Días atrás
mientras caminaba por mi casa, me encontré en una antigua piedra de moler, en
uno de sus extremos una joven y vistosa chicharra –cigarra–. Esta variedad de
insectos suelen emitir un sonido muy especial, una especie de zumbido similar al
tamborileo sutil pero rápido. Enseguida me acordé de la fábula de la cigarra y
la hormiga; en sus varias versiones: La tradicional; la política; y la versión
Philip J. Fry.
La versión tradicional, por ejemplo, señala que, en
épocas de verano, mientras la hormiga trabajaba día y noche, acarreando
alimentos a su hormiguero, la cigarra, se la pasaba descansando, tocando y
cantando. Pero, en eso, llegó el invierno, y mientras, la esforzada hormiga se
refugió en su casa donde pasó todo el temporal alimentándose del fruto de su trabajo,
la irresponsable cigarra, carente de comida y cobijo terminó muriendo debido a
la inclemencia del tiempo y a su falta de trabajo y previsión.
La trama político-conservadora,
en cambió señala que, conocedora la cigarra –igual de irresponsable que en la
versión tradicional– de los beneficios de los que disfrutaba la hormiga, inició
una revolución con las demás cigarras exigiendo la implantación de un sistema
socialista donde todos aquellos que dispongan de recursos compartan con los que
nada tienen, es decir, un sistema de redistribución de la riqueza ajena, de
igualdad socialista – que nada tiene que ver con igualdad de todos ante la ley–
y de socialización de los medios de producción a la fuerza. Con artimañas y no
pocos fraudes, y al grito de “¡socialismo o muerte!”, las cigarras triunfaron
frente a las hormigas e instauraron un régimen socialista; con un solo partido
político, el de las cigarras; con elecciones en donde se elegían exclusivamente
a cigarras; con una burocracia corrupta e inepta de cigarras, y un
proletariado, esquilmado y esclavizado, integrado únicamente por las hormigas,
que, de una calidad de vida burguesa pasaron a vivir en condiciones de extrema pobreza
a pesar de que trabajaban, mucho más que en el anterior sistema.
Esta
variación de la metáfora original, ha sido desarrollada fundamentalmente por los
beneficiarios del conservadurismo burgués, financiero y oligárquico, para quienes,
cualquier posibilidad real de perder sus prebendas, canonjías y preferencias
espurias, se denomina “comunismo”; sin duda fue elaborada fundamentalmente para
atacar a las mafias socialistas que
actualmente asolan algunos países latinoamericanos. Pero, la gran verdad es que
los conservadores, simbólicamente hablando, nunca han sido “hormigas”, sino, “reinas
hormigas”; es decir han prosperado en regímenes totalitarios, donde ellos
mandan y los otros obedecen; de manera que el enfrentamiento entre los
conservadores financieros (reinas hormigas) y los socialistas del siglo 21 (cigarras),
es básicamente por el control de los recursos y el usufructo del trabajo de las
hormigas, es decir del pueblo, o de lo que los pipones socialista llaman: “proletariado”.
La versión
Philip J. Fry, señala que, durante todo el verano, mientras la hormiga se
rompía el lomo, trabajando de sol a sol, la cigarra se la pasaba comiendo,
bebiendo y disfrutando de la vida en compañía de su novia. Para cuando llegó el
invierno la hormiga completamente agotada, murió de cansancio, y la cigarra ni
corta ni perezosa se mudó a casa de la difunta hormiga a disfrutar de los
alimentos recolectados; vendió una parte de las reservas, y con ese dinero se
compró un ferrari.
Aunque me
parece, que en el cuento del Philip J. Fry, la cigarra es reemplazada por un
pulpo, seguramente debido a la particularidad del amigo Fry, en cuanto a que
resulta ser su propio abuelo –por cuestiones de viajes en el tiempo solo
posibles en las caricaturas–; en términos generales la metáfora es muy similar.
La verdad es
que no entiendo por qué la versión tradicional escoge a la cigarra como símbolo
de vaguería, irresponsabilidad, y vicio. De hecho, la gran mayoría de dichos
populares están repletos de verdaderas estupideces y de prejuicios que
satanizan a realidades naturales que nada que ver con la degeneración de la
condición humana.
Particularmente
la cigarra o chicharra me parece un insecto muy simpático, además que inofensivo,
probablemente si nos molestásemos en conocer un poco más de su vida,
seguramente aprenderíamos algún tipo de conocimiento que nos resultaría útil en
la vida social o privada. En cualquier caso, de las tres versiones, me quedo
con la del Philip J. Fry, más realista, y muchísimo más chistosa.
¡Ah!;
incluyo unas cuantas fotos de la joven y pintona chicharra.
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