viernes, 1 de junio de 2012

La hormiga y la cigarra; tres versiones diferentes.



Días atrás mientras caminaba por mi casa, me encontré en una antigua piedra de moler, en uno de sus extremos una joven y vistosa chicharra –cigarra–. Esta variedad de insectos suelen emitir un sonido muy especial, una especie de zumbido similar al tamborileo sutil pero rápido. Enseguida me acordé de la fábula de la cigarra y la hormiga; en sus varias versiones: La tradicional; la política; y la versión Philip J. Fry. 

 La versión tradicional, por ejemplo, señala que, en épocas de verano, mientras la hormiga trabajaba día y noche, acarreando alimentos a su hormiguero, la cigarra, se la pasaba descansando, tocando y cantando. Pero, en eso, llegó el invierno, y mientras, la esforzada hormiga se refugió en su casa donde pasó todo el temporal alimentándose del fruto de su trabajo, la irresponsable cigarra, carente de comida y cobijo terminó muriendo debido a la inclemencia del tiempo y a su falta de trabajo y previsión.

La trama político-conservadora, en cambió señala que, conocedora la cigarra –igual de irresponsable que en la versión tradicional– de los beneficios de los que disfrutaba la hormiga, inició una revolución con las demás cigarras exigiendo la implantación de un sistema socialista donde todos aquellos que dispongan de recursos compartan con los que nada tienen, es decir, un sistema de redistribución de la riqueza ajena, de igualdad socialista ­– que nada tiene que ver con igualdad de todos ante la ley– y de socialización de los medios de producción a la fuerza. Con artimañas y no pocos fraudes, y al grito de “¡socialismo o muerte!”, las cigarras triunfaron frente a las hormigas e instauraron un régimen socialista; con un solo partido político, el de las cigarras; con elecciones en donde se elegían exclusivamente a cigarras; con una burocracia corrupta e inepta de cigarras, y un proletariado, esquilmado y esclavizado, integrado únicamente por las hormigas, que, de una calidad de vida burguesa pasaron a vivir en condiciones de extrema pobreza a pesar de que trabajaban, mucho más que en el anterior sistema.

Esta variación de la metáfora original, ha sido desarrollada fundamentalmente por los beneficiarios del conservadurismo burgués, financiero y oligárquico, para quienes, cualquier posibilidad real de perder sus prebendas, canonjías y preferencias espurias, se denomina “comunismo”; sin duda fue elaborada fundamentalmente para atacar  a las mafias socialistas que actualmente asolan algunos países latinoamericanos. Pero, la gran verdad es que los conservadores, simbólicamente hablando, nunca han sido “hormigas”, sino, “reinas hormigas”; es decir han prosperado en regímenes totalitarios, donde ellos mandan y los otros obedecen; de manera que el enfrentamiento entre los conservadores financieros (reinas hormigas) y los socialistas del siglo 21 (cigarras), es básicamente por el control de los recursos y el usufructo del trabajo de las hormigas, es decir del pueblo, o de lo que los pipones  socialista llaman: “proletariado”.

La versión Philip J. Fry, señala que, durante todo el verano, mientras la hormiga se rompía el lomo, trabajando de sol a sol, la cigarra se la pasaba comiendo, bebiendo y disfrutando de la vida en compañía de su novia. Para cuando llegó el invierno la hormiga completamente agotada, murió de cansancio, y la cigarra ni corta ni perezosa se mudó a casa de la difunta hormiga a disfrutar de los alimentos recolectados; vendió una parte de las reservas, y con ese dinero se compró un ferrari.

Aunque me parece, que en el cuento del Philip J. Fry, la cigarra es reemplazada por un pulpo, seguramente debido a la particularidad del amigo Fry, en cuanto a que resulta ser su propio abuelo –por cuestiones de viajes en el tiempo solo posibles en las caricaturas–; en términos generales la metáfora es muy similar.

La verdad es que no entiendo por qué la versión tradicional escoge a la cigarra como símbolo de vaguería, irresponsabilidad, y vicio. De hecho, la gran mayoría de dichos populares están repletos de verdaderas estupideces y de prejuicios que satanizan a realidades naturales que nada que ver con la degeneración de la condición humana.

Particularmente la cigarra o chicharra me parece un insecto muy simpático, además que inofensivo, probablemente si nos molestásemos en conocer un poco más de su vida, seguramente aprenderíamos algún tipo de conocimiento que nos resultaría útil en la vida social o privada. En cualquier caso, de las tres versiones, me quedo con la del Philip J. Fry, más realista, y muchísimo más chistosa.

¡Ah!; incluyo unas cuantas fotos de la joven y pintona chicharra.


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