viernes, 20 de abril de 2012

Internet y Libertad de Expresión.


Diez o quince años atrás, recuerdo, divagaba, respecto del monopolio que existía en los medios de comunicación  corporativos del Ecuador, en cuanto al acceso a dichos canales de información. Todos los días observaba, bueno es una forma de decir, más específicamente, constataba como los mismos actores políticos, “analistas”, “politólogos”, sociólogos, y etiquetados “patriotas” desfilaban en los platós de entrevistas de los programas de noticias en la televisión, en las cabinas de las radios, o a través de sus comentarios escritos en los periódicos de tinte conservador o socialista. Hoy quince o diez años después la situación no ha cambiado mayormente, salvo quizá por la presencia de los llamados “medios públicos”, entes nacidos o quizá más bien abortados a raíz de la incautación de los medios de comunicación vinculados con la banca corrupta que en contubernio con el sistema político mafiosos estafó escandalosamente al Ecuador a finales del siglo XX. Cabe mencionar que la realidad a demostrado que los medios incautados, de públicos, solo tienen el nombre, pues, en la práctica se han constituido en voceros oficiales del Gobierno de turno en el poder, es decir medios o pasquines gubernamentales, aspecto que por otro lado no debería sorprender, pues, que otra cosa se podía esperar si consideramos la calidad paupérrima de la burocracia pública y los antecedentes nefastos del político profesional ecuatoriano.

Diez o quince años después, es fácilmente comprobable que las cosas no han cambiado. Los medios corporativos, ora públicos, ora privados, en su mayoría, vinculados  por diferentes tipos de intereses, continúan desarrollando sus propias agendas. Obviamente las noticias de crónica delincuencial son presentadas con la crudeza que exige cierto sector del mercado  de consumidores, pero temas trascendentales, como por ejemplo,  asuntos estructurales, problemas profundos, debates que generen conciencia social simplemente están prohibidos en aquellos medios, ora porque a la muchedumbre le resulta aburrido escuchar sobre esos temas,, ora porque a los amigos de los dueños de aquellas empresas de comunicación no les conviene que se discuta sobre temas tan importantes.

En alguna oportunidad, tiempo atrás consideré la posibilidad de solicitar un espacio de tiempo en uno de esos los medios tradicionales, el que en aquellos tiempos me pareció menos parcializado, sin embargo, descarté esa posibilidad, pues,  me parecía ofensivo que una persona casi que ruegue por la posibilidad de expresar una idea, una opinión, o una precepción  perfectamente verificable a través de la realidad palpable. Cuestioné la condición de árbitros divinos que ciertos divos de la televisión llegaron a adquirir. Rechacé el maltrato que recibían algunos entrevistados de parte de simples locutores etiquetados “dueños de su verdad”.

Y es que, en aquellas épocas, diez o quince años atrás, yo realmente reía en la existía de el periodismo honesto que luchaba contra las fuerzas violentas de la corrupción. Pensaba inocentemente en medios que, como  apóstoles de la Libertad de expresión y la Verdad día a día nos informaban con verosimilitud y honradez. ¡Qué equivocado estaba! Hace unos cuantos años atrás,  ocho o nueve, me di cuenta que la prensa libre e independiente no existe. Lo que sí  existe es el  negocio de la comunicación. Las empresas corporativas de los medios, que ofrecen entretenimiento variopinto, y entre esos productos, se encuentra el segmento de noticias y entrevistas. Es lógico suponer que tratándose de un negocio, la rentabilidad sea factor primordial en los objetivos de esos medios; si no hay utilidad la empresa quiebra. Aquella caracteriza destroza completamente el concepto de libre e independiente de cualquier medio corporativo de información. Sin embargo, a pesar de ese limitante, la posibilidad de que una empresa de comunicación trabaje éticamente no es absolutamente descartable, pero tampoco una constante, de hecho, más bien una excepción. La línea editorial de un medio corporativo está íntimamente relacionada con la calidad moral de los accionistas de dicha empresa.

De ahí que, resulta ingenuo que algunas personas consideren a los medios corporativos públicos, gubernamentales, religiosos, mixtos, privados, etc., íconos de la Libertad de expresión.  El acceso restringido e incluso que los ciudadanos tienen a esos medios los delata y denuncia. Ha sucedido en el pasado, sucede en el presente y ocurrirá en el futuro. De manera que expresiones rimbombantes como “democratización” o “socialización” de los medios corporativos resulta necio y tramposo, por no incurrir en términos más fuertes pero no menos justos.

La verdadera libertad de expresión pasa por el derecho de cada individuo a decir lo que su libre y espontánea conciencia le plantea, y a hacerlo sin restricciones de ningún tipo; responsabilizándose por cada palabra, frase e idea.  Ciertamente que, tal condición libérrima resulta imposible de desarrollar, a través de los medios tradicionales, no solo por la censura imperante, sino por las limitaciones mismas, propias de la naturaleza y condiciones físicas y materiales de éstos. Pero, esas restricciones de tiempo, espacio, etc., se fueron al diablo el momento que se creó: El Internet.

El Internet se ha constituido en la herramienta ícono de la Libertad de expresión. Porque a través del acceso al espacio virtual, todas, absolutamente todas las personas del mundo pueden expresarse libremente, bueno tan libremente como sus complejos y prejuicios se los permitan, amén de los países donde los pueblos son tiranizados por ruines carniceros disfrazados de epónimos caudillos.

Gracias al Internet, los ciudadanos ya no tenemos que golpear los portones de los medios ortodoxos conservadores, o socialistas del siglo 21; pues, perfectamente podemos acceder a un blog gratuito o alquilar por una módica cantidad de dinero una página web desde donde comunicarnos, no únicamente con los coterráneos de nuestro país sino con todo el mundo. Si esa no es una manifestación de verdadera libertad, entonces, no sé qué lo sea. Que existen limitaciones de acuerdo, muchas de ellas, creadas por quienes le temen a la Libertad, cierto; pero aún, así el Internet se ha consolidado como la mejor herramienta, si no la única, para ejercer el noble ejercicio de expresarte libremente. 

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