Hace
aproximadamente una semana caminando por las veredas de la ciudad, en una
esquina, me topé con un pequeño armatoste de varillas retorcidas y despintadas,
de ésos que los voceadores de periódicos usan para colocar los diarios
corporativos. Entre tales, resaltaba el primer diario oficialista del Ecuador
“El Telégrafo”. Y descollaba, porque, en su titular, en enormes letras, se leía
una sentencia que más o menos decía, “partido de Rafael Correa, tendrá 95
asambleístas en próximo neo Congreso”. En principio, la cifra me llamó la
atención por lo exagerada, pero, casi en enseguida recordé, entre otras cosas,
que las alternativas políticas no-correanas, dejan mucho que desear; y que, los
ecuatorianos vivimos en el País de los absurdos. De manera que el contingente,
de que Correa saqué 95 asambleístas incondicionales, e incluso más, es una posibilidad
factible; no descartable, sin duda, dadas las características paupérrimas de la
realidad política ecuatoriana. La encuesta la había desarrollado, una empresa
vinculada con la tendencia conservadora tradicional, lo que de alguna manera,
explicaba el titular tan vanidoso en el medio pro Correa; rasgo folclórico de los
progres del fascismo bolivariano, cuando por ejemplo, suelen vociferar, “¡no
hay peor ciego que el que no quiere ver!”, cuando le restriegan en los ojos a los
ecuatorianos las carreteras repavimentadas y concesionadas; obviamente no lo
hacen para referirse a los escandalosos e inocultables actos de corrupción del
Gobierno de la Involución Ciudadana, como el caso Duzac, ni tampoco a los dizque
nuevos hospitales, universidades, escuelas y colegios, promocionados hasta el
cansancio, pero que no aparecen por ningún lado.
Ayer, en la
mañana, mientras revisaba información sobre las encuestas políticas, me
encontré con una declaración del representante de la encuestadora conservadora,
en la que, refiriéndose al uso descaradamente político que diario “El Telégrafo”
dio a dichos resultados, a modo de disculpa o justificación, señalaba que tales
resultados no representaban la filiación política de los dueños de tal negocio,
ni tampoco cifras definitivas. Como es obvio. No cabe duda que la dirección
sectaria que los medios incautados al sector de banqueros prófugos luego del
fraude de 1998 ha influido definitivamente en la intención del voto, y por ende
en las encuestas.
A pesar de
que el ambiente se muestra enrarecido y ambiguo, pues las encuestas son meras
intenciones y como tales están plagadas de superficialidades y bajas pasiones,
sin embargo las diferencias tan concluyentes a favor de Correa parecerían haber
establecido un derrotero inevitable, en la forma de un triunfo del Fascismo
Bolivariano del siglo 21. Veamos las cifras hasta inicios de febrero del 2013,
siempre aclarando que el análisis está basado en encuestas, y por lo tanto
tiene una evidente carga subjetiva y relativa que se disipará exclusivamente
con los resultados reales y finales. Así: Rafael Correa tendría una intención
del voto del orden del 50%; su contendiente inmediato el conservador Guillermo
Lasso, entre 18 y 20%; los populistas Lucio Gutiérrez y Álvaro Noboa, el 8 o
15%; el ex correísta Alberto Acosta, el 10%; y con porcentajes que varían entre 3 y el 1 % estarían: el pastor evangelista Nelson Zavala,
Normy Wright y Mauricio Rodas.
Ahora bien,
Wright y Rodas, sabían muy bien que sus pretensiones no tendrían ningún peso;
ellos, lanzaron sus candidaturas para crear y organizar una estructura política
a nivel nacional con miras a futuras elecciones. El caso de Nelson Zavala, pasa
más por la necesidad del partido roldocista de tener candidato propio, una vez
que las relaciones tras cortinas con Correa se fueron al infierno, y por las
ambiciones del sacerdote protestante. Luego está Alberto Acosta, que
ridículamente ha terminado haciendo campaña por el Movimiento Popular
Democrático antes que por el sillón de Carondelet; algunos progres del fascismo
bolivariano lo llamarían “el candidato chimbador”; Yo creo que, dados los
resultados de las encuestas, ni a eso llega. Enseguida, los tres candidatos del
Conservadurismo, unos más populistas que otros: Guillermo Lasso, quizá la
opción conservadora más fuerte , aunque con su candidatura arruinada desde un
principio por sus vínculos palmarios con el Partido Socialcristiano y la
Democracia Cristiana, pero fundamentalmente por sus relaciones con los
gobiernos de Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez. Luego, Álvaro Noboa, cuyas
opciones reales culminaron el día que la nueva partidocracia reguló el gasto
electoral; no es novedad que la principal fuerza de la candidatura de Álvaro
Noboa radica en su capacidad de gastar grandes sumas de dinero en la campaña;
si prohíbes ese factor, le quitas cualquier posibilidad verdadera; y después,
tenemos a Lucio Gutiérrez, que fiel a su discurso populista y demagógico, no
entiende que tuvo su oportunidad y la desperdició; pero que además sufre la
persecución de los espectros del pasado que engendró durante su malhadado
gobierno.
Si
analizamos los antecedentes políticos, así como las condiciones y
características de los candidatos Lasso, Gutiérrez y Noboa, que son quienes presentan
los mejores niveles en las encuestas, nos daremos cuenta que el supuesto éxito
de Correa radica en la ausencia de candidatos, que, teniendo los medios
económicos para asumir una campaña política millonaria, tengan al mismo tiempo
un historial público limpio. Alguna vez mencioné que la corrupción de 6 años
del fascismo bolivariano no era tan visible como los 177 años de inmoralidades
del conservadurismo tradicional. Por lo mismo, la solución a ese dilema radicaba en propiciar
a nuevos actores políticos sin antecedentes ignominiosos. Pero, aquello no ha
sucedido; de tal manera que los mismos factores que le permitieron a Correa
ganar hace seis años nuevamente se han vuelto presentar, solo que esta vez le será
más fácil, pues, su posición de poder e influencia, obtenidas en especial
gracias a la Constitución de Montecristi, le brindan esas prerrogativas,
injustas por demás.
Entonces, si
la tendencia se mantiene, Correa tendría asegurado el triunfo, ora porque
consiguió el 51%, ora porque consiguiendo más del 40%, el candidato siguiente
no logró alcanzarlo en menos de 10 puntos porcentuales; escenario no
imprevisible, considerando que difícilmente Lasso llegará siquiera al 30%, a
diferencia de Correa que posiblemente superará con facilidad el 40%. Salvo que
se presente un extraño azaroso.
Pero, ¿Por
qué muchos ecuatorianos siguen confiando en Correa? Algunos analistas dirán que
Correa ha sabido mover convenientemente las fichas del juego de damas chinas;
Yo diría más bien que Correa ha sabido manipular efectivamente al electorado
ecuatoriano. Tácitamente Correa le ha planteado a la sociedad ecuatoriana un
dilema; “a la derecha tenemos a la partidocracia corrupta de siempre, aquellos
que los estafaron con la incautación de sus dineros en 1998; y la izquierda
estamos nosotros los socialistas del siglo 21, sus santos redentores”. Y muchos
ecuatorianos han creído en esa visión
religiosa, o más bien, en ese cuento chino. Obviamente las campañas de
publicidad y propaganda han ayudado y mucho para imponer esa fijación en las
mentes de muchos ecuatorianos. Tan claro es el asunto que quítenle ustedes a
Correa el tema de la corrupción de la partidocracia conservadora inherente con
el tema del fraude financiero de 1998, y
Correa junto con los corifeos de su gobierno se quedarían prácticamente sin discurso.
La realidad
política actual, inevitablemente, debe ser analizada considerando las notorias
relaciones existentes entre la nueva partidocracia, y su ancestro natural, la decrépita
y anquilosada partidocracia conservadora. No es novedad que los cuadros de
Alianza País están repletos de ex integrantes de antiguos partidos políticos,
es decir, de la vieja partidocracia. Nótese como todos los candidatos de una u
otra manera están relacionados directa o indirectamente con el sistema político
sectario, mafioso, caudillista y tradicionalista. Absolutamente todos. Esto se
debe a que la nueva partidocracia y la vieja partidocracia se pusieron de
acuerdo para recrear una forma pintoresca de oligopolio. Con este sistema, el del fascismo bolivariano del
siglo 21, le negaron al ciudadano común la posibilidad de ser candidato. En
resumen, el 17 de febrero del 2013 se elige entre la nueva partidocracia y la
vieja partidocracia; es decir, en familia.
Hay un asunto
que en verdad llama la atención, y tiene que ver con la decisión de los dueños
del Conservadurismo tradicional ecuatoriano al momento de escoger a sus
candidatos. Cuando lo lógico habría sido que designen o promocionen a gente sin
pasado político, la partidocracia conservadora hace todo lo contrario, y
nominan a personajes con un pasado político oprobioso. Entonces, cómo entiendes
a la vieja partidocracia conservadora que ruge contra Correa, cuando ésta, escoge
como candidatos a personajes que reúnen muchos de los estigmas que Rafael
Correa ha explotado a lo largo de su vida política, y que tanta popularidad le
han generado. Cómo lo entiendes; es como si se lo hubiera hecho a propósito;
como si hubiera una confabulación para que el fascismo bolivariano se mantenga
en el poder; Yo sé, que es una exageración, pero, a veces, pero que digo a veces, generalmente, las decisiones de la
popularmente llamada “oposición política” son ininteligibles. Aunque, quién
sabe.
En lo que a
mí respecta, me importa muy poco pero que muy poco, que Correa gane las
elecciones, más todavía considerando, las otras opciones que no son mejores que
la alternativa del fascismo bolivariano. Como ya mencioné en alguna otra
oportunidad, gane quien gane, el Conservadurismo que puso al mercenario
venezolano Juan José Flores como primer presidente ecuatoriano, 183 años
después, seguirá gobernando esta falsa isla de paz. Mientras tanto, Yo seguiré
anulando mi voto, y rechazando, de esa manera, esta espuria dictadura
constitucional.
Sea como
sea, la suerte está echada, desde hace mucho tiempo que la tendencia
conservadora gobierna, y seguirá haciéndolo, con diferentes nombres y apodos,
progres y curuchupas, caretas y ropajes, hasta que el Pueblo Ecuatoriano
entienda el concepto de Libertad, y lo acepte en su corazón.
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