domingo, 17 de febrero de 2013

Crónica de una reelección anunciada: Rafael Correa, Presidente del Ecuador, 2013 - 2017 .



El título de la novela del escritor colombiano Gabriel García Márquez, “Crónica de una muerte anunciada”, es una excelente sentencia que diagrama metafóricamente el triunfo de Rafael Correa en las elecciones de este 17 de febrero; obviamente la frase apropiada sería: “Crónica de una reelección anunciada”.

No cabe duda que casi todos las factores y variables importantes, decisivos en una contienda electoral, favorecían a Correa y a la camarilla de Alianza País. La mies estaba a punto y solo restaba el día de la cosecha. En un sistema político y electoral, monopólico y mafioso, que garantiza únicamente la participación de los tradicionales grupos y personajes históricamente enquistados en el ambiente político ecuatoriano, la nueva partidocracia, liderada por un grupo de burgueses amargados derrotó una vez más a la vieja partidocracia representada por los candidatos del conservadurismo tradicional y del socialismo indigenista y populista. El “Socialismo del siglo 21”, una tendencia bastante parecida al fascismo ora del argentino Juan Domingo Perón, ora del criollo José María Velasco Ibarra, derrotó una vez más al tradicional Conservadurismo, anclado moral, política, económica y culturalmente a los siglos 19 y 20.

Señalemos que la victoria estaba cantada desde, incluso, mucho antes que Correa lanzase su candidatura. Me atrevería a decir que la reelección empezó a cocinarse el día que la mayoría de ecuatorianos, ingenua e ignorantemente, aprobaron la Constitución Política, que los progres bolivarianos redactaron a órdenes de Rafael Correa y su círculo político íntimo, allá, en las cálidas tierras de Montecristi.

Ahora bien, existen varias razones que volvieron prácticamente inevitable la reelección del candidato-presidente. Cuestiones que tienen que ver, ora con la realidad misma de la sociedad ecuatoriana; ora con hechos históricos recientes que afectaron seriamente la psique del ecuatoriano promedio, como el feriado bancario de 1998; ora con aspectos que están relacionados directamente con decisiones tomadas por los jerarcas del partido de Gobierno, es decir, por Rafael Correa y su círculo íntimo de colaboradores; pero también por la corrupción, amoralidad, estolidez e ineptitud de la oposición política, es decir, por quienes conforman lo que se conoce como la “Vieja Partidocracia”, y todas sus diferentes ramificaciones políticas, sociales, económicas, mediáticas, etc.

Ciertamente que Correa ha sabido manipular eficiente y efectivamente a un sector ingenuo y vulnerable de la sociedad ecuatoriana; decisiones como: la supresión del convenio de la base de Manta, el discurso demagógico atacando la corrupción del modelo económico mercantilista y financiero, los pleitos victoriosos con la prensa mediocre y sectaria, la especulación de segmentos de la deuda externa con saldo favorable para el País, los cuestionables genéricos gratuitos en los hospitales públicos, las campañas multimillonarias de promoción de la imagen del caudillo fascista, las carreteras re-pavimentadas, el no tan costoso puente de Bahía, etc., le ganaron adeptos, y por extensión votos a futuro. Todos estos aspectos de tonalidades grises, le permitieron a los progres del fascismo bolivariano tender una cortina relativamente oscura con la cual consiguieron esconder parcialmente muchos actos de corrupción como por ejemplo: las vergonzosas declaratorias de emergencias gracias a las cuales  contratos públicos millonarios se firmaron sin licitaciones; el tema del hermano de Rafael Correa y sus millonarios contratos; el escandaloso caso de los “pativideos”; el afrentoso asunto “Duzac y el oneroso préstamo con garantías de bienes públicos”; la utilización abusiva que se dio a los recursos incautados a los banqueros prófugos, en especial, los medios de comunicación, que tácitamente se convirtieron en gobiernistas; y muchos otros actos infamantes que poco a poco fueron siendo disimulados con campañas engañosas y tendenciosas. Sin embargo, a pesar de lo señalado anteriormente, es imposible entender los repetitivos triunfos de Rafael Correa y su tendencia fascista, sin la presencia del grotesco y repudiable trol de la vieja y agreste Partidocracia Conservadora.
 
Todo lo que Rafael Correa, ha conseguido en su vida política se lo debe fundamentalmente al historial bochornoso de la arcaica Partidocracia, que atesora los vicios acumulados desde la fundación misma de la Nación Ecuatoriana. Resulta imposible entender las victorias de Correa, sin comprender lo importante que fueron, para los triunfos del Fascismo Bolivariano, las acciones y omisiones vergonzosas de los históricos políticos profesionales  que en su momento tiranizaron al Ecuador. Correa construyó su vida política sobre la base de las barbaridades, las atrocidades, saqueos y latrocinios cometidos por los viejos políticos que le dieron forma siniestra a la llamada “Partidocracia”. Si personajes públicos como León Febres Cordero, Osvaldo Hurtado, Sixto Durán Ballén, Abdalá Bucaram, Jamil Mahuad o Lucio Gutiérrez no hubiesen hecho lo que hicieron en su faceta de presidentes, agrediendo, abusando o maltratando; hoy, no existiría el político Rafael Correa, por lo menos no en su faceta presidencialista; pero, aún más, si esa jorga de intereses amorales llamado “Partido Liberal” no se hubiera complotado con el Conservadurismo Clerical de inicios del siglo 20  para extinguir sanguinariamente al “Alfarismo”, tampoco existiría una excusa para esa farsa llamada “Socialismo del siglo 21”. La corrupción de la vieja Partidocracia creo al monstruo del “Socialismo del siglo 21”. Los politiqueros conservadores o populistas del pasado fueron los “guías espirituales” de los actuales fascistas bolivarianos del siglo 21. Probablemente los tetrarcas del monopolio político, imaginaron que Correa sería una nuevo Jamil Mahuad o en último caso, un Rodrigo Borja; pero no contaron con que el caudillo del fascismo bolivariano tendría su propia y pintoresca agenda; sus propios planes y directrices.

La nueva victoria del llamado “Socialismo del siglo 21”, representa la mezquindad y sectarismo de la tendencia conservadora tradicional en sus diferentes manifestaciones. El triunfo de Correa acusa el estancamiento del Conservadurismo elitista, una tendencia social, política, cultural, económica y financiera que sigue desvariando como en épocas de la Colonia Española, o de los inicios represivos, racistas, expoliadores y sectarios de la República, cuando africanos o indios americanos eran vistos como mercancías. El rapaz Mercantilismo de los siglos 19 y 20, codicioso y depredador, sigue impreso en la mente del conservador tradicionalista, increíblemente, en el mismísimo siglo 21.

Pero, las victorias de Correa y del fascismo bolivariano también representan algo que los dueños de la verdad, falsamente libres y notoriamente dependientes, se niegan a denunciar, porque decir la verdad no los haría populares, porque criticar esa realidad tercermundista no es conveniente para sus intereses económicos y políticos. En términos generales, la sociedad ecuatoriana, no ha variado significativamente entre siglo y siglo; de hecho, sigue siendo, si no la misma, muy parecida a la que en su momento se sometió dócilmente al ejemplar demagogo Velasco Ibarra, por reiteradas ocasiones; incapaz de ver más allá de lo que sus ingenuas expectativas le bosquejaban, siempre confiando ciegamente en el demagogo que tenía frente al balcón o la tarima, que con infamante verborrea le ofrecía todo, y por lo mismo, nada.

Dicen que “la Voz del Pueblo, es la Voz de Dios”, no me extrañaría que tal sentencia la expectorase algún demagogo de la antiquísima Roma. Aquel que en algo valore el concepto de “Dios”, seguramente rechazará tal aforismo vulgar. El Pueblo es un concepto abstracto, pero relativo, a veces incomprensible, casi siempre visiblemente básico y primitivo. América Latina sigue estancada en el “tercermundismo”; negar una verdad no es la solución. Una mentira repetida miles de veces podrá convertirse en verdad a los ojos del ingenuo o el necio, pero sigue siendo una bastarda mentira.

El Pueblo Ecuatoriano, ante el mercado de ofertillas, entre lo malo del presente y lo peor del ayer, se ha decidido por 4 años más de “Socialismo del siglo 21”, sin tener conciencia de qué mismo significará esa muletilla, tan febrilmente repetida por su locuaz caudillo de turno, durante 6 años.

Consciente, como estoy, de las calidades banales de quienes conforman el Gobierno de la Involución Ciudadana, así como de las condiciones licenciosas de la Partidocracia opositora, no resulta difícil predecir que se vienen 4 años más de pleitos politiqueros, alborotos pendencieros, y no pocos escándalos públicos. La prensa corporativa continuará actuando como ente político común y corriente, la vocera oficial del  Conservadurismo tradicionalista; de la misma manera, la prensa pro-gubernamental continuará defendiendo servilmente los futuros dislates del caudillo, así como, encubriendo los potenciales latrocinios del fascismo bolivariano; en otras palabras, se viene más del mismo relajo de los últimos 6 años.

Ante tales circunstancias, no quedaría más que encomendarse a San Eleuterio de Nicomedia, patrono de los imposibles; quién sabe, tal vez el arcaico santurrón, con sus beatos oficios consiga exorcizar los fantasmagóricos y enviciados apetitos de todos aquellos politicastros ecuatorianos, ansiosos de poder y riquezas. Aunque improbable, que Don Eleuterio y su báculo mágico puedan hacer algo contra aquella, ya famosa, profecía que dice que: “El Ecuador no será destruido por temblores, volcanes, tsunamis o asteroidazos, sino por, malos gobiernos.” Por lo mismo, ante lo evidente de una realidad, y la concluyente victoria de los fascistas bolivarianos, la nueva partidocracia, solo resta decir: “¡A lo hecho, pecho!”.   

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