El título de
la novela del escritor colombiano Gabriel García Márquez, “Crónica de una
muerte anunciada”, es una excelente sentencia que diagrama metafóricamente el
triunfo de Rafael Correa en las elecciones de este 17 de febrero; obviamente la
frase apropiada sería: “Crónica de una reelección anunciada”.
No cabe duda
que casi todos las factores y variables importantes, decisivos en una contienda
electoral, favorecían a Correa y a la camarilla de Alianza País. La mies estaba
a punto y solo restaba el día de la cosecha. En un sistema político y electoral,
monopólico y mafioso, que garantiza únicamente la participación de los
tradicionales grupos y personajes históricamente enquistados en el ambiente
político ecuatoriano, la nueva partidocracia, liderada por un grupo de
burgueses amargados derrotó una vez más a la vieja partidocracia representada
por los candidatos del conservadurismo tradicional y del socialismo indigenista
y populista. El “Socialismo del siglo 21”, una tendencia bastante parecida al
fascismo ora del argentino Juan Domingo Perón, ora del criollo José María
Velasco Ibarra, derrotó una vez más al tradicional Conservadurismo, anclado
moral, política, económica y culturalmente a los siglos 19 y 20.
Señalemos que la victoria estaba cantada desde, incluso, mucho antes que Correa lanzase su candidatura. Me atrevería a decir que la reelección empezó a cocinarse el día que la mayoría de ecuatorianos, ingenua e ignorantemente, aprobaron la Constitución Política, que los progres bolivarianos redactaron a órdenes de Rafael Correa y su círculo político íntimo, allá, en las cálidas tierras de Montecristi.
Señalemos que la victoria estaba cantada desde, incluso, mucho antes que Correa lanzase su candidatura. Me atrevería a decir que la reelección empezó a cocinarse el día que la mayoría de ecuatorianos, ingenua e ignorantemente, aprobaron la Constitución Política, que los progres bolivarianos redactaron a órdenes de Rafael Correa y su círculo político íntimo, allá, en las cálidas tierras de Montecristi.
Ahora bien,
existen varias razones que volvieron prácticamente inevitable la reelección del
candidato-presidente. Cuestiones que tienen que ver, ora con la realidad misma
de la sociedad ecuatoriana; ora con hechos históricos recientes que afectaron
seriamente la psique del ecuatoriano promedio, como el feriado bancario de 1998;
ora con aspectos que están relacionados directamente con decisiones tomadas por
los jerarcas del partido de Gobierno, es decir, por Rafael Correa y su círculo
íntimo de colaboradores; pero también por la corrupción, amoralidad, estolidez
e ineptitud de la oposición política, es decir, por quienes conforman lo que se
conoce como la “Vieja Partidocracia”, y todas sus diferentes ramificaciones
políticas, sociales, económicas, mediáticas, etc.
Ciertamente
que Correa ha sabido manipular eficiente y efectivamente a un sector ingenuo y
vulnerable de la sociedad ecuatoriana; decisiones como: la supresión del
convenio de la base de Manta, el discurso demagógico atacando la corrupción del
modelo económico mercantilista y financiero, los pleitos victoriosos con la
prensa mediocre y sectaria, la especulación de segmentos de la deuda externa
con saldo favorable para el País, los cuestionables genéricos gratuitos en los
hospitales públicos, las campañas multimillonarias de promoción de la imagen
del caudillo fascista, las carreteras re-pavimentadas, el no tan costoso puente
de Bahía, etc., le ganaron adeptos, y por extensión votos a futuro. Todos estos
aspectos de tonalidades grises, le permitieron a los progres del fascismo
bolivariano tender una cortina relativamente oscura con la cual consiguieron
esconder parcialmente muchos actos de corrupción como por ejemplo: las
vergonzosas declaratorias de emergencias gracias a las cuales contratos públicos millonarios se firmaron sin
licitaciones; el tema del hermano de Rafael Correa y sus millonarios contratos;
el escandaloso caso de los “pativideos”; el afrentoso asunto “Duzac y el oneroso
préstamo con garantías de bienes públicos”; la utilización abusiva que se dio a
los recursos incautados a los banqueros prófugos, en especial, los medios de
comunicación, que tácitamente se convirtieron en gobiernistas; y muchos otros
actos infamantes que poco a poco fueron siendo disimulados con campañas
engañosas y tendenciosas. Sin embargo, a pesar de lo señalado anteriormente, es
imposible entender los repetitivos triunfos de Rafael Correa y su tendencia
fascista, sin la presencia del grotesco y repudiable trol de la vieja y agreste
Partidocracia Conservadora.
Todo lo que
Rafael Correa, ha conseguido en su vida política se lo debe fundamentalmente al
historial bochornoso de la arcaica Partidocracia, que atesora los vicios acumulados
desde la fundación misma de la Nación Ecuatoriana. Resulta imposible entender
las victorias de Correa, sin comprender lo importante que fueron, para los
triunfos del Fascismo Bolivariano, las acciones y omisiones vergonzosas de los históricos
políticos profesionales que en su
momento tiranizaron al Ecuador. Correa construyó su vida política sobre la base
de las barbaridades, las atrocidades, saqueos y latrocinios cometidos por los viejos
políticos que le dieron forma siniestra a la llamada “Partidocracia”. Si
personajes públicos como León Febres Cordero, Osvaldo Hurtado, Sixto Durán
Ballén, Abdalá Bucaram, Jamil Mahuad o Lucio Gutiérrez no hubiesen hecho lo que
hicieron en su faceta de presidentes, agrediendo, abusando o maltratando; hoy,
no existiría el político Rafael Correa, por lo menos no en su faceta
presidencialista; pero, aún más, si esa jorga de intereses amorales llamado
“Partido Liberal” no se hubiera complotado con el Conservadurismo Clerical de
inicios del siglo 20 para extinguir
sanguinariamente al “Alfarismo”, tampoco existiría una excusa para esa farsa llamada
“Socialismo del siglo 21”. La corrupción de la vieja Partidocracia creo al
monstruo del “Socialismo del siglo 21”. Los politiqueros conservadores o
populistas del pasado fueron los “guías espirituales” de los actuales fascistas
bolivarianos del siglo 21. Probablemente los tetrarcas del monopolio político,
imaginaron que Correa sería una nuevo Jamil Mahuad o en último caso, un Rodrigo
Borja; pero no contaron con que el caudillo del fascismo bolivariano tendría su
propia y pintoresca agenda; sus propios planes y directrices.
La nueva
victoria del llamado “Socialismo del siglo 21”, representa la mezquindad y
sectarismo de la tendencia conservadora tradicional en sus diferentes manifestaciones.
El triunfo de Correa acusa el estancamiento del Conservadurismo elitista, una
tendencia social, política, cultural, económica y financiera que sigue desvariando
como en épocas de la Colonia Española, o de los inicios represivos, racistas,
expoliadores y sectarios de la República, cuando africanos o indios americanos
eran vistos como mercancías. El rapaz Mercantilismo de los siglos 19 y 20, codicioso
y depredador, sigue impreso en la mente del conservador tradicionalista,
increíblemente, en el mismísimo siglo 21.
Pero, las
victorias de Correa y del fascismo bolivariano también representan algo que los
dueños de la verdad, falsamente libres y notoriamente dependientes, se niegan a
denunciar, porque decir la verdad no los haría populares, porque criticar esa
realidad tercermundista no es conveniente para sus intereses económicos y
políticos. En términos generales, la sociedad ecuatoriana, no ha variado
significativamente entre siglo y siglo; de hecho, sigue siendo, si no la misma,
muy parecida a la que en su momento se sometió dócilmente al ejemplar demagogo
Velasco Ibarra, por reiteradas ocasiones; incapaz de ver más allá de lo que sus
ingenuas expectativas le bosquejaban, siempre confiando ciegamente en el
demagogo que tenía frente al balcón o la tarima, que con infamante verborrea le
ofrecía todo, y por lo mismo, nada.
Dicen que
“la Voz del Pueblo, es la Voz de Dios”, no me extrañaría que tal sentencia la
expectorase algún demagogo de la antiquísima Roma. Aquel que en algo valore el
concepto de “Dios”, seguramente rechazará tal aforismo vulgar. El Pueblo es un
concepto abstracto, pero relativo, a veces incomprensible, casi siempre
visiblemente básico y primitivo. América Latina sigue estancada en el “tercermundismo”;
negar una verdad no es la solución. Una mentira repetida miles de veces podrá
convertirse en verdad a los ojos del ingenuo o el necio, pero sigue siendo una
bastarda mentira.
El Pueblo Ecuatoriano,
ante el mercado de ofertillas, entre lo malo del presente y lo peor del ayer, se
ha decidido por 4 años más de “Socialismo del siglo 21”, sin tener conciencia
de qué mismo significará esa muletilla, tan febrilmente repetida por su locuaz
caudillo de turno, durante 6 años.
Consciente,
como estoy, de las calidades banales de quienes conforman el Gobierno de la
Involución Ciudadana, así como de las condiciones licenciosas de la
Partidocracia opositora, no resulta difícil predecir que se vienen 4 años más
de pleitos politiqueros, alborotos pendencieros, y no pocos escándalos
públicos. La prensa corporativa continuará actuando como ente político común y
corriente, la vocera oficial del Conservadurismo
tradicionalista; de la misma manera, la prensa pro-gubernamental continuará
defendiendo servilmente los futuros dislates del caudillo, así como, encubriendo
los potenciales latrocinios del fascismo bolivariano; en otras palabras, se
viene más del mismo relajo de los últimos 6 años.
Ante tales
circunstancias, no quedaría más que encomendarse a San Eleuterio de Nicomedia,
patrono de los imposibles; quién sabe, tal vez el arcaico santurrón, con sus beatos
oficios consiga exorcizar los fantasmagóricos y enviciados apetitos de todos
aquellos politicastros ecuatorianos, ansiosos de poder y riquezas. Aunque
improbable, que Don Eleuterio y su báculo mágico puedan hacer algo contra
aquella, ya famosa, profecía que dice que: “El Ecuador no será destruido por
temblores, volcanes, tsunamis o asteroidazos, sino por, malos gobiernos.” Por
lo mismo, ante lo evidente de una realidad, y la concluyente victoria de los
fascistas bolivarianos, la nueva partidocracia, solo resta decir: “¡A lo hecho,
pecho!”.
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