¿Cuáles fueron las razones que permitieron que el príncipe de la burocracia pública, Don Rafael Correa, llegará al poder? ¿Qué circunstancias excitaron los puntos claves del escenario mediático, político y electoral de tal manera que el boyscout lasallano consiguiera convertirse en el Presidente del Ecuador? ¿Fue quizá obra y milagro de la virgencita churona? ¿Acaso intervino el báculo místico de san Eleutorio de Nicomedia? ¿Qué le permitió el locuaz e irreverente Rafael Correa ocupar el Palacio de Carondelet?
Bueno, en
realidad en la elección de Rafael Correa, no intervinieron precisamente artes
supraterrenales o manifestaciones metafísicas, sino más bien, un conjunto de
hechos y coyunturas fundamentalmente humanas y por lo mismo perfectamente
observables, definibles y explicables.
Luego de que
los militares entregaron el poder, por allá, por finales de los años 70 del
siglo XX; se instauró un sistema falsamente democrático, una dictadura
constitucional en la que una mafia de partidos políticos encabezados por dos
tendencias políticas, el Conservadurismo y el Populismo, que se alternaron
periódicamente en la expoliación de los recursos públicos y la tiranización del
pueblo ecuatoriano. En realidad nada que no haya conocido el País en épocas
anteriores, aunque con el toque moderno de la época. Es así que los
ecuatorianos tuvimos que sufrir: la infame sucretización pública de la deuda privada, en el gobierno
conservador demócrata cristiano de Osvaldo Hurtado; el terrorismo de Estado del
socialcristiano León Febres Cordero; la laxitud moral y el despelote económico
con el socialdemócrata Rodrigo Borja; la corrupción curuchupa con los
conservadores Durán Ballén y Dahik; el oneroso, vergonzoso y ridículo gobierno
de Abdalá Bucaram; la quiebra del país gracias al conservador democristiano
Jamil Mahuad, y finalmente el nepotismo de Lucio Gutiérrez; entre los
principales.
La
incompetencia y corrupción de estos gobiernos tuvieron como consecuencia que la
gran mayoría de ecuatorianos se harte de estos personajes tradicionales que
monopolizaban el escenario político por lo que al grito de: ¡qué se vayan todos!,
terminó, el pueblo, tumbando tres presidentes; golpes de Estado de los que
irónicamente se aprovecharon en su momento un montón de oportunistas, y amorales
forajidos que llenaron sus alforjas con dinero público y pronto se mandaron
mudar a los frívolos palacetes construidos gracias a su ambición y carencia de
escrúpulos. Uno de estos gobiernos interinos fue encabezado por Alfredo
Palacio, vicepresidente con Lucio Gutiérrez; caído este último, Palacio asumió
la presidencia. Es precisamente durante la dictadura constitucional de Palacio
que aparece el nombre de Rafael Correa Delgado, comandando el ministerio de
Economía. Algunas decisiones populares y otras necesarias le generaron
simpatías, por ejemplo, eliminó un fondo inmoral que retenía dividendos
petroleros que luego eran destinados al pago de la deuda externa lo que
permitía a los negociantes y traficantes de estas acreencias ecuatorianas
beneficiarse con pingües ganancias. Pero, de repente Correa se distanció del
Gobierno de Palacio y desapareció. Hay quienes dicen que viajó a la Argentina a
aprender del “Pingüinato”, otros dicen que anduvo por Venezuela asimilando el
socialismo bolivariano original, y solicitando apoyo del Comandante Chávez. Sea
como sea Correa desapareció por un buen tiempo hasta que, cual hijo prodigo,
regresó, a estas tierras andinas; y, algunos meses después, dirigiendo las
huestes de varios movimientos políticos, vinculados con lo que ignorante y
popularmente se conoce como “izquierda política” lanzó su candidatura a la
presidencia del Ecuador.
Pero, ¿qué
le permitió ganar? Hay que considerar que Correa era un rostro nuevo, y que la
gente estaba harta de jetas y caretas inmorales, conocidas y tradicionales.
Correa se presentó con la imagen renovadora de lo joven y nuevo, en contraste
con lo repugnante de lo viejo y arcaico. Además su pasó por el Ministerio de
Economía era considerado positivo por algunos sectores sociales. Su discurso en
campaña fue ciertamente populista, nacionalista, humanista, antiimperialista, e
incluso religioso, pues en más de una oportunidad dejó muy claro su formación
cristiana católica, apostólica y romana. Atacó la corrupción de la bancocracia
y sus aliados políticos conservadores que habían destruido económicamente al
país años atrás. Cuestionó y censuró la relación servil que algunos sectores
económicos y sociales tenían con los intereses de los Estados Unidos. Rechazó
al capitalismo fundamentalista y vendió la idea del Socialismos del siglo XXI,
aunque jamás explicó claramente en qué consistía este. Atacó el racismo y
malicia de la oligarquía social a la que tachó con el mote de “pelucones”. Se
presentó como la antítesis y némesis de la partidocracia tradicional a la que
achacó la desgracia de todos los problemas del País, aunque irónicamente muchos miembros de aquella mafia apoyaban directamente
su candidatura; así, no le importó que miembros de la izquierda democrática, o
colaboradores socialcristianos estén entre sus asesores, o que partidos de
condiciones inmorales como el movimiento popular democrático M.P.D., o el
partido socialista ecuatoriano P.S.E., formen parte de su coalición. Para
librarse de la mácula de ser tildados como parte de la partidocracia, Correa y
sus asesores, se crearon la careta del movimiento social a la que llamaron
Alianza País y con la cual encubrieron a la mafia política que los apoyaba y se
distanciaron del populismo y conservadurismo tradicionales, con gran éxito.
En la medida
en que empezó a desarrollarse la campaña un hecho se presentó incuestionable:
Correa sabía vender. Si unes eso, a su extrema locuacidad, demagogia,
prolijidad en la tarima, carencia absoluta de buenos candidatos que constituyan
efectiva competencia, el apoyo de muchos personajes del periodismo ampuloso y
considerables recursos económicos para el gasto electoral, pues, entonces, el
triunfo estaba garantizado. Y es así como el hijo prodigo, llegó a ocupar la
presidencia de la República del Ecuador, de eso casi 6 o 7 años. Pero, ¿por qué
se ha mantenido por tanto tiempo a diferencia de sus antecesores? … Pues por
varias razones……. ¡aah!, pero, esa es otra historia.
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