jueves, 26 de julio de 2012

Sodoma, y los candidatos a la presidencia del Ecuador.


Literalmente comenzó la carrera por alcanzar la Presidencia del Ecuador.  A pesar de que raramente enciendo la televisión, las pocas veces que lo hago, me encuentro con las campañas propagandísticas de los arcaicos patriotas y mesías, que proclaman y vociferan, salvarán al Ecuador de la violencia y eliminarán la pobreza. Obviamente no dicen cómo lo harán, y si lo hacen sus recetas son repugnantemente demagógicas.

Ya por ahí asomó el oligarca que usa su partido político como mecanismo de protección de sus empresas. Más allá un banquero, sí un banquero, vinculado con el socialcristianismo y la democracia cristiana (conservadurismo tradicional) que ahora pretende caminar con el pueblo para “mostrarle como alcanzar el éxito”. Aunque no creo que esté dispuesto a confesar los secretos enmarañados y turbios de la bancocracia. Por acá el ídolo de las multitudes socialistas del siglo 21, el caudillo que ha venido haciendo propaganda desde que inició su mandato hace casi seis años. El Burócrata por definición que se cree “su majestad” solo porque ostenta el cargo de “presidente de la República”, un cargo apenas delegado por los ecuatorianos.

Seguramente en el transcurso de días y semanas nuevos “salvadores de la Patria “, aparecerán, promocionando su deseo melifluo de sacrificarse por el País. Algunos buscando una bicoca barata y otros en pos de la teta mayor de la vaca estatal.

Mirando la calaña de semejantes candidatos, uno se pregunta, ¿y dónde están los candidatos de la gente honrada?; pero más todavía, ¿dónde está la gente honrada? Nos dicen que los ecuatorianos buenos somos más; y yo digo: ¿dónde están los buenos ecuatorianos? Los profetas de intenciones inocentes si no dudosas nos amenazan con la siguiente frase: “La gente perversa puede cometer sus infamias porque la gente buena se calla o no hace nada.” Pero entonces, protesto: ¿Dónde está la gente buena del Ecuador?

Acaso resulta imposible que los ecuatorianos honestos y decentes del País sean incapaces de auto-convocarse y asociarse para presentar una candidatura de gente honrada. Protesto: ¿dónde están los liberales? Y no refiero a los incautos o tramposos que creen que el Liberalismo lo inventó Eloy Alfaro Delgado, o a esos curuchupas que creen en el mercantilismo económico o en el filibusterismo financiero. Cuando hablo de liberales me refiero a la gente que cree en el derecho de las personas, de los civiles o los ciudadanos a decidir, escoger o elegir libremente en ambientes de paz y tranquilidad. ¡Dónde están! La verdad es que en este País no deben existir más de 1000 liberales disgregados a lo largo y ancho del País, y sin duda estoy siendo generoso. Los historiadores de pacotilla y los progres del socialismo del siglo 21 nos hablan de revoluciones liberales, y yo digo: ¡cuáles revoluciones!, si el conservadurismo ha mandado y sigue mandando desde la creación de la República Ecuatoriana. 182 años de curuchupismo fascista.

Cuando uno mira las condiciones quienes han sido dictadores y presidentes de este País, uno entiende. Cuando uno mira la calaña de los candidatos a la presidencia de la República, uno entiende. Cuando observas a la masa social votando por los mismos modelos torcidos, demagógicos, inmorales y desvergonzados, generación tras generación, elección tras elección, uno termina entendiendo.

Los políticos no son los únicos responsables del desastre de los países: los políticos simplemente son lo más representativo de un País, la esencia de una idiosincrasia: ora la sabiduría de una sociedad inteligente, ora la ruin astucia de una sociedad engañosa y mezquina; ora el bálsamo purificador, ora el miasma repugnante. El Político es a la sociedad, lo que la sociedad al político. Por eso al observar a tanto energúmeno y corrupto ocupando los diferentes cargos de elección popular, protesto una vez más: ¡Dónde está la gente honrada del Ecuador!

Muchas veces escucho a determinada gente quejarse de los impuestos, de la incapacidad de los funcionarios públicos, de la corrupción de los politicastros, de la burocracia abusiva en general; y entonces, cuestiono, por qué no hacen algo. Lo irónico es que algunos de los que más se quejan del sistema son los primeros en ofrecer su voto a los políticos profesionales que luego ya enquistados en el poder saciarán sus bajas pasiones.

La Biblia narra un cuento acerca de la destrucción de dos ciudades. Sodoma y Gomorra. El caudillo Abraham al conocer de la decisión del Dios religioso, le pregunta: “¿Destruirás al justo con el impío? Quizá haya 50 justos dentro de la ciudad.” Entonces el dios religioso le respondió: Si hallare en Sodoma 50 justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos. Abraham vuelve a insistir una y otra vez, “si fueran, 45, o 40, y que tal si solo son 30, o solo haya 20. Y el Dios religioso respondía no lo haría por amor a aquellos: hasta que llegó la cifra de 10,y entonces el Dios de Abraham respondió: por amor a esos 10 no la destruiré; y entonces, dice la Biblia que Dios se retiró y Abraham se volvió a su lugar; mientras Sodoma y Gomorra sucumbían arrasadas por el fuego caído del cielo.

Atendiendo los parámetros que se consideraron al momento de decidir la destrucción de Sodoma y Gomorra, pregunto, ¿Cuántos ecuatorianos serían considerados justos? Menos mal, últimamente no se destruyen ciudades por causa de la corrupción desenfrenada de sus habitantes o de la mayoría de estos. En cambio, sí se lo hace por el ansiado petróleo, o por el control geopolítico de determinadas zonas del planeta, o por el simple placer sádico de imponer una falsa democracia hecha a imagen y semejanza del sadismo fascista.

Que dilema verdad, ¡qué dilema! Ya aparecieron nuevamente en épocas de elecciones los Moisés criollos, los tetrarcas de la partidocracia antigua y nueva, que nos anuncian llevarnos hacia la Tierra Prometida donde fluye leche y miel; pero cuyas verdaderas intenciones son instalar los Infernales círculos de Dante, aquí mismo en esta falsa isla de Paz, donde supuestamente los ecuatorianos buenos son más. ¡Sí, tú … cómo no! 

        

sábado, 14 de julio de 2012

Había una vez un planeta llamado Nibiru .....



Había una vez un planeta que se llamaba Nibiru. Era enorme. Admirado desde el espacio, se mostraba de un color rojo intenso, ligeramente turbio, posiblemente debido a la constitución gaseosa de la extremadamente densa capa atmosférica que le ofrecía protección; gracias a ésta, Nibiru toleraba sin problemas las brutales fuerzas cósmicas que lo azotaban todos los días. Precisamente aquella atmósfera tan particular había creado las condiciones suficientes para que la vida se desarrolle en aquel planeta. De hecho existían criaturas inteligentes que habían fundado una gran civilización, imponente y poderosa, que a lo largo del tiempo había conseguido desarrollo y prosperidad: los nibiranos. Su sistema de gobierno era monárquica hereditaria; y si bien existían clases sociales, la vida en Nibiru era relativamente aceptable y provechosa para la gran mayoría, si no la totalidad de los nibiranos.

Físicamente poderosos, longevos, erguidos, bípedos, con brazos y manos, aunque con rasgos fisonómicos semejantes a un reptil, algunos incluso con cola, los nibiranos gobernaban Nibiru. Pero, la dinámica del Universo tenía preparado un reto mortal para los habitantes de Nibiru. Sorpresivamente la capa de gases y partículas que protegían al planeta empezó a resquebrajarse. Al debilitarse la densidad de la atmosfera, los diferentes rayos cósmicos empezaron a ingresar al planeta casi libremente, ocasionando graves perjuicios a la salud y vida no solo de los nibiranos sino de toda especie viva del planeta. Los científicos analizaron el problema y encontraron que la solución radicaba en recubrir las zonas agrietadas con grandes cantidades de partículas de oro. Así lo hacen. La solución funciona, pero surge otro problema, Nibiru carece del oro suficiente. Entonces, el Rey Anu, convoca a sus ministros; y entre éstos a sus hijos; el primogénito Enki, y el segundo, Enlil; el primero, un científico aventurero, al que no le daba miedo experimentar; y el otro, un guerrero pragmático, impávido e insensible. Luego de discutir las opciones, deciden enviar a Enki a un planeta azul de un sistema solar cercano, desde donde un astronauta nibirano Alalu, un rebelde, decía haber encontrado oro en grandes cantidades. Entonces Enki y un grupo de nibiranos viajan al planeta azul, al que llamaremos Tierra.

Finalmente Enki llega a la Tierra y se encuentra con Alalu; quien le informa de las particularidades del planeta. De inmediato el científico nibirano empieza a buscar el ansiado oro. Concomitantemente fundan puestos de avanzada y fortines, así como centros de despegue de sus naves. Enki empieza el proceso de extracción del mineral y lo envía tan rápido como puede hacia su planeta natal.

El oro es recibido en Nibiru con gran esperanza y felicidad. Sin embargo las cantidades que empiezan a ser recibidas no son suficientes, y Anu, decide enviar a otro contingente de nibiranos encabezados por su hijo Enlil, a quien entrega el mando principal, relegando al segundo lugar a Enki. Cuando Enlil, llega a la Tierra, y comunica  las órdenes a su hermano, éste, se enoja pero, acepta la decisión de su padre.

Con la llegada de más nibiranos se crean nuevos asentamientos y nuevos centros mineros. Inmediatamente se construye una base que sirva de puerto de enlace, en el cuarto planeta de aquel sistema al que llamaremos Marte. En aquel lugar se instalan un grupo de nibiranos que serán los encargados de transportar el oro desde la Tierra hasta Nibiru. Los nibiranos asentados en el planeta azul, toman el nombre “Anunnaki”, mientras los otros, los que permanecen en Marte se los denomina “Igigi”.

El duro trabajo genera una rebelión de los anunnaki y los igigi. Entonces a Enki se le ocurre la idea de alterar la genética de una especie nativa de la Tierra, muy semejante a la raza de Nibiru. Luego de experimentar una y otra vez con la especie terrícola y de continuos fracasos, Enki, utiliza su propio código genético y de esa manera aparece el primer ser humano sobre la faz de la Tierra.

El hombre al tiempo que es usado en las tareas de prospección y extracción del oro, empieza a prosperar y a reproducirse. La raza creada es el orgullo de Enki, aunque Enlil al conocer los detalles de la creación de la nueva raza, mira con recelo al hombre. Muchos “anunnakis”, como “igigis” se sienten atraídos por las hembras humanas y al procrear la raza humana se perfecciona enriquecida por los genes nibiranos. Una catástrofe natural le permitirá a Enlil mostrar su desafecto por el hombre. Una inundación ocasionada por el deshielo de los polos amenaza destruir a la raza humana. Enlil, ordena abandonar la Tierra, e impone que nadie ayude a la humanidad, y que sea el destino quien decida si deben o no desaparecer de la faz de la Tierra. La inundación es devastadora; y solo se salvan pequeños asentamientos humanos ubicados en lugares montañosos donde las aguas no llegaron, además de un pequeño grupo que fue alertado y protegido por Enki, que amaba su creación y no deseaba verla extinguida.

Los anunnakis, a salvo en sus naves, miran desde la atmosfera la enorme desgracia,  sufren por la destrucción de la raza humana y hasta el propio Enlil lamenta lo que pensaba había sido el final de la vida en el planeta, aunque luego, al conocer de la intervención de Enki muestra sus desavenencias con su hermano. Transcurren los años. Nibiru se salva gracias al trabajo de los anunnaki y los igigis. La humanidad vuelve a prosperar ayudada por los extraterrestres, a quienes consideran dioses, y por lo mismo les ofrecen culto. Sin embargo surgen enfrentamientos entre los herederos de Enki y Enlil, por el control de la Tierra. Durante las batallas la humanidad está a punto de ser destruida por las terribles armas de los combatientes annunakis e igigis. Sin embargo, a pesar de todo el ser humano sobrevive. Anu, decide que tanto anunnakis e igigis regresen a Nibiru y no intervengan más en los destinos del planeta azul a quien le debían la sobrevivencia de la civilización y raza de Nibiru. Y todos vivieron felices y contentos….., todos menos algunos humanos que se preguntan, ¡qué diablos hacemos en este conflictivo y complejo mundo!
    
Nota: El relato anterior es un resumen muy suscinto de la obra literaria "El Libro Perdido de Enki" del escritor, arqueólogo y antropólogo Zecharia Sitchin.