Acabo
de terminar de leer el libro “Eloy Alfaro y sus victimarios. Apuntes para la
Historia Ecuatoriana”. Debo señalar que los relatos de Peralta conjuntamente
con los escritos de Juan Montalvo son de lo mejor – quizá lo único rescatable
– que he leído sobre opinión política y
narrativa histórica de mediados y finales del siglo XIX y principios del siglo
XX.
No
quisiera entrar en detalles respecto del contenido del libro de Peralta, más
bien quisiera invitarle a que sea usted ecuatoriano, claro, siempre y cuando no
sea un poseído borrego humanizado, sectario e intolerante, invitarle digo, a que acceda por interés propio al
libro, en el que, uno de los pocos amigos leales con los que contó Eloy Alfaro
Delgado, narra las vicisitudes, aprietos, componendas, traiciones, y crímenes que
se desarrollaron durante mediados de 1911 hasta marzo de 1912; período de
tiempo en el que se suscitaron los bochornosos, sangrientos e ignominiosos
hechos que afrentan la dignidad humana y manchan los anales de la historia
ecuatoriana.
Como
mencioné no quiero entrar en detalles expresos acerca de las anotaciones con
las que Peralta censura, - con algo de emotividad, por cierto, explicable,
considerando el suplicio inenarrable al que fueron sometidos sus amigos y
conocidos - las infames felonías, los crímenes brutales, la profanación
canibalesca, y la repugnante impunidad. Mas, en los siguientes párrafos dejaré
señalados ciertas reflexiones, comentarios y conclusiones que considero
importantes.
Peralta
relata con evidencias y pruebas comprobables, generalmente declaraciones realizadas
por los propios complotados, quiénes, a su parecer, fueron los asesinos
materiales, pero sobre todo señala con nombres y apellidos a los potenciales criminales
intelectuales; además, desarrolla una serie de análisis lógicos, que, si no
demuestran fehacientemente quienes fueron las mentes grises y perversas que
planearon, organizaron y ejecutaron los asesinatos de Eloy Alfaro y sus
lugartenientes, los pone en el centro mismo de la picota pública, para que sean
juzgados no por la opinión pública conservadora o seudo liberal, sino por la
conciencia del hombre libre.
José
Peralta describe los antecedentes, las razones, los vericuetos, los personajes,
los encubrimientos, la doble moral, la hipocresía, la estupidez, el salvajismo, la beatería de
una época vergonzosa atiborrada de los peores crímenes que la humanidad
decadente podría cometer. Narra, comenta, recuerda, plantea, ofrece, discurre,
reflexiona, divaga, culpa, protesta, acusa, denuncia; y al mismo tiempo
reconoce errores, limitaciones, debilidades, ingenuidades, afectos, consciente
e inconscientemente.
Luego
de terminar de leer “Eloy Alfaro y sus victimarios”, una serie de preguntas se
colaron en mi mente, por ejemplo: ¿Por qué el mencionado libro no había
recibido la publicidad que un escrito de tales características merecía? ¿Por
qué José Peralta, ciertamente un verdadero liberal, apenas si era nombrado,
excepcionalmente, cuando se mencionaba la masacre de los alfaristas? ¿Quién o
quiénes se habían encargado de desterrar el nombre de Peralta y su trabajo literario
de las bibliotecas, de los textos de historia y de la memoria del colectivo
ecuatoriano? Enseguida me di cuenta que la respuesta estaba en las páginas del
libro que Peralta se había atrevido a redactar. Los mismos que conspiraron y
saciaron su sadismo vengativo humillando, torturando, acribillando,
acuchillando, destrozando, desgarrando, apaleando, arrastrando, devorando y
quemando a los líderes del Alfarismo, ¡ésos mismos!, que a través de
escribidores mercenarios, escritores
clericales, editorialistas conservadores y seudo liberales y en general de la
prensa sectaria, bestial y falaz que instigó, festejo y luego encubrió los
crímenes de aquella triste y vergonzosa época, lo seguían haciendo, diez, veinte,
cuarenta, ochenta, noventa años después de cometidas las felonías, los
asesinatos y las profanaciones.
¡Cuestiono!,
¿por qué los dueños de la opinión pública tradicional han promocionado a
escritores clericales como el conservador Jorge Salvador Lara, reconocido
antialfarista y antiliberal? ¡Protesto!, ¿por qué “la Hoguera Bárbara” de
Alfredo Pareja Diezcanseco ha merecido tanta publicidad? Incluso, recientemente,
el diario conservador “El Comercio”, mencionado en el libro de Peralta, promocionaba
una nueva versión de los hechos de Enero de 1912 según la percepción interesada
de un escribidor de orígenes velasquistas, es decir, de claros vínculos
conservadores. Pero, ¿y Peralta? Nadie o casi nadie hablaba o habla de José
Peralta, el canciller de Eloy Alfaro. Para vergüenza, debo señalar que, las pocas
referencias a José Peralta y a su libro vienen del sector socialista y
comunista, que carentes de figuras respetables o protagónicas en la Historia
Nacional Ecuatoriana, se han apropiado abusivamente de las reputaciones de los alfaristas
caídos en desgracia. ¡Qué vergüenza! ¡Sí, qué vergüenza!, 100 años después del
sanguinario magnicidio, el odio contra el Alfarismo no se ha disipado en las
mentes de los herederos de la prensa “libre e independiente” propiamente conservadora,
y qué patético, que los aduladores de regímenes y doctrinas totalitarias como
el socialismo y comunismo se hayan vestido con la memoria de la masacre de
Enero de 1912 y con la bandera muerta del Alfarismo.
El
libro de José Peralta, “Eloy Alfaro y sus victimarios, apuntes para la Historia
Ecuatoriana” es un documento histórico que denuncia la verdad de un pasado abominable:
cuando el clericalismo fáctico tiranizaba todo aquello que no se sometía dócilmente
al monaquismo feudal; cuando pensar libremente estaba prohibido so pena de que
tal hereje sea encarcelado, desterrado e incluso ejecutado; cuando el
conservadurismo chapetón imponía brutalmente sus reglas comerciales, políticas,
económicas y sociales. Pero, adicionalmente, las narraciones de Peralta
descubren la realidad del político
ecuatoriano, de la política ecuatoriana, de la idiosincrasia ecuatoriana. Los
relatos de Peralta señalan una verdad incómoda para unos y escandalosa para
otras; en el Ecuador de ayer los partidos o movimientos políticos no se
conformaban sobre la base de ideologías o doctrinas filosóficas; en el Ecuador
de ayer, no existían partidos políticos, sino mafias de politicastros con
apetitos e intereses polutos y sectarios. Aquella historia veraz explica la
pobreza, la ignorancia, la estupidez y la beatería de los tiempos
contemporáneos. “Quién no conoce su pasado está condenado a repetirlo”, dice un
axioma popular, por eso las obras veraces de hombres como José Peralta son
escondidas, proscritas y sus autores desterrados de la memoria individual y
social. Lo que no se publica en los medios conservadores que monopolizan la
opinión pública, sencillamente no existe.
Si
analizas serena y conscientemente el actual escenario político infecto,
constatarás que el político ecuatoriano de principios del siglo XXI fácilmente
se confunde con el político de principios del siglo XX; para ser más exacto el
político profesional ecuatoriano ha permanecido estancado, y si ha mutado ha
sido para envilecerse aún más que sus abyectos antecesores.
Los
actuales aduladores del conservadorismo moderno, aquellos pocos que se han
atrevido a mencionar a Peralta y sus denuncias, lo tachan de sectario y
alcahuete de Alfaro. ¡Qué ridículo! ¡Qué calidad moral tienen los más
fervientes aduladores del conservadurismo totalitario, fieles y fervientes
encubridores de los abusos del monaquismo moderno! Ciertamente que hay
personajes que no conocen el concepto de vergüenza, pues periódicamente venden
su conciencia por algunas piezas de plata unos, y por muchas, otros. José
Peralta podrá incurrir en excesos a favor de su amigo, quizá la emoción al
recordar a su compañero destrozado e inmolado por la alianza incestuosa entre
seudo liberales y conservadores lo enardeció, en excepcionales pasajes de su
relato, al idealizar el Alfarismo; pero, hay un hecho que la prensa
conservadora y clerical no podrá negar jamás, el complot ruin, la traición
infame, la tortura canallesca, el asesinato cobarde, la profanación
sanguinaria, la quemazón nefanda,
la algarabía demencial y el
encubrimiento ignominioso. ¡La infamia del 28 de Enero de 1912 sucedió!; y José
Peralta, un ecuatoriano valiente, tuvo la insigne audacia de recordárnoslo en
sus apuntes para la historia ecuatoriana.
Los
principios de la República no estuvieron bendecidos por la virtud de hombres
honestos. Las primeras décadas del Ecuador no estuvieron engrandecidas por los
pensamientos geniales y sublimes de estadistas probos y preclaros. La prueba irrefutable radica en el hecho de
que los chapetones oligárquicos escogieron como primer presidente al mercenario
Juan José Flores; es decir, necesitaban un bruto que imponga la ley de la
violencia y el terror, mas no, un hombre honrado e inteligente que construya en
base a justicia, consensos y tolerancia.
Si
bien es cierto que Eloy Alfaro ya en el poder emprendió una serie de reformas
positivas como la culminación del ferrocarril que unió sierra y costa, y
consiguió a través de reformas legales limitar el poderío clerical y
conservador, sin embargo, los gobiernos alfaristas no fueron precisamente un paraíso
de libertades, no solamente por las venganzas generadas por las vilezas
cometidas en el pasado por las dictaduras clericales y las tiranías
conservadoras, sino por los abusos y corruptelas que seguramente debieron cometer muchos de los aduladores,
secuaces y esbirros de Alfaro; muchos de los cuales se volvieron sus peores
enemigos cuando Don Eloy perdió el poder. No debemos olvidar el oscurantismo
moral que dominaba el Ecuador de aquellos tiempos. En aquellas tenebrosas épocas
la mayoría de ecuatorianos no sabía leer ni escribir, gracias al
conservadurismo reaccionario; aquellos beneficios estaban reservados únicamente
para las clases sociales privilegiadas. Basta considerar que, si en la
actualidad, la gran mayoría de personas desconocen lo que realmente representa
la doctrina liberal, pues más de un zoquete la confunde con capitalismo
fundamentalista, bancocracia, librecambismo y mercantilismo, imaginen aquellos lúgubres
tiempos en los que predominaban el analfabetismo y la inepcia.
El
Alfarismo aunque implantó algunas reformas ciertamente liberales, no
necesariamente representaba verdadero Liberalismo, ni tampoco ese cártel llamado
“Partido Liberal Ecuatoriano” estuvo constituido por liberales, salvo quizá por
un pequeñísimo número de personas que entendían la doctrina liberal, entre ésos
José Peralta. No considero justo tolerar un asqueroso maniqueísmo idealizando a
los alfaristas, simplemente por ser seguidores de Eloy Alfaro.
Con
el brutal magnicidio de Eloy Alfaro y sus lugartenientes, el conservadurismo,
el clericalismo, las facciones seudo liberales de Leonidas Plaza Gutiérrez y la
jorga de tránsfugas que gobernaban detrás de la figura del dictadorzuelo Freile
Zaldumbide, erradicaron el “Alfarismo”
para siempre, no se puede negar aquello. Eloy Alfaro fue durante varios años el
caudillo principal del “Partido seudo Liberal ecuatoriano”, y sobre su caciquismo,
poderío y reputación se construyo el “Alfarismo”. Cuando Don Eloy y los
principales representantes del Alfarismo fueron eliminados, éste, desapareció.
Lo que se vino después fue un uso repugnante y asqueroso del nombre y
reputación de Alfaro, del asesinato y quemazón de los alfaristas. Políticos
carentes de escrúpulos, unos más que otros, han comercializado la masacre
alfarista con finalidades vergonzosas. Desde siempre las mafias de seudo
liberales han tranzado con el conservadurismo imperante, hasta denigrar las denominaciones
o expresiones: “Partido Liberal ecuatoriano”
o “Radicalismo Alfarista”; incluso en épocas no tan antiguas; así a finales
del siglo XX, el socialcristiano León
Febres Cordero, llegó al poder apoyado
por el “Partido seudo Liberal ecuatoriano” que puso vicepresidente. Durante
aquel gobierno conservador, un grupo de incautos, pretendieron tomarse el poder
con la violencia e incursionaron en actividades delictivas; tales personajes,
se etiquetaron con el nombre de “Alfaro vive carajo”, imputándose abusivamente la figura y
reputación del llamado “Viejo Luchador”, con lo cual se inició una época triste
y sangrienta, que nuevamente manchó las páginas de la Historia Ecuatoriana.
Sí, aunque gente interesada en seguir explotando politiquera e inmoralmente la reputación de Don Eloy diga que “el Alfarismo vive”, la verdad es que el terrorismo de la alianza maléfica que asoló el País durante finales de 1911 y principios de 1912 acabó con el “Alfarismo”.
Sí, aunque gente interesada en seguir explotando politiquera e inmoralmente la reputación de Don Eloy diga que “el Alfarismo vive”, la verdad es que el terrorismo de la alianza maléfica que asoló el País durante finales de 1911 y principios de 1912 acabó con el “Alfarismo”.
Pero,
si bien el barco alfarista se hundió con su hidalgo capitán, el conservadurismo
y sus aliados infames no pudieron extinguir al Liberalismo. Porque el Liberalismo no es propiedad de
caudillo alguno. Porque el “Partido seudo liberal ecuatoriano” jamás representó
la idea y doctrina Liberal. El hecho de que una persona cualquiera se ponga un
sello con la marca liberal, no significa que sea un liberal. A principios del
siglo XX el “Partido seudo Liberal ecuatoriano”, estaba conformado por
facciones, así: “los alfaristas”; liderados por Eloy Alfaro; “los placistas”, comandados
por Leonidas Plaza Gutiérrez; grupos anti-conservadores,
que respondían a varios líderes regionales; e incluso convivían grupos de conservadores
supuestamente regenerados. Todos con sus respectivas agendas de grupo,
instigando, complotando, y defendiendo sus intereses de grupo.
Seamos
claros, el verdadero Liberalismo no protege intereses oligárquicos, ni está
limitado en cárteles o subordinado a caudillismos. El Liberalismo ha existido
desde que el primer ser humano pensó, analizó, y decidió. El Liberalismo no es
propiedad de mafias, gremios o caudillos, ni puede ser patentado por hordas de
politicastros. Con la masacre alfarista se extinguió una rama del caudillismo
del “Partido seudo Liberal ecuatoriano”, cártel ambiguo que conjuntamente con
el partido Conservador tiranizó el país, hasta que finalmente sucumbió ante el
poderío del tradicionalismo, especialmente económico y religioso.
Con
la masacre de la facción alfarista las otras facciones del “Partido seudo
liberal” y los conservadores clericales solo consiguieron demostrar la condición
siniestra de quienes dirigían aquellos grupos brutales, y los extremos
barbáricos a los que dichos personajes estaban dispuestos a llegar con tal de
imponer sus formas totalitarias de control y dirección.
Si las intenciones de los culpables del holocausto
que culminó con la “Quemazón del Ejido”, eran extinguir El Liberalismo,
definitivamente fracasaron completa y rotundamente. El Liberalismo existe
porque existen personas que se deleitan con la verdad, aman la justicia y disfrutan
la libertad. Hombres como José Peralta y
Juan Montalvo. Por lo mismo, mientras haya un civil que repudie la violencia
estúpida y ame la creación virtuosa, existirá
el Liberalismo.
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