miércoles, 29 de agosto de 2012

La caja hacedora de tontos.


Alguien, alguna vez, dijo: “Quién controla los medios, controla la cultura”. Ciertamente tenía razón. A través de la cultura, los pueblos adquieren los conocimientos que les permiten desarrollar sus juicios críticos. Gracias a la cultura los pueblos pueden evolucionar en sus modos de vida, y discernir entre aquellas costumbres que los retrasan y los hábitos que mejoran su calidad de vida. La buena cultura eleva el nivel de desarrollo artístico, científico, industrial, físico, social y económico de un grupo humano. Ergo, fácilmente podríamos concluir que la calidad de información que emiten los medios de comunicación públicos o privados, impresos, radiales o televisivos, es directamente proporcional a la cultura de una sociedad; es decir, con medios impresos, televisivos o radiales que ofrecen información de buena calidad tenemos sociedad de primer mundo; con medios impresos, televisivos o radiales que ofrecen basura encontramos sociedad del tercer mundo.

Pero concentrémonos en la Televisión que ha sido la gran triunfadora del siglo XX, que se mantiene vigente en el siglo XXI, y que seguramente continuará predominando por muchas décadas más, a pesar de la competencia que le hace el internet.  La televisión se ha constituido sin duda en el medio principal de implantación de cultura en todo el mundo; la herramienta hipnotizadora de masas, le dicen unos; la ventana al mundo de las mentiras, le llaman otros; la caja hacedora de tontos, la tachan  no pocos; el ojo del gran hermano, la califican, varios orwellianos.

Hace unos días me puse a revisar las programaciones de cuatro canales de televisión de señal nacional, los más representativos y reputados. En realidad, no me sorprendió para nada la escasez de contenido substancioso, de hecho, cuando tú constatas la pésima calidad de la televisión ecuatoriana entiendes por qué en este País se cantan mariachis mexicanos, se bailan cumbias colombianas, se festejan las corridas de toros españolas, predomina la estúpida y descarada viveza criolla y se adoptan clichés sociales internacionales ridículos como ponerse las gafas en la frente o en la corona de la cabeza para parecerse a las “celebridades y famosos”.

En promedio los 4 canales transmiten entre madrugada, mañana, tarde y noche: telenovelas, ora mexicanas, ora colombianas, ora brasileñas, ora argentinas; verdadera casi pornografía mojigata - alrededor de 8 horas diarias -; los programas, dizque, hogareños, en donde personajes folclóricos de condiciones morales polémicas, por decir lo menos, pretenden constituirse en gurúes de las familias ecuatorianas; - alrededor de 3 horas diarias -;  los programas rosa, arco iris, feministas y los tristemente célebres “reality shows”, - alrededor de 3 horas diarias -; no podían faltar los noticieros, donde dependiendo de la noticia se informa verazmente o se desinforma descaradamente, o simplemente se ignora dichos sucesos por impuras conveniencias, otros simplemente se acostumbraron a narrar una versión parcial de los hechos no por subjetividad normal, sino por ausencia de ética o torpe irresponsabilidad. Considerado lo mencionado anteriormente, se puede decir que los 4 canales, de lunes a viernes, transmiten programas que venden prejuicios, complejos y percepciones mentirosas, fatuas, y maliciosas en un rango que deambula entre las 12 y 15 horas; es decir, aproximadamente el 60% de la programación de los 4 canales fácilmente podría catalogarse de basura, dejando en claro que el otro 40%  no es precisamente  recomendable.

Resulta por demás lógico colegir que si la gente está permanentemente consumiendo información falaz, violenta, intolerante, brutal, alienante, sus conductas y actitudes se verán contaminadas por aquellos modelos y referentes, enviciados y denigrantes. Prácticamente se ha constituido un círculo vicioso en donde las cadenas televisivas ofrecen vulgaridad, violencia y torpeza, mientras que la mayoría de la sociedad disfruta consumiendo y exigiendo dicha porquería.

Para la sociedad ignara lo que se cuenta e impone en televisión es una verdad incuestionable; lo único real y verdadero; lo que no se presenta en televisión, para el mediocre común y corriente, simplemente no existe. Si consideramos los anterior, entendemos perfectamente por qué, no solamente los medios televisivos, sino también, los impresos, radiales y otros, incluyen exclusivamente a sus serviles acólitos al momento de generar opinión, en tanto, se abstienen totalitariamente de presentar las  opiniones de personas libres, inteligentes y honestas. Las versiones objetivas y veraces no tienen espacio en los medios donde el interés mercantil o malicioso predomina. Las personas, opiniones o hechos que resultan incómodos a los medios falsamente libres e independientes, son ignorados, y por lo tanto, para el simplón común y corriente, éstos, no existen; y si los escuchan por otros medios como el internet, son ignorados pues no los oyeron en las cajas hacedoras de tontos de boca de los dueños de la verdad, en las páginas impresas de mentiras verdaderas o de las bocazas guturales de ciertos locutorcillos banales.

Los miembros de una sociedad debemos tener muy en claro que, como ciudadanos, tenemos el derecho irrenunciable no solamente a acceder a información confiable, veraz y objetiva; sino también a entretenimiento sano, agradable y edificante. Actualmente en el Ecuador, ninguna de esas características  es ofrecida por los medios televisivos de señal nacional. Ahora bien, dado que, la posibilidad de medios que ofrezcan información veraz y confiable es un ideal por lo mismo prácticamente imposible, entonces, por lo menos, el Estado, tiene la obligación de ofrecer al ciudadano, medios que le ofrezcan puntos de vista diferentes y alternativos, además de entretenimiento saludable e interesante. No se trata de que se imponga  programaciones a los medios existentes, sino, que se aumente la base de canales de señal nacional. La solución existe, pero ha sido soslayada por la Burocracia y los funcionarios públicos, ¿Cuál es?: Los canales de Cable.

Meses atrás recibí un folleto de la Corporación Nacional de Telecomunicaciones CNT; en aquel panfleto se promocionaba el servicio de cable que la empresa estatal empezaría a vender por aquellos días. Con grandes letras y números se publicitaba: “¡Cable desde $15!” Ayer, por curiosidad y para desarrollar este comentario me di una vuelta por las oficinas de esa institución, y entonces, una secretaria me dio detalles acerca del servicio. Pues bien, resulta que el papelito promocional estaba plagado de verdades a medias. En primer lugar, a los $15 dólares iniciales había que sumarle $5 adicionales por concepto de impuestos, $20 o $30 dólares por ciertos dispositivos, y $5 o $10 más de gastos varios; es decir, el costo mensual del servicio bordeaba los $30. Además, en el paquete de canales, supuestamente 40, te incluían los 8 canales de señal nacional, que se sintonizan normalmente, sin necesidad de decodificador alguno. Sin duda un servicio caro. Una vez más queda demostrado que los justos intereses de los ciudadanos por naturaleza chocan con los apetitos de los políticos y la  burocracia.

Soy de la idea que el Estado en virtud de su responsabilidad de ofrecer educación de calidad a los ecuatorianos debería incluir a la señal abierta a varios canales que actualmente solo pueden ser observables a través del cable pagado. No hay que olvidar que los ecuatorianos pagamos impuestos, de manera que, gratuito no sería. Sin embargo, el Estado y los ciudadanos podríamos negociar una tarifa razonable, claro, si los políticos y los burócratas fueran razonables, aspecto que ya es un problema. Por ejemplo, los ciudadanos podríamos plantear un paquete de 10 canales entre los que estarían Fox Sports, Espn, Discovery Channel, Animal Planet, National Geographic, Discovey Kids, Antena 3, Televisión española, History Channel y Tnt. Todo el paquete por $5 incluidos impuestos, más un costo adicional de $15 por una sola vez por concepto del famoso decodificador. Personalmente, me parece un precio y un paquete, aceptables. Pero, ¿qué dirían los  mezquinos burócratas, y los ambiciosos politicastros de turno en el poder, ante esta propuesta? Seamos sinceros no esperemos que acepten, considerando sus condiciones y antecedentes.

De manera que, mientras no venga un gobierno de, por y para el pueblo inteligente, habrá que mantener al hacedor de tontos, apagado, salvo cuando haya algún evento interesante que ver, por ejemplo: la caída excepcional de algún tiranuelo; en ocasiones, las intervenciones ridículas de los pasmarotes que fungen de  entrevistadores y analistas políticos en los noticieros……; ah, y los fines de semana los pintorescos “bloopers” del campeonato de fútbol, aquello, en tanto los mercaderes  que se creen dueños del fútbol nacional, no vendan los derechos a la televisión cable.   

viernes, 24 de agosto de 2012

De por qué Rafael Correa llegó a ser presidente de la República del Ecuador.



¿Cuáles fueron las razones que permitieron que el príncipe de la burocracia pública, Don Rafael Correa, llegará al poder? ¿Qué circunstancias excitaron los puntos claves del escenario mediático, político y electoral de tal manera que el boyscout lasallano consiguiera convertirse en el Presidente del Ecuador? ¿Fue quizá obra y milagro de la virgencita churona? ¿Acaso intervino el báculo místico de san Eleutorio de Nicomedia? ¿Qué le permitió el locuaz e irreverente Rafael Correa ocupar el Palacio de Carondelet?

Bueno, en realidad en la elección de Rafael Correa, no intervinieron precisamente artes supraterrenales o manifestaciones metafísicas, sino más bien, un conjunto de hechos y coyunturas fundamentalmente humanas y por lo mismo perfectamente observables, definibles y explicables.

Luego de que los militares entregaron el poder, por allá, por finales de los años 70 del siglo XX; se instauró un sistema falsamente democrático, una dictadura constitucional en la que una mafia de partidos políticos encabezados por dos tendencias políticas, el Conservadurismo y el Populismo, que se alternaron periódicamente en la expoliación de los recursos públicos y la tiranización del pueblo ecuatoriano. En realidad nada que no haya conocido el País en épocas anteriores, aunque con el toque moderno de la época. Es así que los ecuatorianos tuvimos que sufrir: la infame sucretización pública  de la deuda privada, en el gobierno conservador demócrata cristiano de Osvaldo Hurtado; el terrorismo de Estado del socialcristiano León Febres Cordero; la laxitud moral y el despelote económico con el socialdemócrata Rodrigo Borja; la corrupción curuchupa con los conservadores Durán Ballén y Dahik; el oneroso, vergonzoso y ridículo gobierno de Abdalá Bucaram; la quiebra del país gracias al conservador democristiano Jamil Mahuad, y finalmente el nepotismo de Lucio Gutiérrez; entre los principales.

La incompetencia y corrupción de estos gobiernos tuvieron como consecuencia que la gran mayoría de ecuatorianos se harte de estos personajes tradicionales que monopolizaban el escenario político por lo que al grito de: ¡qué se vayan todos!, terminó, el pueblo, tumbando tres presidentes; golpes de Estado de los que irónicamente se aprovecharon en su momento un montón de oportunistas, y amorales forajidos que llenaron sus alforjas con dinero público y pronto se mandaron mudar a los frívolos palacetes construidos gracias a su ambición y carencia de escrúpulos. Uno de estos gobiernos interinos fue encabezado por Alfredo Palacio, vicepresidente con Lucio Gutiérrez; caído este último, Palacio asumió la presidencia. Es precisamente durante la dictadura constitucional de Palacio que aparece el nombre de Rafael Correa Delgado, comandando el ministerio de Economía. Algunas decisiones populares y otras necesarias le generaron simpatías, por ejemplo, eliminó un fondo inmoral que retenía dividendos petroleros que luego eran destinados al pago de la deuda externa lo que permitía a los negociantes y traficantes de estas acreencias ecuatorianas beneficiarse con pingües ganancias. Pero, de repente Correa se distanció del Gobierno de Palacio y desapareció. Hay quienes dicen que viajó a la Argentina a aprender del “Pingüinato”, otros dicen que anduvo por Venezuela asimilando el socialismo bolivariano original, y solicitando apoyo del Comandante Chávez. Sea como sea Correa desapareció por un buen tiempo hasta que, cual hijo prodigo, regresó, a estas tierras andinas; y, algunos meses después, dirigiendo las huestes de varios movimientos políticos, vinculados con lo que ignorante y popularmente se conoce como “izquierda política” lanzó su candidatura a la presidencia del Ecuador. 
 
Pero, ¿qué le permitió ganar? Hay que considerar que Correa era un rostro nuevo, y que la gente estaba harta de jetas y caretas inmorales, conocidas y tradicionales. Correa se presentó con la imagen renovadora de lo joven y nuevo, en contraste con lo repugnante de lo viejo y arcaico. Además su pasó por el Ministerio de Economía era considerado positivo por algunos sectores sociales. Su discurso en campaña fue ciertamente populista, nacionalista, humanista, antiimperialista, e incluso religioso, pues en más de una oportunidad dejó muy claro su formación cristiana católica, apostólica y romana. Atacó la corrupción de la bancocracia y sus aliados políticos conservadores que habían destruido económicamente al país años atrás. Cuestionó y censuró la relación servil que algunos sectores económicos y sociales tenían con los intereses de los Estados Unidos. Rechazó al capitalismo fundamentalista y vendió la idea del Socialismos del siglo XXI, aunque jamás explicó claramente en qué consistía este. Atacó el racismo y malicia de la oligarquía social a la que tachó con el mote de “pelucones”. Se presentó como la antítesis y némesis de la partidocracia tradicional a la que achacó la desgracia de todos los problemas del País, aunque irónicamente muchos  miembros de aquella mafia apoyaban directamente su candidatura; así, no le importó que miembros de la izquierda democrática, o colaboradores socialcristianos estén entre sus asesores, o que partidos de condiciones inmorales como el movimiento popular democrático M.P.D., o el partido socialista ecuatoriano P.S.E., formen parte de su coalición. Para librarse de la mácula de ser tildados como parte de la partidocracia, Correa y sus asesores, se crearon la careta del movimiento social a la que llamaron Alianza País y con la cual encubrieron a la mafia política que los apoyaba y se distanciaron del populismo y conservadurismo tradicionales, con gran éxito.

En la medida en que empezó a desarrollarse la campaña un hecho se presentó incuestionable: Correa sabía vender. Si unes eso, a su extrema locuacidad, demagogia, prolijidad en la tarima, carencia absoluta de buenos candidatos que constituyan efectiva competencia, el apoyo de muchos personajes del periodismo ampuloso y considerables recursos económicos para el gasto electoral, pues, entonces, el triunfo estaba garantizado. Y es así como el hijo prodigo, llegó a ocupar la presidencia de la República del Ecuador, de eso casi 6 o 7 años. Pero, ¿por qué se ha mantenido por tanto tiempo a diferencia de sus antecesores? … Pues por varias razones……. ¡aah!, pero, esa es otra historia.

lunes, 13 de agosto de 2012

Los odios y amores hacia Rafael Correa.


Me atrevo a afirmar sin pretender comparar momentos, historias y personajes, que, a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, épocas de la estúpida y sangrienta Guerra Civil Ecuatoriana que enfrentó a conservadores y anti-conservadores, estos últimos más  conocidos como “alfaristas”, se produjo en gran parte de la bisoña y primitiva sociedad ecuatoriana una dualidad social muy parecida al fenómeno político que actualmente sufre el Ecuador. En aquellas eras de antaño, Eloy Alfaro Delgado, se constituyó en el punto de quiebre de un momento político; en la figura que de una manera u otra implicaba cambio, y que por lo mismo amenazaba el estólido y brutal orden conservador imperante. Alfaro, se convirtió en el personaje principal al que las circunstancias, obligaban, ora a oponerse, en el caso del conservadurismo fáctico y el poder clerical católico, ora a unirse, en quienes estaban hartos de los abusos del sistema absolutista impuesto por aquellos señorones, que se consideraban dueños del País, al que dirigían como si fuera una gran hacienda. De ahí que, gran parte de la sociedad ecuatoriana de la época haya terminado dividiéndose en alfaristas (anti-conservadores), y anti-alfaristas (conservadores). Pues bien, aquel mismo fenómeno se ha vuelto a repetir en el Ecuador de principios del siglo XXI. En este caso el personaje del momento es Rafael Correa, pero cuidado, con esto no pretendo emular a un personaje como Correa a los niveles de Eloy Alfaro y viceversa. Ciertamente las realidades son diferentes, los personajes no son los mismos, y las circunstancias han variado en algunos aspectos, pero, el dualismo social, se ha vuelto a repetir en las formas de un engañoso maniqueísmo practicado tanto por el locuaz Correa y sus sátrapas serviles, como por sus odiosos y fundamentalistas enemigos. Es así que, para Correa, sus aduladores incondicionales, los correístas, la neo partidocracia, o el curuchupismo del new age, todo lo que haga el Gobierno del  Socialismo Bolivariano está más que bien, además de absolutamente justificado, y todos aquellos que se opongan a Correa y sus decisiones están mal y son: ora seguidores de la infame anquilosada partidocracia, ora señoritos pelucones inmorales,  ora ignorantes que no entienden las buenas intenciones de su majestad, el primer burócrata público, Don Rafael Correa. Ese mismo maniqueísmo inmoral se observa al otro lado del circo politicastro, en aquellos que odian furibundamente a Correa, es decir, los anti-correanos, la gran mayoría vinculados con el Conservadurismo social y político tradicional, aunque manifestado de maneras variopintas y disfraces estrafalarios, con los cuales pretenden ocultar lo que sus obras y conductas denuncian, es decir, sus irrenunciables vínculos con el conservadurismo; ahí están por ejemplo, partidos políticos como el socialcristianismo y la democracia cristiana, herederos del Conservadurismo de García Moreno o Velasco Ibarra, entre otros. Pues bien, para los conservadores declarados enemigos de Correa y su incomprensible Socialismo del siglo XXI todo lo que haga Correa está muy mal, y todos los medios que se usen para demonizar al majestuoso y escandaloso burócrata, por torpes y repudiables que sean, están más que justificados.

Dos bandos perfectamente definidos, por un lado los correístas que, en mi opinión, representan un conservadurismo moderado inherente a la Teología de la Liberación, y los anti-correístas, es decir conservadores tradicionalistas; ambos luchando desvergonzadamente por sostenerse en el poder, los unos, y recuperar ese mismo poder, los otros.

Algunos meses atrás recibí la llamada de un amigo. El motivo, necesitaba mi opinión acerca de cómo marchaba la economía del País en el Gobierno de Rafael Correa. Cómo así, le pregunté;  respondiéndome, que a su hija le habían mandado como tarea escolar, entrevistar a cuatro o cinco personas acerca de ese tema. Pregunta no más, le dije. “No”, me respondió, “dame tu opinión”. Llámame en media hora, hasta asociar ideas, le respondí. “No, dime ahora”, me insistió. Entonces comencé a desarrollar una serie de ideas acerca de la posición contraria que Correa tiene de la dolarización, la subida de los precios del petróleo, la deuda externa, la inflación, el incremento desmesurado de la burocracia y el gasto público; pero, de repente, fui interrumpido por el atrevido entrevistador. “¡Pero, estás a favor de Correa!”, vociferó a través del auricular. Me quedé sorprendido, por el exabrupto; pero, tomando el asunto con tranquilidad, le dije: no entiendo por  qué dices eso. “¡Pero, no ves esto y esto otro, y además eso……..!”, vociferaba. Entonces entendí todo, el muy pelmazo tenía una idea prejuiciada sobre aquel asunto y buscaba alguien que justifique sus ideas acomplejadas. No buscaba una opinión objetiva sobre el manejo económico del Gobierno de Correa, sino alguien que censure enfermizamente al Gobierno y demonice al líder de los socialistas curuchupas.

Otro día, me encontré con otro amigo y empezamos a conversar sobre Política y obviamente se filtró el tema del Gobierno de Alianza País. Conocedor de sus afectos extremadamente generosos y zalameros por el curuchupismo del new age, le pregunté qué opinaba sobre el servilismo tan descarado del que hacían gala los ilotas del socialismo del siglo XXI; le cuestioné cómo podía defender a un gobierno que se había apoderado de todas las funciones del Estado sobre todo las de Control, para dar impunidad a los actos de corrupción de los sátrapas gobiernistas. Entonces, cínicamente me respondió: “y a vos que te ha hecho Correa”. Un poco y más me dice: por qué ejerces la libertad de expresión, por qué te solidarizas con la gente honrada y valiente, por qué repudias lo reprensible y por qué censuras lo odioso. Me quedé absorto por un instante, pero enseguida me di cuenta de todo: condición humana; torpe e insensata condición humana, aderezada con una gran dosis de idiosincrasia ecuatoriana, pero, de la desvergonzada.

Dicen que entre el amor y el odio existe, una muy ligera línea que los separa. Yo no estoy de acuerdo; claro partiendo de la idea que el amor representa algo bueno y hermoso. No es posible que un sentimiento tan noble pueda fácilmente confundirse con una obsesión tan ignominiosa y despreciable como el odio. Salvo que no sea amor, sino interés concupiscente, en cuyo caso, es lógico que al satisfacer tal vicio se produzca el asqueroso y amoral servilismo; tan lógico como que, al no poder saciar dicha viciosa obsesión, ésta, termine convirtiéndose en odiosa pasión.
     
 El clima de violencia verbal que se impone en el colector de la infame política entre correístas y anti-correístas es ciertamente reprensible, pero demuestra la realidad de una opinión pública monopolizada por personajes carentes de escrúpulos y amantes de las bajas pasiones.

Poco ha cambiado el Ecuador de principios del siglo XX con el Ecuador de inicios del siglo XXI. El Conservadurismo sigue tan vigente como entonces aunque se presenta con otros nombres, caretas y disfraces como socialcristianismo o democracia cristiana, con los cuales sus seguidores pretenden escapar del juicio histórico. Los detractores del decrépito conservadurismo, antes denominados “alfaristas”; hoy se hacen llamar, correístas, o socialistas bolivarianos, aunque por sus orígenes sabemos que son conservadores renegados o curuchupas del new age. Como mencionaba si bien existe una enorme diferencia entre el fenómeno Alfarista y el experimento Correa; el efecto “maniqueísmo” se ha vuelto a repetir. Igualmente se repite el caudillismo y el servilismo: patrones y criados; amos y esbirros, unos peores que otros. Al respecto, le mencionaba a alguien que, en ocasiones los viles y canallescos capataces son peores que los amanerados gamonales. Ciertamente reciben las infames órdenes de sus brutales patrones, pero, la celeridad, salvajismo y sordidez con que las cumplen los convierten en verdaderas arpías sanguinarias carentes de cualquier forma de humanidad decente.

Quiera el buen hado que en un futuro no lejano el Ecuador dejé de ser hacienda de jorgas ambiciosas y mafias mezquinas; de caciques tiránicos, patrones fascistas, sátrapas amorales y serviles descarados, y se convierta en un País de hombres libres, honrados y sensatos.