Hace
aproximadamente un mes, en la mañana, recuerdo, en un noticiero de televisión,
el activista político, Alberto Acosta Espinosa, anunció al País su decisión de
postularse a la Presidencia de la República, encabezando una coalición,
conformada, por varios movimientos políticos: algunos, viejos y conocidos, como
el Movimiento Popular Democrático (MPD), Pachakutic, residuos del Partido
Socialista Ecuatoriano; y otros, nuevos, en teoría, como “Montecristi Vive”,
movimiento político creado por Acosta y sus amigos.
He
de señalar que, en principio, luego de escuchar
a Acosta en dicha entrevista, dejando de lado cualquier prudencia,
sensatez y razón, decidí emotiva e irreflexivamente considerar seriamente la
posibilidad de apoyar la candidatura de Acosta. Hasta tal punto llegaron mis
ingenuas intenciones, que, en ese momento, me puse a redactar un post que
titulé “Carta Abierta a Alberto Acosta”. Una vez terminado el comentario, lo
publiqué en mi blog. En dicha declaración, felicitaba a Acosta por asumir
aquella responsabilidad, elucubrando e imaginando que su candidatura podría
constituirse en una verdadera alternativa para los ecuatorianos, que, deseando
hacer política, no estaban dispuestos a ensuciarse en lodo asqueroso impuesto
por el sistema mafioso de los dueños de la política ecuatoriana. Señalaba que, a pesar de las grandes
diferencias ideológicas que nos separan, además de lo contradictorias e
incomprensibles de muchas de sus conductas, así como de las reservas y protestas que Yo tenía
y tengo respecto del escenario político, estaba dispuesto a apoyar su
candidatura. Señalé lo importante que resultaba que Acosta no se presentase
como el candidato “de las izquierdas
plurinacionales”; es decir, como el candidato de la vieja partidocracia
socialista o comunista, que había cogobernado con su infame hermanastra la
partidocracia conservadora tradicionalista. Lo invité a convocar a todos los
ecuatorianos que no habían sido parte del sistema mafioso, a un acuerdo
nacional.
No
recuerdo si fue el mismo día o el siguiente, pero lo cierto es que, envié, un
par de mensajes a la cuenta de twitter de Acosta. Sí, en efecto, a pesar de la
opinión negativa que tengo de twitter y dado que no contaba con ninguna otra
opción para ponerme en contracto dicho personaje, abrí una cuenta en twitter y
envíe un par de comentarios, donde felicitaba su decisión, imaginando que tal,
estaba motivada en justos intereses y sanos objetivos; y demás le preguntaba,
dónde podía encontrar o contactar con las personas de “Montecristi Vive” en la
ciudad de Ibarra. Adicionalmente Busqué
en la red, y encontré las páginas web de
su movimiento, y envié sendos mensajes solicitando información, en especial de
las personas que dirigían la campaña, para poder conversar con aquellos.
Esperé, cerca de una semana, sin recibir, ninguna respuesta.
Mientras
transcurrían los días desde que Acosta había anunciado su candidatura, empecé a
darme cuenta del error que había cometido
al haber considerado incluso la sola posibilidad de apoyar la candidatura del
burócrata burgués. Si bien es cierto, que, las mediocridades, flexibilidades e
incertidumbres que Acosta ha dejado impresas, desde siempre, en su vida
pública, así como también el hecho de haber conformado originalmente junto con
Rafael Correa, esa cosa informe llamada “socialismo del siglo 21”, e incluso su
participación bochornosa en la elaboración de la Constitución de Montecristi,
generaban pruebas suficientes y contundentes para rechazar su candidatura, más
todavía la calaña de los aliados que lo apoyan, pequé de ingenuo, dándole una
vez más, el derecho a la duda. ¡Qué error, el mío! ¡Lo reconozco, fue un gran
error! Afortunadamente remediable.
La
“duda” fue rápidamente desecha, por las propias declaraciones y aficiones de
Alberto Acosta, que, rechazando la posibilidad de convocar a los civiles
independientes del Ecuador que justicieramente repudian el sistema mafioso que
impera en el Ecuador, prefirió, invitar a los mismos movimientos ambiguos y
politicastros con los que antaño había hecho campaña a favor de Alianza País, y
cogobernado con el fascista bolivariano Rafael Correa. Tan repugnante es el
asunto, que, días después de lanzar su candidatura, Alberto Acosta, humildemente,
pedía el apoyo de los forajidos de “Ruptura”; grupo de políticos malagradecidos
que apoyaron a Rafael Correa por cerca de 5 años, hasta que se dieron cuenta
que no podían llegar más lejos, bajo el yugo servil de los caciques de Alianza
País. Pero, los forajidos de “Ruptura”, soslayaron a Acosta y lo despreciaron
de la misma manera que lo desecharon cuando el burgués burócrata cayó en
desgracia con Rafael Correa y renunció dócilmente a la Presidencia de la
Constituyente de Montecristi, abrumado por las presiones de sus “amigos
revolucionarios”.
En
relación con la candidatura de las “Izquierdas”, Alberto Acosta conjuntamente
con Gustavo Larrea, son los representantes oficiales del neo-velasquismo en aquella
coalición. ¡Ah carajo, cómo se me olvidó, cómo se escaparon semejantes
antecedentes! ¡El velasquismo del siglo 21! Y sin embargo, velasquista y todo,
Acosta poco o nada representa en dicha coalición. De hecho, su movimiento,
“Montecristi vive”, prácticamente no existe. La estructura básica y decisiva de
la coalición la integran el MPD y Pachakutic: ellos mandan y deciden. Una de
las actuales representantes indígenas, célebre por sus verbosidades
dicharacheras, folclorismos y apetitos desenfrenados, señaló tácitamente que,
en esta ocasión no iban a permitir que suceda lo que ocurrió con Rafael Correa,
que lo candidatos solo eran meros instrumentos de supuestos planes de gobierno;
es decir, meras marionetas de los dueños de los partidos políticos que
auspiciaban dicha candidatura; esas declaraciones e imposiciones se corroboran
revisando los nombres de los candidatos a asambleístas, donde se pueden
constatar que quienes se imponen mayoritariamente son políticos vinculados con
Pachakutic y el MPD. Bien dice, el adagio: “¡dime con quién andas y te diré
quién eres!”
Debo
señalar que, aunque, molesto por la desvergüenza de Acosta, y en parte enojado
conmigo mismo por redactar aquel desgraciado post “Carta Abierta a Alberto Acosta”, basado exclusivamente en
subjetividades y emotividades, antes que en la razón y la evidencia, decidí
inicialmente dejarlo impreso como un recordatorio punitivo; mas, en vista de
que aquel post, manchaba desagradablemente mi bitácora, decidí borrarlo,
considerando más que nada la posibilidad de que alguno de mis lectores pudiese
considerar, que Yo, apoyase aquella grosera opción.
A
veces las personas dejamos que las esperanzas de un futuro mejor, nos
deslumbren incautamente. Nos dejamos engañar por espejismos planteados por personajes
engañosos y demagogos con reputaciones de hombres honrados. Las evidencias
están ahí, pero en una muestra de excesiva generosidad les damos, el derecho a
la duda, a quienes en el pasado demostraron demagogia, puerilismo, y ambigüedad.
Afortunadamente las personas podemos enmendar, y corregir cualquier error o cándida
ignorancia. Después de lo constatado públicamente, he de decir que, en mi opinión:
el burócrata Alberto Acosta no es peor que un Rafael Correa, ni mejor que un
Abdalá Bucaram. Ciertamente.
¡Qué filo!
ResponderEliminarGracias por atreverte a comentar.
ResponderEliminar"¡Qué filo!";
Lo entenderè como un cumplido.