jueves, 29 de noviembre de 2012

Elecciones Ecuador. Febrero 2013. Escenarios hipotéticos.



Finalmente los ecuatorianos conocemos la lista completa de los candidatos a la Presidencia de la República; patriotas dizque desinteresados, herederos del Moisés bíblico, dispuestos a sacrificar sus oblongos intereses personales, por el bien de la Patria, o eso es lo que generalmente dicen, claro siempre durante la  campaña electoral, porque, ya en el poder, se vira la tortilla; ¿cierto?

Pues sí, el Consejo Nacional Electoral aprobó el rol definitivo. ¿Quiénes son?; por cuestiones de tiempo e importancia nombraré únicamente a los presidenciables, así: Rafael Correa Delgado por “Alianza País”, Álvaro Noboa Pontón por el “Prian.”,  Guillermo Lasso por “Creo.”, Lucio Gutiérrez por “Sociedad Patriótica”, Nelson Zavala por el “Pre”., Norman Wright por “Ruptura de los 25”,  Mauricio Rodas por “Suma”, y Alberto Acosta por la alianza “Movimiento Popular Democrático-Pachakutic”. Sin duda 8 personajes que reúnen si no todas, ¡sí!, las principales características de la connatural idiosincrasia ecuatoriana.

En un video anterior, respecto de este mismo tema, señalaba que no me importaba, quién ganase el premio mayor de la “Lotería electoral ecuatoriana”, entre otras razones por las particularidades bochornosas que engloban el escenario monopólico, ambiguo, amoral y descarado en el que se desarrolla el sainete desvergonzado, y porque los actores políticos y las tendencias siguen siendo exactamente las mismas, es decir, el pasado político ignominioso se ha estancado en un presente idénticamente odioso; he ahí el conservadurismo tradicional, y el típico socialismo, siempre acompañados de una dosis de nacionalismo y populismo. Nada fuera del tópico politiquero. De ahí que, haya decidido que, continuaré recurriendo a la opción digna, justiciera y liberadora que ofrece el Voto Nulo. Sin embargo, en virtud del derecho que tengo a decir lo que pienso sobre el proceso electoral que se viene, he decidido desarrollar un análisis general respecto de los potenciales vencedores de esa ignominiosa lid electoral.

A ver; todos sabemos que el candidato con mayores posibilidades es Rafael Correa. Ya en otro video señalé cuales eran los motivos de aquella popularidad, de manera que no nos detengamos a considerar tal tema; simplemente está claro  que Correa hasta principios de diciembre del 2012 lidera las encuestas. En segundo lugar estaría el banquero Guillermo Lasso. En seguida, tercero, aparecería Lucio Gutiérrez. Peleándose cuarto lugar estarían Álvaro Noboa y Alberto Acosta; sexto, Nelson Zavala; y finalmente, Mauricio Rodas y Norman Wright disputándose el sétimo puesto.

Ahora bien, dejemos de lado las encuestas tramposas y falsas, promocionadas interesadamente por unos y otros candidatos; es manifiesto que, si les preguntamos a los encuestadores de Correa, dirán que éste, tiene preferencias del 70 y 80 %; en tanto que cualquiera de los otros candidatos se jactará de que sus informes pagados lo colocan en un virtual empate técnico con el caudillo de Alianza País. Falacias todas sin duda. Partamos más bien de datos hipotéticos basados en las percepciones que resultan de palpar las intenciones, afectos, y animadversiones que los diferentes candidatos generan en el electorado; eso se consigue básicamente, escuchando la voz de la calle.

En tal virtud, divaguemos y planteemos posibilidades; así, supongamos que, Correa tiene una intención de voto de un 30 y 35 %; Lasso, un 15 a 20 %, lo mismo, Lucio Gutiérrez; Noboa con un 10% al igual que Acosta; Zavala del “Pre.”, con un 3 o 4%; en tanto Rodas y Wright, como es obvio, sin mayores posibilidades, compartiendo un 1%. Los votos blancos 4%, dada la condición de los mismos prorrateémoslos  a los candidatos con mayores opciones. Y finalmente el honroso Voto Nulo que generalmente en el Ecuador abarca un 5 o 7%; al que haremos abstracción, porque quienes adoptan esta opción para rechazar la corrupción del sistema generalmente se ratifican en la misma cualquiera sea la encrucijada electoral planteada; por lo mismo concentrémonos en los oficialmente llamados “votos válidos”. Analicemos las posibilidades sobre este hipotético escenario.
     
Como es bien sabido y si no lo sabían entérense, Rafael Correa ha venido haciendo campaña desde que inició el Gobierno de Alianza País, 6 años atrás. Obviamente su proselitismo se va a incrementar más todavía durante el período de campaña; pero, el problema para Correa radica en que estaría por alcanzar su tope máximo. No hay que olvidar que Correa ha sufrido muchas deserciones y repudios de grupos políticos y movimientos sociales que fueron sus aliados y fortines claves para su triunfo, 6 años atrás. Además está el desgaste político consecuencia de la bravuconería constante de Correa, del fascismo burocrático de su gobierno, y los actos de corrupción de muchos funcionarios gubernamentales que por cierto, han intentado ser maquillados por la prensa afín a Correa y encubiertos por los asambleístas gobiernistas, aspectos ofensivos que no han pasado desapercibidos. Todos estos aspectos negativos han hecho que muchas personas que apoyaban a Correa, ahora, le den la espalda o rechacen al líder del fascismo bolivariano.

Rafael Correa, para ganar en las elecciones de febrero del 2013, necesita conseguir  la mayoría absoluta, es decir el 51 % de los votos; o, alcanzar el 40% del total de votos y superar con 10 puntos al candidato que quede en segundo lugar. Cosa muy difícil, la primera opción, es decir, que Correa llegue siquiera al 50%; porque como ya mencioné, el desgaste sufrido es muy notorio. Aunque tampoco imposible, en cualquier caso le va resultar muy dificultoso. De manera que la posibilidad de una segunda vuelta parece inminente, salvo que se presente algún sospechoso contingente ambiguo.

Ahora bien, el peor escenario que se le puede presentar a la candidatura de Correa es una segunda vuelta electoral. Si Correa no gana en primera vuelta, le será muy complicado conseguir una victoria en la segunda vuelta. Como ya mencioné Correa ha estado en permanente campaña electoral, y, a pesar de ese proselitismo, ha perdido seguidores. Lo cual significa que aunque Correa intensifique su campaña durante Enero,  no logrará niveles de aceptación contundentes. Un indicio que demostraría el temor, recelo o dudas de la candidatura de Correa radica en los videos desarrollados por la Secretaria Nacional de Comunicación y transmitidos por televisión nacional en los que se recuerda el pasado vergonzoso de dos de sus principales rivales; campaña que está prohibida por ley. Pero continuemos. La mayoría de quienes ya no votarán por Correa, posiblemente lo harán ora por Lasso, ora por Gutiérrez, ora por Acosta, ora por otro candidato. Hay que considerar que los rivales de Correa, no han estado haciendo proselitismo directo, por lo mismo, dependiendo de la efectividad de sus campañas, podrían subir 10, 15 puntos o más, ora individualmente, ora en conjunto; con lo cual forzarían una segunda vuelta. Los 15 puntos que los candidatos rivales de Correa necesitan acumular para lograr una segunda vuelta son la misma cantidad de puntos que Correa necesita ansiosamente, pues de conseguirlos, la reelección estaría garantizada.

Como mencioné si Rafael Correa no gana en la primera vuelta; estaría despidiéndose de la presidencia, y más le valdría ir haciendo la reservación del boleto para Bélgica, porque la segunda vuelta se le presentaría color de hormiga. Analicemos. Si Correa no gana en primera vuelta significa que no logró alcanzar el 51 %, o que superando el 40%, no logró la ventaja de más 10 puntos porcentuales, e incluso que ni siquiera alcanzó el 40%. Volvamos a los supuestos planteados, Lasso 20 o 25%, Gutiérrez 15 0 20%, Noboa 10 o 12 %, los tres, candidatos del bando conservador; Acosta o Pachakutic, 10 a 12 %; y el Pre., sin Abdalá Bucaram el 2 o 4%. Abstengámonos de dar nombres, y digamos que el candidato del conservadurismo tradicionalista que llegue a segunda vuelta, será apoyado por los otros candidatos conservadores; tan evidente es este hecho, como que, el electorado de Lasso, Gutiérrez o Noboa no votará, ni votaría por Correa. Entonces sumemos: 22% L+ 15% G+ 10%N= 47% a favor de la tendencia conservadora tradicionalista. Además está el Pre., con su 2 o 4% que posiblemente apoyaría al candidato rival de  Correa, aunque tratándose del Pre., nada está dicho. Entonces tenemos al conservadurismo con un 47% mínimo. Si añades a ese panorama, a Pachakutic, con 10 o 15%, entonces tenemos a un Correa que se quedaría con un  37 o 39 %. Es decir, Pachakutic, que tiene como candidato a Alberto Acosta, de darse una segunda vuelta, podría definir la suerte del futuro presidente ecuatoriano.

Pero, ¿a quién apoyaría Pachakutic? La animadversión que los principales cuadros de Pachakutic sienten por Correa es evidente, pero tampoco se sienten identificados con Lasso, Gutiérrez, o Noboa. Resulta incierto predecir, cuál sería la decisión de Pachakutic, claro, siempre considerando el hipotético escenario. Sin embargo, las persecuciones de que han sido víctimas muchos de los líderes de ese movimiento político durante el gobierno de Correa podrían terminar siendo decisivas. Además, las continuas peleas verbales de Correa con algunos de los líderes indígenas podrían influir en las decisiones finales de aquel grupo. La costumbre de Correa de pelearse con todos y por todo, podría terminar costándole la reelección presidencial.

A ver; Pachakutic, podría apoyar a Correa, pero, también podría votar por el candidato conservador. Pero,  ¿qué es, lo que más le conviene a Pachakutic? ¿Votar por el candidato del conservadurismo tradicionalista, o votar por el candidato del fascismo bolivariano? Claro, también está la posibilidad de no apoyar a ningún candidato, por lo menos no oficialmente. Sin duda, un dilema difícil de prever. Sin embargo, Pachakutic, seguramente, considerará su futuro en la Asamblea. Entonces, ¿qué le es más propicio, Correa, o un presidente nuevo? Rafael Correa se ha mostrado como un político manipulador, maquiavélico, prepotente, y sin duda ese mismo estilo se mantendrá de ser reelegido; aunque, los otros candidatos no se caracterizan por ser modelos confiables y respetables, después de todo representan las mismas viejas tendencias solo que con marcas y denominaciones nuevas.

Está claro que, gane quien gane, Pachakutic, hará oposición al próximo gobierno. Entonces, debería darle lo mismo que gane Correa o gane el otro candidato. Pero, no necesariamente es así. No hay que olvidar que durante su Gobierno, Correa ha conseguido colocar en los niveles directivos de las otras funciones del Estado a personajes que le son incondicionales; esa realidad, seguramente no será soslayada por los líderes del movimiento indígena; es obvio que, si Correa vuelve a ganar, todas aquellas autoridades que se encuentran enquistadas en entes como Contraloría, Fiscalía y Cortes Judiciales, Consejo Electoral, Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, serán ratificadas, pero, si Correa pierde, todos aquellos funcionarios caerán como piezas de dominó, uno tras de otro.  Además hay otro asunto, el discurso de Correa es muy similar al de Pachakutic, pero, opuesto al de los candidatos conservadores; lo cual, en este caso, no significa que sea un punto de unión, más bien todo lo contrario; es mucho más fácil hacer oposición a un gobierno descaradamente conservador, que a un gobierno fascista pintado de socialista y guevarista.

Mas, una cosa está más que patente, al final, si se da un evento como el planteado, serán los intereses de grupo los que terminen imponiéndose, ¿a favor de qué lado?................ ¡quién lo sabe, quién lo sabe!....... El Pueblo que supuestamente elige, ciertamente no. 

domingo, 25 de noviembre de 2012

"Eloy Alfaro y sus victimarios" de José Peralta. Comentarios y reflexiones.





Acabo de terminar de leer el libro “Eloy Alfaro y sus victimarios. Apuntes para la Historia Ecuatoriana”. Debo señalar que los relatos de Peralta conjuntamente con los escritos de Juan Montalvo son de lo mejor – quizá lo único rescatable –  que he leído sobre opinión política y narrativa histórica de mediados y finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

No quisiera entrar en detalles respecto del contenido del libro de Peralta, más bien quisiera invitarle a que sea usted ecuatoriano, claro, siempre y cuando no sea un poseído borrego humanizado, sectario e intolerante, invitarle  digo, a que acceda por interés propio al libro, en el que, uno de los pocos amigos leales con los que contó Eloy Alfaro Delgado, narra las vicisitudes, aprietos, componendas, traiciones, y crímenes que se desarrollaron durante mediados de 1911 hasta marzo de 1912; período de tiempo en el que se suscitaron los bochornosos, sangrientos e ignominiosos hechos que afrentan la dignidad humana y manchan los anales de la historia ecuatoriana.
    
Como mencioné no quiero entrar en detalles expresos acerca de las anotaciones con las que Peralta censura, - con algo de emotividad, por cierto, explicable, considerando el suplicio inenarrable al que fueron sometidos sus amigos y conocidos - las infames felonías, los crímenes brutales, la profanación canibalesca, y la repugnante impunidad. Mas, en los siguientes párrafos dejaré señalados ciertas reflexiones, comentarios y conclusiones que considero importantes.

Peralta relata con evidencias y pruebas comprobables, generalmente declaraciones realizadas por los propios complotados, quiénes, a su parecer, fueron los asesinos materiales, pero sobre todo señala con nombres y apellidos a los potenciales criminales intelectuales; además, desarrolla una serie de análisis lógicos, que, si no demuestran fehacientemente quienes fueron las mentes grises y perversas que planearon, organizaron y ejecutaron los asesinatos de Eloy Alfaro y sus lugartenientes, los pone en el centro mismo de la picota pública, para que sean juzgados no por la opinión pública conservadora o seudo liberal, sino por la conciencia del hombre libre.

José Peralta describe los antecedentes, las razones, los vericuetos, los personajes, los encubrimientos, la doble moral, la hipocresía,  la estupidez, el salvajismo, la beatería de una época vergonzosa atiborrada de los peores crímenes que la humanidad decadente podría cometer. Narra, comenta, recuerda, plantea, ofrece, discurre, reflexiona, divaga, culpa, protesta, acusa, denuncia; y al mismo tiempo reconoce errores, limitaciones, debilidades, ingenuidades, afectos, consciente e inconscientemente.

Luego de terminar de leer “Eloy Alfaro y sus victimarios”, una serie de preguntas se colaron en mi mente, por ejemplo: ¿Por qué el mencionado libro no había recibido la publicidad que un escrito de tales características merecía? ¿Por qué José Peralta, ciertamente un verdadero liberal, apenas si era nombrado, excepcionalmente, cuando se mencionaba la masacre de los alfaristas? ¿Quién o quiénes se habían encargado de desterrar el nombre de Peralta y su trabajo literario de las bibliotecas, de los textos de historia y de la memoria del colectivo ecuatoriano? Enseguida me di cuenta que la respuesta estaba en las páginas del libro que Peralta se había atrevido a redactar. Los mismos que conspiraron y saciaron su sadismo vengativo humillando, torturando, acribillando, acuchillando, destrozando, desgarrando, apaleando, arrastrando, devorando y quemando a los líderes del Alfarismo, ¡ésos mismos!, que a través de escribidores mercenarios,  escritores clericales, editorialistas conservadores y seudo liberales y en general de la prensa sectaria, bestial y falaz que instigó, festejo y luego encubrió los crímenes de aquella triste y vergonzosa época, lo seguían haciendo, diez, veinte, cuarenta, ochenta, noventa años después de cometidas las felonías, los asesinatos y las profanaciones.

¡Cuestiono!, ¿por qué los dueños de la opinión pública tradicional han promocionado a escritores clericales como el conservador Jorge Salvador Lara, reconocido antialfarista y antiliberal? ¡Protesto!, ¿por qué “la Hoguera Bárbara” de Alfredo Pareja Diezcanseco ha merecido tanta publicidad? Incluso, recientemente, el diario conservador “El Comercio”, mencionado en el libro de Peralta, promocionaba una nueva versión de los hechos de Enero de 1912 según la percepción interesada de un escribidor de orígenes velasquistas, es decir, de claros vínculos conservadores. Pero, ¿y Peralta? Nadie o casi nadie hablaba o habla de José Peralta, el canciller de Eloy Alfaro. Para vergüenza, debo señalar que, las pocas referencias a José Peralta y a su libro vienen del sector socialista y comunista, que carentes de figuras respetables o protagónicas en la Historia Nacional Ecuatoriana, se han apropiado abusivamente de las reputaciones de los alfaristas caídos en desgracia. ¡Qué vergüenza! ¡Sí, qué vergüenza!, 100 años después del sanguinario magnicidio, el odio contra el Alfarismo no se ha disipado en las mentes de los herederos de la prensa “libre e independiente” propiamente conservadora, y qué patético, que los aduladores de regímenes y doctrinas totalitarias como el socialismo y comunismo se hayan vestido con la memoria de la masacre de Enero de 1912 y con la bandera muerta del Alfarismo.

El libro de José Peralta, “Eloy Alfaro y sus victimarios, apuntes para la Historia Ecuatoriana” es un documento histórico que denuncia la verdad de un pasado abominable: cuando el clericalismo fáctico tiranizaba todo aquello que no se sometía dócilmente al monaquismo feudal; cuando pensar libremente estaba prohibido so pena de que tal hereje sea encarcelado, desterrado e incluso ejecutado; cuando el conservadurismo chapetón imponía brutalmente sus reglas comerciales, políticas, económicas y sociales. Pero, adicionalmente, las narraciones de Peralta descubren la realidad  del político ecuatoriano, de la política ecuatoriana, de la idiosincrasia ecuatoriana. Los relatos de Peralta señalan una verdad incómoda para unos y escandalosa para otras; en el Ecuador de ayer los partidos o movimientos políticos no se conformaban sobre la base de ideologías o doctrinas filosóficas; en el Ecuador de ayer, no existían partidos políticos, sino mafias de politicastros con apetitos e intereses polutos y sectarios. Aquella historia veraz explica la pobreza, la ignorancia, la estupidez y la beatería de los tiempos contemporáneos. “Quién no conoce su pasado está condenado a repetirlo”, dice un axioma popular, por eso las obras veraces de hombres como José Peralta son escondidas, proscritas y sus autores desterrados de la memoria individual y social. Lo que no se publica en los medios conservadores que monopolizan la opinión pública, sencillamente no existe.

Si analizas serena y conscientemente el actual escenario político infecto, constatarás que el político ecuatoriano de principios del siglo XXI fácilmente se confunde con el político de principios del siglo XX; para ser más exacto el político profesional ecuatoriano ha permanecido estancado, y si ha mutado ha sido para envilecerse aún más que sus abyectos antecesores.

Los actuales aduladores del conservadorismo moderno, aquellos pocos que se han atrevido a mencionar a Peralta y sus denuncias, lo tachan de sectario y alcahuete de Alfaro. ¡Qué ridículo! ¡Qué calidad moral tienen los más fervientes aduladores del conservadurismo totalitario, fieles y fervientes encubridores de los abusos del monaquismo moderno! Ciertamente que hay personajes que no conocen el concepto de vergüenza, pues periódicamente venden su conciencia por algunas piezas de plata unos, y por muchas, otros. José Peralta podrá incurrir en excesos a favor de su amigo, quizá la emoción al recordar a su compañero destrozado e inmolado por la alianza incestuosa entre seudo liberales y conservadores lo enardeció, en excepcionales pasajes de su relato, al idealizar el Alfarismo; pero, hay un hecho que la prensa conservadora y clerical no podrá negar jamás, el complot ruin, la traición infame, la tortura canallesca, el asesinato cobarde, la profanación sanguinaria,  la quemazón nefanda, la  algarabía demencial y el encubrimiento ignominioso. ¡La infamia del 28 de Enero de 1912 sucedió!; y José Peralta, un ecuatoriano valiente, tuvo la insigne audacia de recordárnoslo en sus apuntes para la historia ecuatoriana. 
   
Los principios de la República no estuvieron bendecidos por la virtud de hombres honestos. Las primeras décadas del Ecuador no estuvieron engrandecidas por los pensamientos geniales y sublimes de estadistas probos y preclaros.  La prueba irrefutable radica en el hecho de que los chapetones oligárquicos escogieron como primer presidente al mercenario Juan José Flores; es decir, necesitaban un bruto que imponga la ley de la violencia y el terror, mas no, un hombre honrado e inteligente que construya en base a justicia, consensos y tolerancia.

Si bien es cierto que Eloy Alfaro ya en el poder emprendió una serie de reformas positivas como la culminación del ferrocarril que unió sierra y costa, y consiguió a través de reformas legales limitar el poderío clerical y conservador, sin embargo, los gobiernos alfaristas no fueron precisamente un paraíso de libertades, no solamente por las venganzas generadas por las vilezas cometidas en el pasado por las dictaduras clericales y las tiranías conservadoras, sino por los abusos y corruptelas que seguramente  debieron cometer muchos de los aduladores, secuaces y esbirros de Alfaro; muchos de los cuales se volvieron sus peores enemigos cuando Don Eloy perdió el poder. No debemos olvidar el oscurantismo moral que dominaba el Ecuador de aquellos tiempos. En aquellas tenebrosas épocas la mayoría de ecuatorianos no sabía leer ni escribir, gracias al conservadurismo reaccionario; aquellos beneficios estaban reservados únicamente para las clases sociales privilegiadas. Basta considerar que, si en la actualidad, la gran mayoría de personas desconocen lo que realmente representa la doctrina liberal, pues más de un zoquete la confunde con capitalismo fundamentalista, bancocracia, librecambismo y mercantilismo, imaginen aquellos lúgubres tiempos en los que predominaban el analfabetismo y la inepcia.

El Alfarismo aunque implantó algunas reformas ciertamente liberales, no necesariamente representaba verdadero Liberalismo, ni tampoco ese cártel llamado “Partido Liberal Ecuatoriano” estuvo constituido por liberales, salvo quizá por un pequeñísimo número de personas que entendían la doctrina liberal, entre ésos José Peralta. No considero justo tolerar un asqueroso maniqueísmo idealizando a los alfaristas, simplemente por ser seguidores de Eloy Alfaro.

Con el brutal magnicidio de Eloy Alfaro y sus lugartenientes, el conservadurismo, el clericalismo, las facciones seudo liberales de Leonidas Plaza Gutiérrez y la jorga de tránsfugas que gobernaban detrás de la figura del dictadorzuelo Freile Zaldumbide, erradicaron el  “Alfarismo” para siempre, no se puede negar aquello. Eloy Alfaro fue durante varios años el caudillo principal del “Partido seudo Liberal ecuatoriano”, y sobre su caciquismo, poderío y reputación se construyo el “Alfarismo”. Cuando Don Eloy y los principales representantes del Alfarismo fueron eliminados, éste,  desapareció.  Lo que se vino después fue un uso repugnante y asqueroso del nombre y reputación de Alfaro, del asesinato y quemazón de los alfaristas. Políticos carentes de escrúpulos, unos más que otros, han comercializado la masacre alfarista con finalidades vergonzosas. Desde siempre las mafias de seudo liberales han tranzado con el conservadurismo imperante, hasta denigrar las denominaciones o expresiones: “Partido Liberal ecuatoriano”  o “Radicalismo Alfarista”; incluso en épocas no tan antiguas; así a finales del siglo XX,  el socialcristiano León Febres Cordero, llegó al poder  apoyado por el “Partido seudo Liberal ecuatoriano” que puso vicepresidente. Durante aquel gobierno conservador, un grupo de incautos, pretendieron tomarse el poder con la violencia e incursionaron en actividades delictivas; tales personajes, se etiquetaron con el nombre de “Alfaro vive carajo”,  imputándose abusivamente la figura y reputación del llamado “Viejo Luchador”, con lo cual se inició una época triste y sangrienta, que nuevamente manchó las páginas de la Historia Ecuatoriana.

Sí, aunque gente interesada en seguir explotando politiquera e inmoralmente la reputación de Don Eloy diga que “el Alfarismo vive”, la verdad es que el terrorismo de la alianza maléfica que asoló el País durante finales de 1911 y principios de 1912 acabó con el “Alfarismo”.

Pero, si bien el barco alfarista se hundió con su hidalgo capitán, el conservadurismo y sus aliados infames no pudieron extinguir al Liberalismo.  Porque el Liberalismo no es propiedad de caudillo alguno. Porque el “Partido seudo liberal ecuatoriano” jamás representó la idea y doctrina Liberal. El hecho de que una persona cualquiera se ponga un sello con la marca liberal, no significa que sea un liberal. A principios del siglo XX el “Partido seudo Liberal ecuatoriano”, estaba conformado por facciones, así: “los alfaristas”; liderados por Eloy Alfaro; “los placistas”, comandados por Leonidas Plaza Gutiérrez; grupos  anti-conservadores, que respondían a varios líderes regionales; e incluso convivían grupos de conservadores supuestamente regenerados. Todos con sus respectivas agendas de grupo, instigando, complotando, y defendiendo sus intereses de grupo.

Seamos claros, el verdadero Liberalismo no protege intereses oligárquicos, ni está limitado en cárteles o subordinado a caudillismos. El Liberalismo ha existido desde que el primer ser humano pensó, analizó, y decidió. El Liberalismo no es propiedad de mafias, gremios o caudillos, ni puede ser patentado por hordas de politicastros. Con la masacre alfarista se extinguió una rama del caudillismo del “Partido seudo Liberal ecuatoriano”, cártel ambiguo que conjuntamente con el partido Conservador tiranizó el país, hasta que finalmente sucumbió ante el poderío del tradicionalismo, especialmente económico y religioso.

Con la masacre de la facción alfarista las otras facciones del “Partido seudo liberal” y los conservadores clericales solo consiguieron demostrar la condición siniestra de quienes dirigían aquellos grupos brutales, y los extremos barbáricos a los que dichos personajes estaban dispuestos a llegar con tal de imponer sus formas totalitarias de control y dirección.

 Si las intenciones de los culpables del holocausto que culminó con la “Quemazón del Ejido”, eran extinguir El Liberalismo, definitivamente fracasaron completa y rotundamente. El Liberalismo existe porque existen personas que se deleitan con la verdad, aman la justicia y disfrutan la  libertad. Hombres como José Peralta y Juan Montalvo. Por lo mismo, mientras haya un civil que repudie la violencia estúpida y ame la creación virtuosa,  existirá el Liberalismo. 

 

martes, 20 de noviembre de 2012

Violencia en el fútbol ecuatoriano.





A raíz de los hechos funestos desarrollados hace un par de semanas en la ciudad de Guayaquil, donde un hincha del club de fútbol “Barcelona”, fue asesinado, en circunstancias aún no esclarecidas, los medios y las autoridades tanto públicas como aquellas que dirigen el fútbol profesional ecuatoriano han empezado con las típicos rasgamientos de vestiduras a clamar que en esta ocasión: “no habrá perdón ni olvido”.

Como tratando de encontrar un responsable lo más pronto posible, para encubrir irresponsabilidades propias, medios y autoridades, le han arrojado la culpa a la barbarie y estolidez de las llamadas “barras bravas”; fenómeno brutal que hasta hace 30 o 35 años era prácticamente desconocido en el Ecuador. En aquel entonces, si bien los equipos de fútbol tenían sus hinchadas, éstas, no se constituían en bandas organizadas o pandillas delictivas, sino que, apenas, se trataban de grupos de amigos que se reunían para alentar al equipo de sus amores; en ese ambiente de relativa paz, en excepcionales ocasiones, algunos hinchas fruto de la pasión o motivados por los tragos, terminaban peleándose con sus similares opuestos, pero, aquellas lides no pasaban de simples encontronazos baladíes.

Pero, las cosas empezaron a cambiar a finales de los años 80 del siglo XX. Al respecto recuerdo las declaraciones de un locutor futbolero famoso por su vulgaridad y sus excentricidades pomposas; resulta que en un foro, una persona, cuestionaba la forma en que ciertos dirigentes de un popular equipo de fútbol de la costa motivaban a sus hinchas; esta persona denunciaba que dichos dirigentes habían traído patoteros extranjeros, principalmente de la Argentina, vinculados con las “barras bravas” de los equipos más populares de aquel país austral, para “entrenar” a las barras locales. Luego que esa persona terminó su declaración, saltó como energúmeno enfurecido el mencionado locutor, y vociferó más o menos lo siguiente: “¡y cuál es el problema, si aquí no saben ni gritar ni apoyar a sus equipos, cuál es el problema que se traiga gente del exterior a enseñarnos como se debe alentar a los equipos!”.
  
En otra oportunidad le escuché a un directivo que llegó a comandar la Federación Ecuatoriana de Fútbol decir que, aquel deporte era una verdadera válvula de escape, al que, la masa popular recurría para descargar todo su infortunio; es decir, según aquel dirigente, famoso por sus exabruptos, liviandades y torpezas, los hinchas que asistían a los estadios de fútbol eran personas amargadas, acomplejadas, frustradas, verdaderos sacos de prejuicios que utilizaban como excusa al fútbol para descargar su ira frustrada, su furia impotente y las bajas pasiones acumuladas durante la semana.

Las declaraciones destartaladas y chapuceras tanto del falso periodista deportivo, como del polémico dirigente futbolero, nos sirven para identificar a dos de los responsables directos de la violencia en los estadios: la prensa deportiva y los directivos tanto de los equipos profesionales como de la Federación Ecuatoriana de Fútbol.

Seguramente usted amigo lector habrá escuchado de boca de los locutorcillos, las abusivas arengas a través de las cuales los cronistas pretenden obligar a las personas que asisten al espectáculo futbolero, a cantar los repetitivos e incoherentes himnos de alabanza y apoyo al equipo con el cual se sienten identificados. Con el cuento de que hay que motivar a los futbolistas, locutores y comentaristas, sugieren, inducen, presionan, en ocasiones alevosamente, a la muchedumbre para que griten a favor de determinado equipo. El abuso de varios locutores se manifiesta con mayor intensidad en los partidos que juega la selección. De ahí que más de un zoquete de esos que fungen de periodistas, cuando la selección no obtiene resultados positivos, tiene el descaro de culpar a la hinchada por no haber gritado lo suficiente. En mi opinión, la gente que asiste a ver un partido de fútbol, y que paga un boleto, puede gritar a favor de su equipo, pero también tiene el derecho de mirar el partido en silencio, si esa es su voluntad, y ningún gacetillero miserable tiene por qué criticar aquella decisión. El hincha ya cumplió pagando su boleto. Las personas van a ver un espectáculo deportivo, no van a desgañitarse coreando expresiones que encubren adoraciones irascibles e ignaras.

Luego están los modelos disparatados que se pretenden importar de otros lares. El ejemplo de la selección uruguaya y la fijación enfermiza que ciertos locutores ecuatorianos tienen con aquella divisa es un muy expresivo. Como es de conocimiento de quienes conocen algo de futbol, la selección uruguaya tiene un historial futbolístico bastante dilatado. Ese historial se basa en aspectos positivos, pero también, en aspectos poco elegantes y nada recomendables. Ciertamente que el fútbol uruguayo ha tenido jugadores con mucho talento, de los mejores del mundo, pero, el fútbol uruguayo también se caracteriza por sus sistemas defensivos extremadamente rudos, bruscos y en ocasiones descaradamente mal intencionados. Tal es, la mala reputación que el futbol uruguayo ha llegado a tener que, en el mundial de México 1986, luego de un partido salvaje contra Dinamarca, se los llegó catalogar como verdaderos “carniceros”. Pues bien, esas tácticas belicosas, esa estratagema grotesca de recurrir al insulto racista, esa forma violenta de destruir al adversario a punta de patadas descalificadores y golpes encubiertos, todo ese conjunto de mañas grotescas y juego sucio que se ha llegado a conocer como “garra charrúa”, es idolatrada por muchos locutores, comentaristas y gacetilleros ecuatorianos.

A niveles tan asquerosos han llegado ciertos comentaristas que incluso una falta cometida por un jugador para evitar la consecución de un gol es plenamente justificada con el cuento de que fue una “falta táctica”. Ciertamente que el futbol es un deporte de choque, de enfrentamiento, de fricción, un escenario donde fluyen pasiones; somos seres humanos, e imbuidos por deseos, obsesiones, intenciones, anhelos y objetivos, podemos ir más allá de donde la prudencia recomienda; aquello sucede en un partido de fútbol, por eso existe un árbitro que dirime, que decide, que imparte justicia. Las faltas son violaciones a la reglas del juego y no pueden ser justificables con el cuento de la “falta técnica o táctica”. Las faltas, por la naturaleza misma del juego, se dan, suceden, pero no pueden ser elevadas a la categoría de “estrategia”, porque entonces premiemos a los jugadores que más goles evitan recurriendo a la “falta táctica”. Los comentaristas, locutores o periodistas deportivos deben entender que cuando relatan un partido de fútbol están cumpliendo tareas de comunicadores sociales, por lo mismo tienen la obligación de ser independientes, objetivos y justos.

Los medios de comunicación con el objeto de sacar más dinero de la promoción de los espectáculos deportivos han contribuido, creando un ambiente propicio para la violencia a través de eslóganes violentos en los que simples partidos de fútbol  son promocionados como “batallas” y “guerras”, meros futbolistas como “guerreros” y “fieros vikingos”, y a equipos de futbol como “falanges”. El fútbol, en aras del simple y común negocio, ha sido desnaturalizado y corrompido a propósito, pues, gracias a la creación de nuevos “circos romanos” se puede conseguir más dinero, y adicionalmente, manipular a las enormes masas que confluyen a esos coliseos, a través de la engañosa publicidad.

En el caso de los directivos está por demás claro que a la mayoría le importa mucho más, recaudar la mayor cantidad de dinero posible, antes que, el espectáculo mismo, o la seguridad de las personas e hinchas que asisten a mirar los partidos de fútbol. Si los directivos estuviesen interesados en frenar la violencia empezarían por crear condiciones de seguridad en los propios estadios, por ejemplo prohibiendo la entrada a todos aquellos sujetos violentos que pública y escandalosamente hacen gala de su fanatismo dentro y fuera del estadio.

Como no va a haber violencia en los estadios o entre las fanáticas hinchadas si los equipos de fútbol son dirigidos por personajes vinculados con el sector corrompido de la política nacional. Si está demostrado que todo lo que toca el patriótico politiquero lo corrompe o lo violenta, es obvio que, nada bueno va a salir de la unión entre el deporte y la mafia política. El fútbol desde siempre, como fenómeno de masas, ha sido principal objetivo de los grupos políticos. Todos los políticos mafiosos se disputan las hinchadas de los diferentes equipos de fútbol. No hay ocasión en que el demagogo mencione al “equipo de sus amores”, generalmente uno de los más populares, pues, de poco les sirve a sus ambiciosas intensiones proclamar sus simpatías por un equipo pequeño con reducida hinchada.

Ciertamente que la condición humana – índole brutal, ciega, indolente, tan característica en los miembros de aquellas verdaderas pandillas más conocidas como “barras bravas”, -  es un factor a enfrentar si se quiere frenar la violencia entre los miembros de las diferentes hinchadas; pero, nada se conseguirá mientras se sigan imponiendo: los clichés ignorantones de ciertos locutorcillos deportivos, los intereses económicos de las corporaciones y de los medios, y los intereses venales de los dizque sacrificados políticos disfrazados de dirigentes deportivos.

El asunto, aún, se vuelve más complicado cuando notamos que la idiosincrasia ecuatoriana es proclive a manifestaciones de ira sinsentido o a tolerar e incluso aceptar manipulaciones descaradas y nocivas.
Ya los “dueños de la verdad” han sentenciado que los únicos culpables de la violencia y demás delitos que se cometen en torno a la pasión futbolera son una  reducida masa de fanáticos futboleros; pero, las evidencias demuestran que en dicha sentencia no están todos los que son, ni son todos los que están.

La pasión futbolera genera dinero, pero también, graves daños colaterales, que los beneficiarios de las enormes ganancias están dispuestos a tolerar. Tomar decisiones que frenen la violencia implica un giro radical en las costumbres y conductas de la masa, y eso puede ser muy peligroso para el negocio.

Seguramente las autoridades públicas nos dirán que “se investigará hasta las últimas consecuencias para dar con los autores de la violencia y los crímenes”; en otras palabras, todo seguirá igual; y de esa manera se seguirá violentando lo agradable de un deporte, así como el derecho de las personas a convivir en ambientes de tranquilidad.