miércoles, 14 de noviembre de 2012
Pequeños Explotados.
El mundo del espectáculo es sin lugar a dudas un antro donde confluyen los vicios más repugnantes que el ser humano es capaz de cometer. Los héroes y heroínas, de los muy comunes y corrientes, las celebridades y famosos, no se caracterizan precisamente por llevar vidas honorables y virtuosas. Escándalos por consumo de drogas, violencia doméstica, prostitución, incluso crímenes, son parte normal en la vida de muchos de aquellos pomposos personajes tan admirados por la chusma social.
Efectivamente, a ese segmento de sociedad vulgar que disfruta con los programas de entretenimiento basura, parece fascinarles los estilos de vida, inmorales y descarados, de aquellos bufones de honorarios onerosos; y si no les fascina, tampoco les molesta, después de todo son sus adorados ídolos.
Sin duda, tanto celebridades y famosos, como programas basura, generan un efecto nocivo en las sociedades que las sufren o disfrutan. Pero, el problema de este tipo de referentes sociales, cuando de adultos se trata, carece de importancia, es decir, los viejos ya son viejos y si no enmendaron de jóvenes, difícilmente lo van a hacer de viejos. El problema radica en los niños y los adolescentes que son diariamente bombardeados por entretenimiento basura. Es obvio que si das de comer información basura a una sociedad, obtendrás a corto mediano y largo plazo, una sociedad repleta de individuos mediocres, vulgares e indignos.
Desde tiempo atrás, los infames mercaderes de la televisión, vienen ofreciendo a las manadas sociales los llamados “reality shows”. Colocan a un grupo de individuos vulgares, en un lugar cerrado, los someten a determinadas presiones y esperan a que dichos personajes se reduzcan de niveles de cretinismo o envilecimiento para que las manadas ansiosas de consumir espectáculos donde priman las bajas pasiones, puedan hartarse de dichos sainetes degradantes.
Si dichos espectáculos, son grotescos y vulgares, tratándose de adultos, ésos, adquieren, además, niveles infames y ruines, cuando los actores de esos concursos bochornosos son niños. Y es que para los ambiciosos mercaderes de la explotación televisiva, el fin justifica los medios, y dado que el fin es el dinero, los medios carecen de importancia, incluso cuando de la salud mental y física de los niños se refiere.
Generalmente los medios televisivos del Ecuador tienen la deshonrosa costumbre de importar las bribonerías de los amorales comerciantes de la televisión argentina, venezolana y mexicana. Sin duda una costumbre vergonzosa, que sin embargo es repetida año tras año. Individuos sin escrúpulos programan shows porquería en la Argentina o en México, y casi enseguida sus similares ecuatorianos los copian, a veces dándole cierto componente folclóricamente ecuatoriano. He ahí el caso del programa mexicano “Pequeños Gigantes”, emulado recientemente por dos cadenas televisivas ecuatorianas.
Ciertamente que la ambición de los dueños y directores de los negocios de la comunicación no conoce de límites. En alguna oportunidad un mercader del entretenimiento falaz, severo crítico de cierto gobierno, al ser cuestionado, sobre, por qué publicaban en su medio, las costosas propagandas de dicho gobierno al que criticaban furibundamente, respondió diciendo más o menos lo siguiente: “Lo hacemos porque, no hacerlo, iría contra la razón misma del negocio”. En otras palabras aquel sujeto, descaradamente reconocía que el objetivo principal de los negocios de la comunicación es hacer dinero, dinero y más dinero.
Si partimos de la declaración descarada de los amorales mercaderes, entonces, no debe sorprendernos que se utilice a niños en espectáculos propios de adultos, ni tampoco debe espantarnos que se explote la candidez e inocencia de niños que deberían estar en sus casas entretenidos con sus juguetes, o mirando programas televisivos precisamente para niños. Lo que sí es repugnante es que sean los propios padres de aquellos niños, los que no solamente toleren sino que permitan, acepten y cohonesten aquel infame negocio. Parece no importarles las presiones a las que son objeto sus hijos. Posiblemente, más de uno, de aquellos irresponsables, festejaría el hecho de su hijo haga carrera profesional en aquel ambiente tan espectacular.
A cada momento, ciertos medios de comunicación, publicitan campañas contra el maltrato infantil, hipócritamente, momentos después, aparecen los populares y extremadamente sintonizados “reality shows”, donde niños, obligados a actuar como adultos simulan las excentricidades pomposas, seudo-artísticas y escandalosas, exclusivas del ambiguo mundo del entretenimiento. ¡Cuánta hipocresía! ¿Cuánto dinero vale la inocencia y tranquilidad de un niño? El negocio manda e impone, y la sociedad degenerada consume. Y luego, una hora después, los noticieros de los mismos medios que explotan y destrozan la inocencia y la dignidad de los “pequeños gigantes” nos revelan lo bestialmente mal que anda la estólida sociedad: contingente manipulado que les permite alcanzar su tan ansiada y desenfrenada codicia.
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