domingo, 25 de noviembre de 2012

"Eloy Alfaro y sus victimarios" de José Peralta. Comentarios y reflexiones.





Acabo de terminar de leer el libro “Eloy Alfaro y sus victimarios. Apuntes para la Historia Ecuatoriana”. Debo señalar que los relatos de Peralta conjuntamente con los escritos de Juan Montalvo son de lo mejor – quizá lo único rescatable –  que he leído sobre opinión política y narrativa histórica de mediados y finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

No quisiera entrar en detalles respecto del contenido del libro de Peralta, más bien quisiera invitarle a que sea usted ecuatoriano, claro, siempre y cuando no sea un poseído borrego humanizado, sectario e intolerante, invitarle  digo, a que acceda por interés propio al libro, en el que, uno de los pocos amigos leales con los que contó Eloy Alfaro Delgado, narra las vicisitudes, aprietos, componendas, traiciones, y crímenes que se desarrollaron durante mediados de 1911 hasta marzo de 1912; período de tiempo en el que se suscitaron los bochornosos, sangrientos e ignominiosos hechos que afrentan la dignidad humana y manchan los anales de la historia ecuatoriana.
    
Como mencioné no quiero entrar en detalles expresos acerca de las anotaciones con las que Peralta censura, - con algo de emotividad, por cierto, explicable, considerando el suplicio inenarrable al que fueron sometidos sus amigos y conocidos - las infames felonías, los crímenes brutales, la profanación canibalesca, y la repugnante impunidad. Mas, en los siguientes párrafos dejaré señalados ciertas reflexiones, comentarios y conclusiones que considero importantes.

Peralta relata con evidencias y pruebas comprobables, generalmente declaraciones realizadas por los propios complotados, quiénes, a su parecer, fueron los asesinos materiales, pero sobre todo señala con nombres y apellidos a los potenciales criminales intelectuales; además, desarrolla una serie de análisis lógicos, que, si no demuestran fehacientemente quienes fueron las mentes grises y perversas que planearon, organizaron y ejecutaron los asesinatos de Eloy Alfaro y sus lugartenientes, los pone en el centro mismo de la picota pública, para que sean juzgados no por la opinión pública conservadora o seudo liberal, sino por la conciencia del hombre libre.

José Peralta describe los antecedentes, las razones, los vericuetos, los personajes, los encubrimientos, la doble moral, la hipocresía,  la estupidez, el salvajismo, la beatería de una época vergonzosa atiborrada de los peores crímenes que la humanidad decadente podría cometer. Narra, comenta, recuerda, plantea, ofrece, discurre, reflexiona, divaga, culpa, protesta, acusa, denuncia; y al mismo tiempo reconoce errores, limitaciones, debilidades, ingenuidades, afectos, consciente e inconscientemente.

Luego de terminar de leer “Eloy Alfaro y sus victimarios”, una serie de preguntas se colaron en mi mente, por ejemplo: ¿Por qué el mencionado libro no había recibido la publicidad que un escrito de tales características merecía? ¿Por qué José Peralta, ciertamente un verdadero liberal, apenas si era nombrado, excepcionalmente, cuando se mencionaba la masacre de los alfaristas? ¿Quién o quiénes se habían encargado de desterrar el nombre de Peralta y su trabajo literario de las bibliotecas, de los textos de historia y de la memoria del colectivo ecuatoriano? Enseguida me di cuenta que la respuesta estaba en las páginas del libro que Peralta se había atrevido a redactar. Los mismos que conspiraron y saciaron su sadismo vengativo humillando, torturando, acribillando, acuchillando, destrozando, desgarrando, apaleando, arrastrando, devorando y quemando a los líderes del Alfarismo, ¡ésos mismos!, que a través de escribidores mercenarios,  escritores clericales, editorialistas conservadores y seudo liberales y en general de la prensa sectaria, bestial y falaz que instigó, festejo y luego encubrió los crímenes de aquella triste y vergonzosa época, lo seguían haciendo, diez, veinte, cuarenta, ochenta, noventa años después de cometidas las felonías, los asesinatos y las profanaciones.

¡Cuestiono!, ¿por qué los dueños de la opinión pública tradicional han promocionado a escritores clericales como el conservador Jorge Salvador Lara, reconocido antialfarista y antiliberal? ¡Protesto!, ¿por qué “la Hoguera Bárbara” de Alfredo Pareja Diezcanseco ha merecido tanta publicidad? Incluso, recientemente, el diario conservador “El Comercio”, mencionado en el libro de Peralta, promocionaba una nueva versión de los hechos de Enero de 1912 según la percepción interesada de un escribidor de orígenes velasquistas, es decir, de claros vínculos conservadores. Pero, ¿y Peralta? Nadie o casi nadie hablaba o habla de José Peralta, el canciller de Eloy Alfaro. Para vergüenza, debo señalar que, las pocas referencias a José Peralta y a su libro vienen del sector socialista y comunista, que carentes de figuras respetables o protagónicas en la Historia Nacional Ecuatoriana, se han apropiado abusivamente de las reputaciones de los alfaristas caídos en desgracia. ¡Qué vergüenza! ¡Sí, qué vergüenza!, 100 años después del sanguinario magnicidio, el odio contra el Alfarismo no se ha disipado en las mentes de los herederos de la prensa “libre e independiente” propiamente conservadora, y qué patético, que los aduladores de regímenes y doctrinas totalitarias como el socialismo y comunismo se hayan vestido con la memoria de la masacre de Enero de 1912 y con la bandera muerta del Alfarismo.

El libro de José Peralta, “Eloy Alfaro y sus victimarios, apuntes para la Historia Ecuatoriana” es un documento histórico que denuncia la verdad de un pasado abominable: cuando el clericalismo fáctico tiranizaba todo aquello que no se sometía dócilmente al monaquismo feudal; cuando pensar libremente estaba prohibido so pena de que tal hereje sea encarcelado, desterrado e incluso ejecutado; cuando el conservadurismo chapetón imponía brutalmente sus reglas comerciales, políticas, económicas y sociales. Pero, adicionalmente, las narraciones de Peralta descubren la realidad  del político ecuatoriano, de la política ecuatoriana, de la idiosincrasia ecuatoriana. Los relatos de Peralta señalan una verdad incómoda para unos y escandalosa para otras; en el Ecuador de ayer los partidos o movimientos políticos no se conformaban sobre la base de ideologías o doctrinas filosóficas; en el Ecuador de ayer, no existían partidos políticos, sino mafias de politicastros con apetitos e intereses polutos y sectarios. Aquella historia veraz explica la pobreza, la ignorancia, la estupidez y la beatería de los tiempos contemporáneos. “Quién no conoce su pasado está condenado a repetirlo”, dice un axioma popular, por eso las obras veraces de hombres como José Peralta son escondidas, proscritas y sus autores desterrados de la memoria individual y social. Lo que no se publica en los medios conservadores que monopolizan la opinión pública, sencillamente no existe.

Si analizas serena y conscientemente el actual escenario político infecto, constatarás que el político ecuatoriano de principios del siglo XXI fácilmente se confunde con el político de principios del siglo XX; para ser más exacto el político profesional ecuatoriano ha permanecido estancado, y si ha mutado ha sido para envilecerse aún más que sus abyectos antecesores.

Los actuales aduladores del conservadorismo moderno, aquellos pocos que se han atrevido a mencionar a Peralta y sus denuncias, lo tachan de sectario y alcahuete de Alfaro. ¡Qué ridículo! ¡Qué calidad moral tienen los más fervientes aduladores del conservadurismo totalitario, fieles y fervientes encubridores de los abusos del monaquismo moderno! Ciertamente que hay personajes que no conocen el concepto de vergüenza, pues periódicamente venden su conciencia por algunas piezas de plata unos, y por muchas, otros. José Peralta podrá incurrir en excesos a favor de su amigo, quizá la emoción al recordar a su compañero destrozado e inmolado por la alianza incestuosa entre seudo liberales y conservadores lo enardeció, en excepcionales pasajes de su relato, al idealizar el Alfarismo; pero, hay un hecho que la prensa conservadora y clerical no podrá negar jamás, el complot ruin, la traición infame, la tortura canallesca, el asesinato cobarde, la profanación sanguinaria,  la quemazón nefanda, la  algarabía demencial y el encubrimiento ignominioso. ¡La infamia del 28 de Enero de 1912 sucedió!; y José Peralta, un ecuatoriano valiente, tuvo la insigne audacia de recordárnoslo en sus apuntes para la historia ecuatoriana. 
   
Los principios de la República no estuvieron bendecidos por la virtud de hombres honestos. Las primeras décadas del Ecuador no estuvieron engrandecidas por los pensamientos geniales y sublimes de estadistas probos y preclaros.  La prueba irrefutable radica en el hecho de que los chapetones oligárquicos escogieron como primer presidente al mercenario Juan José Flores; es decir, necesitaban un bruto que imponga la ley de la violencia y el terror, mas no, un hombre honrado e inteligente que construya en base a justicia, consensos y tolerancia.

Si bien es cierto que Eloy Alfaro ya en el poder emprendió una serie de reformas positivas como la culminación del ferrocarril que unió sierra y costa, y consiguió a través de reformas legales limitar el poderío clerical y conservador, sin embargo, los gobiernos alfaristas no fueron precisamente un paraíso de libertades, no solamente por las venganzas generadas por las vilezas cometidas en el pasado por las dictaduras clericales y las tiranías conservadoras, sino por los abusos y corruptelas que seguramente  debieron cometer muchos de los aduladores, secuaces y esbirros de Alfaro; muchos de los cuales se volvieron sus peores enemigos cuando Don Eloy perdió el poder. No debemos olvidar el oscurantismo moral que dominaba el Ecuador de aquellos tiempos. En aquellas tenebrosas épocas la mayoría de ecuatorianos no sabía leer ni escribir, gracias al conservadurismo reaccionario; aquellos beneficios estaban reservados únicamente para las clases sociales privilegiadas. Basta considerar que, si en la actualidad, la gran mayoría de personas desconocen lo que realmente representa la doctrina liberal, pues más de un zoquete la confunde con capitalismo fundamentalista, bancocracia, librecambismo y mercantilismo, imaginen aquellos lúgubres tiempos en los que predominaban el analfabetismo y la inepcia.

El Alfarismo aunque implantó algunas reformas ciertamente liberales, no necesariamente representaba verdadero Liberalismo, ni tampoco ese cártel llamado “Partido Liberal Ecuatoriano” estuvo constituido por liberales, salvo quizá por un pequeñísimo número de personas que entendían la doctrina liberal, entre ésos José Peralta. No considero justo tolerar un asqueroso maniqueísmo idealizando a los alfaristas, simplemente por ser seguidores de Eloy Alfaro.

Con el brutal magnicidio de Eloy Alfaro y sus lugartenientes, el conservadurismo, el clericalismo, las facciones seudo liberales de Leonidas Plaza Gutiérrez y la jorga de tránsfugas que gobernaban detrás de la figura del dictadorzuelo Freile Zaldumbide, erradicaron el  “Alfarismo” para siempre, no se puede negar aquello. Eloy Alfaro fue durante varios años el caudillo principal del “Partido seudo Liberal ecuatoriano”, y sobre su caciquismo, poderío y reputación se construyo el “Alfarismo”. Cuando Don Eloy y los principales representantes del Alfarismo fueron eliminados, éste,  desapareció.  Lo que se vino después fue un uso repugnante y asqueroso del nombre y reputación de Alfaro, del asesinato y quemazón de los alfaristas. Políticos carentes de escrúpulos, unos más que otros, han comercializado la masacre alfarista con finalidades vergonzosas. Desde siempre las mafias de seudo liberales han tranzado con el conservadurismo imperante, hasta denigrar las denominaciones o expresiones: “Partido Liberal ecuatoriano”  o “Radicalismo Alfarista”; incluso en épocas no tan antiguas; así a finales del siglo XX,  el socialcristiano León Febres Cordero, llegó al poder  apoyado por el “Partido seudo Liberal ecuatoriano” que puso vicepresidente. Durante aquel gobierno conservador, un grupo de incautos, pretendieron tomarse el poder con la violencia e incursionaron en actividades delictivas; tales personajes, se etiquetaron con el nombre de “Alfaro vive carajo”,  imputándose abusivamente la figura y reputación del llamado “Viejo Luchador”, con lo cual se inició una época triste y sangrienta, que nuevamente manchó las páginas de la Historia Ecuatoriana.

Sí, aunque gente interesada en seguir explotando politiquera e inmoralmente la reputación de Don Eloy diga que “el Alfarismo vive”, la verdad es que el terrorismo de la alianza maléfica que asoló el País durante finales de 1911 y principios de 1912 acabó con el “Alfarismo”.

Pero, si bien el barco alfarista se hundió con su hidalgo capitán, el conservadurismo y sus aliados infames no pudieron extinguir al Liberalismo.  Porque el Liberalismo no es propiedad de caudillo alguno. Porque el “Partido seudo liberal ecuatoriano” jamás representó la idea y doctrina Liberal. El hecho de que una persona cualquiera se ponga un sello con la marca liberal, no significa que sea un liberal. A principios del siglo XX el “Partido seudo Liberal ecuatoriano”, estaba conformado por facciones, así: “los alfaristas”; liderados por Eloy Alfaro; “los placistas”, comandados por Leonidas Plaza Gutiérrez; grupos  anti-conservadores, que respondían a varios líderes regionales; e incluso convivían grupos de conservadores supuestamente regenerados. Todos con sus respectivas agendas de grupo, instigando, complotando, y defendiendo sus intereses de grupo.

Seamos claros, el verdadero Liberalismo no protege intereses oligárquicos, ni está limitado en cárteles o subordinado a caudillismos. El Liberalismo ha existido desde que el primer ser humano pensó, analizó, y decidió. El Liberalismo no es propiedad de mafias, gremios o caudillos, ni puede ser patentado por hordas de politicastros. Con la masacre alfarista se extinguió una rama del caudillismo del “Partido seudo Liberal ecuatoriano”, cártel ambiguo que conjuntamente con el partido Conservador tiranizó el país, hasta que finalmente sucumbió ante el poderío del tradicionalismo, especialmente económico y religioso.

Con la masacre de la facción alfarista las otras facciones del “Partido seudo liberal” y los conservadores clericales solo consiguieron demostrar la condición siniestra de quienes dirigían aquellos grupos brutales, y los extremos barbáricos a los que dichos personajes estaban dispuestos a llegar con tal de imponer sus formas totalitarias de control y dirección.

 Si las intenciones de los culpables del holocausto que culminó con la “Quemazón del Ejido”, eran extinguir El Liberalismo, definitivamente fracasaron completa y rotundamente. El Liberalismo existe porque existen personas que se deleitan con la verdad, aman la justicia y disfrutan la  libertad. Hombres como José Peralta y Juan Montalvo. Por lo mismo, mientras haya un civil que repudie la violencia estúpida y ame la creación virtuosa,  existirá el Liberalismo. 

 

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