Me atrevo a
afirmar sin pretender comparar momentos, historias y personajes, que, a finales
del siglo XIX y comienzos del siglo XX, épocas de la estúpida y sangrienta
Guerra Civil Ecuatoriana que enfrentó a conservadores y anti-conservadores,
estos últimos más conocidos como “alfaristas”,
se produjo en gran parte de la bisoña y primitiva sociedad ecuatoriana una
dualidad social muy parecida al fenómeno político que actualmente sufre el
Ecuador. En aquellas eras de antaño, Eloy Alfaro Delgado, se constituyó en el
punto de quiebre de un momento político; en la figura que de una manera u otra
implicaba cambio, y que por lo mismo amenazaba el estólido y brutal orden conservador
imperante. Alfaro, se convirtió en el personaje principal al que las
circunstancias, obligaban, ora a oponerse, en el caso del conservadurismo fáctico
y el poder clerical católico, ora a unirse, en quienes estaban hartos de los
abusos del sistema absolutista impuesto por aquellos señorones, que se
consideraban dueños del País, al que dirigían como si fuera una gran hacienda.
De ahí que, gran parte de la sociedad ecuatoriana de la época haya terminado
dividiéndose en alfaristas (anti-conservadores), y anti-alfaristas
(conservadores). Pues bien, aquel mismo fenómeno se ha vuelto a repetir en el
Ecuador de principios del siglo XXI. En este caso el personaje del momento es
Rafael Correa, pero cuidado, con esto no pretendo emular a un personaje como
Correa a los niveles de Eloy Alfaro y viceversa. Ciertamente las realidades son
diferentes, los personajes no son los mismos, y las circunstancias han variado
en algunos aspectos, pero, el dualismo social, se ha vuelto a repetir en las
formas de un engañoso maniqueísmo practicado tanto por el locuaz Correa y sus
sátrapas serviles, como por sus odiosos y fundamentalistas enemigos. Es así que,
para Correa, sus aduladores incondicionales, los correístas, la neo
partidocracia, o el curuchupismo del new age, todo lo que haga el Gobierno del Socialismo Bolivariano está más que bien,
además de absolutamente justificado, y todos aquellos que se opongan a Correa y
sus decisiones están mal y son: ora seguidores de la infame anquilosada partidocracia,
ora señoritos pelucones inmorales, ora
ignorantes que no entienden las buenas intenciones de su majestad, el primer
burócrata público, Don Rafael Correa. Ese mismo maniqueísmo inmoral se observa
al otro lado del circo politicastro, en aquellos que odian furibundamente a
Correa, es decir, los anti-correanos, la gran mayoría vinculados con el
Conservadurismo social y político tradicional, aunque manifestado de maneras
variopintas y disfraces estrafalarios, con los cuales pretenden ocultar lo que
sus obras y conductas denuncian, es decir, sus irrenunciables vínculos con el
conservadurismo; ahí están por ejemplo, partidos políticos como el
socialcristianismo y la democracia cristiana, herederos del Conservadurismo de
García Moreno o Velasco Ibarra, entre otros. Pues bien, para los conservadores
declarados enemigos de Correa y su incomprensible Socialismo del siglo XXI todo
lo que haga Correa está muy mal, y todos los medios que se usen para demonizar
al majestuoso y escandaloso burócrata, por torpes y repudiables que sean, están
más que justificados.
Dos bandos
perfectamente definidos, por un lado los correístas que, en mi opinión,
representan un conservadurismo moderado inherente a la Teología de la
Liberación, y los anti-correístas, es decir conservadores tradicionalistas; ambos
luchando desvergonzadamente por sostenerse en el poder, los unos, y recuperar
ese mismo poder, los otros.
Algunos
meses atrás recibí la llamada de un amigo. El motivo, necesitaba mi opinión
acerca de cómo marchaba la economía del País en el Gobierno de Rafael Correa.
Cómo así, le pregunté; respondiéndome,
que a su hija le habían mandado como tarea escolar, entrevistar a cuatro o
cinco personas acerca de ese tema. Pregunta no más, le dije. “No”, me
respondió, “dame tu opinión”. Llámame en media hora, hasta asociar ideas, le
respondí. “No, dime ahora”, me insistió. Entonces comencé a desarrollar una
serie de ideas acerca de la posición contraria que Correa tiene de la dolarización,
la subida de los precios del petróleo, la deuda externa, la inflación, el
incremento desmesurado de la burocracia y el gasto público; pero, de repente,
fui interrumpido por el atrevido entrevistador. “¡Pero, estás a favor de
Correa!”, vociferó a través del auricular. Me quedé sorprendido, por el
exabrupto; pero, tomando el asunto con tranquilidad, le dije: no entiendo
por qué dices eso. “¡Pero, no ves esto y
esto otro, y además eso……..!”, vociferaba. Entonces entendí todo, el muy
pelmazo tenía una idea prejuiciada sobre aquel asunto y buscaba alguien que
justifique sus ideas acomplejadas. No buscaba una opinión objetiva sobre el
manejo económico del Gobierno de Correa, sino alguien que censure
enfermizamente al Gobierno y demonice al líder de los socialistas curuchupas.
Otro día, me
encontré con otro amigo y empezamos a conversar sobre Política y obviamente se
filtró el tema del Gobierno de Alianza País. Conocedor de sus afectos
extremadamente generosos y zalameros por el curuchupismo del new age, le
pregunté qué opinaba sobre el servilismo tan descarado del que hacían gala los
ilotas del socialismo del siglo XXI; le cuestioné cómo podía defender a un
gobierno que se había apoderado de todas las funciones del Estado sobre todo
las de Control, para dar impunidad a los actos de corrupción de los sátrapas gobiernistas.
Entonces, cínicamente me respondió: “y a vos que te ha hecho Correa”. Un poco y
más me dice: por qué ejerces la libertad de expresión, por qué te solidarizas
con la gente honrada y valiente, por qué repudias lo reprensible y por qué
censuras lo odioso. Me quedé absorto por un instante, pero enseguida me di
cuenta de todo: condición humana; torpe e insensata condición humana, aderezada
con una gran dosis de idiosincrasia ecuatoriana, pero, de la desvergonzada.
Dicen que
entre el amor y el odio existe, una muy ligera línea que los separa. Yo no
estoy de acuerdo; claro partiendo de la idea que el amor representa algo bueno
y hermoso. No es posible que un sentimiento tan noble pueda fácilmente
confundirse con una obsesión tan ignominiosa y despreciable como el odio. Salvo
que no sea amor, sino interés concupiscente, en cuyo caso, es lógico que al satisfacer
tal vicio se produzca el asqueroso y amoral servilismo; tan lógico como que, al
no poder saciar dicha viciosa obsesión, ésta, termine convirtiéndose en odiosa
pasión.
El clima de violencia verbal que se impone en
el colector de la infame política entre correístas y anti-correístas es
ciertamente reprensible, pero demuestra la realidad de una opinión pública
monopolizada por personajes carentes de escrúpulos y amantes de las bajas
pasiones.
Poco ha
cambiado el Ecuador de principios del siglo XX con el Ecuador de inicios del
siglo XXI. El Conservadurismo sigue tan vigente como entonces aunque se
presenta con otros nombres, caretas y disfraces como socialcristianismo o
democracia cristiana, con los cuales sus seguidores pretenden escapar del
juicio histórico. Los detractores del decrépito conservadurismo, antes
denominados “alfaristas”; hoy se hacen llamar, correístas, o socialistas
bolivarianos, aunque por sus orígenes sabemos que son conservadores renegados o
curuchupas del new age. Como mencionaba si bien existe una enorme diferencia
entre el fenómeno Alfarista y el experimento Correa; el efecto “maniqueísmo” se
ha vuelto a repetir. Igualmente se repite el caudillismo y el servilismo: patrones
y criados; amos y esbirros, unos peores que otros. Al respecto, le mencionaba a
alguien que, en ocasiones los viles y canallescos capataces son peores que los
amanerados gamonales. Ciertamente reciben las infames órdenes de sus brutales
patrones, pero, la celeridad, salvajismo y sordidez con que las cumplen los
convierten en verdaderas arpías sanguinarias carentes de cualquier forma de
humanidad decente.
Quiera el
buen hado que en un futuro no lejano el Ecuador dejé de ser hacienda de jorgas
ambiciosas y mafias mezquinas; de caciques tiránicos, patrones fascistas, sátrapas
amorales y serviles descarados, y se convierta en un País de hombres libres,
honrados y sensatos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario