jueves, 28 de junio de 2012

Darwinismo Social y Matrix


¿Han escuchado hablar de la WWF?, no, no me refiero a la World Wrestling Federation, convertida actualmente en la WWE; sino a la World Wildlife Fund –Fondo Mundial para la Naturaleza–. Resulta que los oligarcas internacionales, sobre todo la llamada realeza europea está detrás de estas seudo organizaciones ecologistas. Parece ser que como en unos cuantos años se terminará el petróleo, o ya no existirá en las cantidades suficientes como para permitir mantener los actuales oligopolios petroquímicos y petroindustriales, pues, la Plutocracia está mudando sus intereses a la supuesta protección del ambiente. En verdad que, cuando uno piensa que lo ha visto todo, aparece  algún zoquete con su cinismo, y lo contradice.

Entre los benefactores de la WWF se encontraría el “Principe” Felipe, “Duque de Edimburgo”. Este aristócrata británico al parecer estaría muy preocupado por la tasa de crecimiento poblacional, no hay que olvidar que ya somos más de 7.000.000.000 de habitantes y seguimos dándole y dándole. Aunque en el caso del llamado “príncipe” sus preocupaciones serían más bien dislates propios de un desquiciado demente. A tal punto llegaría el odio perverso de este personaje rimbombante que en alguna ocasión muy suelto de huesos y seguramente con absoluta insensatez y certeza habría dicho la siguiente frase: "Si tuviera la oportunidad de reencarnar en la tierra me gustaría hacerlo como un virus asesino para reducir los niveles de población humana." 
 
Saben; una cosa es sentirse asqueado o indignado por la forma infame en que la naturaleza es maltratada por el  vicio del hombre inmoral, y otra cosa muy diferente es el odio enfermizo que emana de las mentes calenturientas de algunos darwinistas sociales. Una cosa es ser un misántropo que detesta la corrompida condición humana, y otra completamente diferente, ser un vanidoso trastornado que vivió toda la vida rodeado de placeres hedonistas.

Al conocer, los deseos despistados del mencionado “Duque”, se me vino un recuerdo; una escena de la película Matrix, de los hermanos Wachoswki, protagonizada por Keanu Reeves, Laurence Fishburne y Hugo Weaving. Me refiero al momento en que Morfeo, es torturado e interrogado por Smith. El agente de la Matrix se queda solo en la habitación con su víctima y entonces luego de desconectarse del sistema le dice a Morfeo lo siguiente: “Quisiera compartir con usted una revelación que tuve durante el tiempo que he estado aquí. Vino a mí cuando traté de clasificar su especie, y me di cuenta de que ustedes realmente no son mamíferos. Todos los mamíferos de este planeta desarrollan instintivamente un equilibrio natural con el ambiente que los rodea. Pero los humanos, no. Se desplazan a un lugar y luego se multiplican, hasta que consumen todos los recursos naturales. Su única forma de sobrevivir es moverse hacia otra zona. Hay otro organismo en este planeta que sigue el mismo patrón. ¿Sabe cuál es? El virus. La humanidad es una enfermedad. La desgracia de este planeta. Una plaga. Y nosotros somos la cura.” Claro, en ese momento Smith no sabía que en el guión estaba expresamente establecido que Neo y la gorda Trinity, rescatarían a Morfeo. Películas interesantes, éstas, de la saga  “Matrix”. Por cierto, con un final bastante ambiguo, como ambigua es la existencia humana.

Cuando uno mira a seres humanos masacrando a seres humanos; hombres justos acusados, perseguidos, encarcelados, torturados y asesinados por otros hombres no tan justos; personas que son ignoradas, soslayadas y menospreciadas mientras agonizan y mueren de hambre y sed; gobiernos dirigidos por humanos que gastan millones y millones de dólares en armas para matar a otros humanos. ¡Ah!, cuando uno recuerda los genocidios u holocaustos de la conquista de América, cuando muchas etnias nativas  fueron exterminadas, y otras domesticadas y convertidas  en esclavas en nombre de la evangelización, el destino manifiesto, la propiedad de las tierras y el divino oro; se pregunta: ¡por qué…….por qué!

No, yo no estoy de acuerdo con el Duque de Edimburgo, representante de la anacrónica monarquía europea. Sin embargo, las palabras del flemático y siniestro  Smith, encierran muchas verdades que no pueden ser pasadas por alto, o desdeñadas por los filántropos que gustan de hacer caridad con el dinero ajeno. Cuantos canallas critican el derecho de las personas a planificar el número de hijos que desean tener, y defienden la reproducción irresponsable. Lo cierto es que 7.000.000.000 son muchos millones, y no se puede negar que a algunos países la tasa de crecimiento poblacional se les está yendo de las manos. La Economía nos dice que las necesidades son ilimitadas, y los recursos limitados. Como para reflexionar. Eso sí, sería bueno que los darwinistas eugenésicos empiecen dando el ejemplo disminuyendo radicalmente sus aristocráticas tasas de natalidad, quizá emulando el fenómeno del mono número 100, las grandes masas seguirían su ejemplo sin necesidad de que las élites recurran a medidas y fundamentalismos grotescos y brutales. El problema es que por obvias razones “la realeza” está exenta de las imposiciones infringidas a las manadas sociales, no por nada, ellos viven en la más extrema opulencia, menospreciando diariamente a esa plebe, que irónicamente los adula y  vitorea incansablemente.  


viernes, 1 de junio de 2012

La hormiga y la cigarra; tres versiones diferentes.



Días atrás mientras caminaba por mi casa, me encontré en una antigua piedra de moler, en uno de sus extremos una joven y vistosa chicharra –cigarra–. Esta variedad de insectos suelen emitir un sonido muy especial, una especie de zumbido similar al tamborileo sutil pero rápido. Enseguida me acordé de la fábula de la cigarra y la hormiga; en sus varias versiones: La tradicional; la política; y la versión Philip J. Fry. 

 La versión tradicional, por ejemplo, señala que, en épocas de verano, mientras la hormiga trabajaba día y noche, acarreando alimentos a su hormiguero, la cigarra, se la pasaba descansando, tocando y cantando. Pero, en eso, llegó el invierno, y mientras, la esforzada hormiga se refugió en su casa donde pasó todo el temporal alimentándose del fruto de su trabajo, la irresponsable cigarra, carente de comida y cobijo terminó muriendo debido a la inclemencia del tiempo y a su falta de trabajo y previsión.

La trama político-conservadora, en cambió señala que, conocedora la cigarra –igual de irresponsable que en la versión tradicional– de los beneficios de los que disfrutaba la hormiga, inició una revolución con las demás cigarras exigiendo la implantación de un sistema socialista donde todos aquellos que dispongan de recursos compartan con los que nada tienen, es decir, un sistema de redistribución de la riqueza ajena, de igualdad socialista ­– que nada tiene que ver con igualdad de todos ante la ley– y de socialización de los medios de producción a la fuerza. Con artimañas y no pocos fraudes, y al grito de “¡socialismo o muerte!”, las cigarras triunfaron frente a las hormigas e instauraron un régimen socialista; con un solo partido político, el de las cigarras; con elecciones en donde se elegían exclusivamente a cigarras; con una burocracia corrupta e inepta de cigarras, y un proletariado, esquilmado y esclavizado, integrado únicamente por las hormigas, que, de una calidad de vida burguesa pasaron a vivir en condiciones de extrema pobreza a pesar de que trabajaban, mucho más que en el anterior sistema.

Esta variación de la metáfora original, ha sido desarrollada fundamentalmente por los beneficiarios del conservadurismo burgués, financiero y oligárquico, para quienes, cualquier posibilidad real de perder sus prebendas, canonjías y preferencias espurias, se denomina “comunismo”; sin duda fue elaborada fundamentalmente para atacar  a las mafias socialistas que actualmente asolan algunos países latinoamericanos. Pero, la gran verdad es que los conservadores, simbólicamente hablando, nunca han sido “hormigas”, sino, “reinas hormigas”; es decir han prosperado en regímenes totalitarios, donde ellos mandan y los otros obedecen; de manera que el enfrentamiento entre los conservadores financieros (reinas hormigas) y los socialistas del siglo 21 (cigarras), es básicamente por el control de los recursos y el usufructo del trabajo de las hormigas, es decir del pueblo, o de lo que los pipones  socialista llaman: “proletariado”.

La versión Philip J. Fry, señala que, durante todo el verano, mientras la hormiga se rompía el lomo, trabajando de sol a sol, la cigarra se la pasaba comiendo, bebiendo y disfrutando de la vida en compañía de su novia. Para cuando llegó el invierno la hormiga completamente agotada, murió de cansancio, y la cigarra ni corta ni perezosa se mudó a casa de la difunta hormiga a disfrutar de los alimentos recolectados; vendió una parte de las reservas, y con ese dinero se compró un ferrari.

Aunque me parece, que en el cuento del Philip J. Fry, la cigarra es reemplazada por un pulpo, seguramente debido a la particularidad del amigo Fry, en cuanto a que resulta ser su propio abuelo –por cuestiones de viajes en el tiempo solo posibles en las caricaturas–; en términos generales la metáfora es muy similar.

La verdad es que no entiendo por qué la versión tradicional escoge a la cigarra como símbolo de vaguería, irresponsabilidad, y vicio. De hecho, la gran mayoría de dichos populares están repletos de verdaderas estupideces y de prejuicios que satanizan a realidades naturales que nada que ver con la degeneración de la condición humana.

Particularmente la cigarra o chicharra me parece un insecto muy simpático, además que inofensivo, probablemente si nos molestásemos en conocer un poco más de su vida, seguramente aprenderíamos algún tipo de conocimiento que nos resultaría útil en la vida social o privada. En cualquier caso, de las tres versiones, me quedo con la del Philip J. Fry, más realista, y muchísimo más chistosa.

¡Ah!; incluyo unas cuantas fotos de la joven y pintona chicharra.