuatoriano por los banqueros que casi destruyeron al  País durante el Gobierno del conservador Mahuad, procedió a incautar las propiedades y recursos de la banca financiera quebrada. Y en efecto así lo hizo; se incautaron cientos de empresas; entre éstas, varios canales de televisión y un periódico de cobertura nacional. Aquellos medios le sirvieron a Correa para contarle al País los supuestos triunfos de su administración, para crear opinión pública favorable al locuaz líder del fascismo bolivariano, para atacar a la partidocracia opositora a su régimen, pero fundamentalmente, para iniciar una guerra de dimes y diretes con la prensa conservadora opositora. De dicho pleito, Correa, ha salido victorioso, en parte porque la ciudadanía vincula a esos negocios de la comunicación con los grupos políticos y económicos que antaño destrozaron y saquearon el País, y también por la carencia de ética de algunos miembros de aquellos medios que literalmente se han convertido en activista políticos disfrazados de periodistas, característica que tampoco ha sido soslayada por el pueblo ecuatoriano, y que oportunistamente, ha sido explotada por Correa en su favor; hasta el punto que se podría decir que, al igual que en el caso de la partidocracia tradicionalista, la prensa conservadora se ha convertido en otro de los pilares fundamentales sobre los cuales descansa la popularidad de Rafael Correa.

Luego está el tema de la situación económica del País; no cabe duda que muchas personas han mejorado su situación económica de manera radical, sobre todo aquellos que directa o indirectamente están vinculados o relacionados con el Gobierno de Alianza País. Pero también hay quienes, disponiendo de un capital moderado, o de un negocio en marcha, gracias a la Dolarización, sí a la Dolarización tan satanizada y repudiada por Rafael Correa y sus sátrapas, han conseguido mejorar su calidad de vida y ampliar el rango de sus negocios. Esta relativa bonanza, como mencioné, se debe en gran parte a la estabilidad monetaria que garantizó la Dolarización, pero también a los cuantiosos ingresos petroleros, fruto del incremento considerable del precio del barril de petróleo a nivel internacional. Irónicamente, los dos principales aspectos positivos de la economía durante los seis años del Gobierno de la Involución Ciudadana, nada tienen que ver con las decisiones tomadas por Correa y sus sátrapas. Alguna vez le decía a un conocido que si me demostraba que Correa era el responsable del alto nivel de los precios del petróleo, Yo reconocería que Correa era un buen presidente; como es obvio el silencio fue la respuesta de aquel incauto seguidor del fascismo bolivariano. Es notorio que el Gobierno de Correa se ha imputado injustamente los éxitos, logros y ventajas ofrecidas por la Dolarización; es indudable también que los altos precios del petróleo han beneficiado a su gobierno pues, ha contado con muchísimos más recursos que varios gobiernos del pasado consolidados. La realidad de contar con más dineros por situaciones exógenas, ha sido manipulada por los fascistas bolivarianos que a través de campañas millonarias han vendido al pueblo ecuatoriano el cuento que “el actual gobierno ha invertido muchos más recursos que los gobiernos del pasado”. Campaña engañosa que también le ha servido para ganar prosélitos y mantener popularidad.

 Supuestamente recurriendo a políticas Keynesianas, Correa, con los abundantes recursos que otros gobiernos jamás tuvieron, optó por inflar el tamaño del Estado, fomentando el corporativismo burocrático, con lo cual incrementó el número de burócratas públicos y por lo mismo infló el gasto público. Ahora bien, si gastas más, debes producir más, para que la ecuación se equilibre, pues de lo contrario, te enfrentas a un serio desequilibrio macroeconómico, es decir, si aumentas el gasto corriente, pero no produces más bienes y servicios, se te viene encima la inflación, es decir suben los precios, y baja la capacidad de compra de los salarios. Esto último es lo que ha sucedido durante los seis años del Gobierno de Correa, y si no se ha producido un serio relajo ha sido por la Dolarización y por los dólares del petróleo. A pesar de contar con más de cien mil millones de  dólares ($100.000.000.000.00) durante los seis años del llamado “socialismo del siglo 21”, Correa poco o nada ha hecho para reactivar o impulsar el aparato productivo nacional, que es el que realmente genera riqueza y crea puestos de trabajo a largo plazo.

Dos de las pruebas que demuestran fehacientemente la realidad económica del País y el fracaso del Gobierno de Correa, están, por un lado, en el número creciente de los beneficiarios del bono de la miseria, cada año; y por otro, en las enormes utilidades obtenidas por la banca financiera privada; es decir, durante los años que ha gobernado el fascismo bolivariano, los pobres son más pobres y los ricos son más ricos.

Claro que siempre se puede encubrir verdades como las citadas anteriormente con campañas publicitarias demagógicas y nacionalistas; después de todo como decía el social-nacionalista Joseph  Goebbels, jefe de propaganda del nazi Adolfo Hitler: “una mentira repetida miles de veces termina volviéndose una verdad”. Sin duda que el infame demagogo sabía lo que decía. ¡Ah, si tan solo con propaganda basura se pudiese alimentar al hambriento y saciar al sediento, curar al enfermo, o vestir al harapiento!; pero, en el mundo real, las cosas no funcionan así. Mas, al final las mentiras son mentiras y tarde o temprano se descubren; pues como dicen por ahí: “más rápido cae el mentiroso que el ladrón”; aunque, ciertamente, la mentira es una forma de robo.

En fin, he ahí, algunas del razones del por qué, el locuaz líder del Gobierno de la Involución Ciudadana se ha mantenido, dentro de un rango de altibajos, con relativos niveles de popularidad. Pues bien, dadas las pruebas palmarias solo me resta decir: sean ustedes quienes saquen sus propias conclusiones.


 

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