Diez o quince años atrás, recuerdo, divagaba, respecto del
monopolio que existía en los medios de comunicación corporativos del Ecuador, en cuanto al acceso
a dichos canales de información. Todos los días observaba, bueno es una forma
de decir, más específicamente, constataba como los mismos actores políticos, “analistas”,
“politólogos”, sociólogos, y etiquetados “patriotas” desfilaban en los platós
de entrevistas de los programas de noticias en la televisión, en las cabinas de
las radios, o a través de sus comentarios escritos en los periódicos de tinte
conservador o socialista. Hoy quince o diez años después la situación no ha
cambiado mayormente, salvo quizá por la presencia de los llamados “medios
públicos”, entes nacidos o quizá más bien abortados a raíz de la incautación de
los medios de comunicación vinculados con la banca corrupta que en contubernio
con el sistema político mafiosos estafó escandalosamente al Ecuador a finales
del siglo XX. Cabe mencionar que la realidad a demostrado que los medios
incautados, de públicos, solo tienen el nombre, pues, en la práctica se han
constituido en voceros oficiales del Gobierno de turno en el poder, es decir
medios o pasquines gubernamentales, aspecto que por otro lado no debería
sorprender, pues, que otra cosa se podía esperar si consideramos la calidad
paupérrima de la burocracia pública y los antecedentes nefastos del político profesional
ecuatoriano.
Diez o quince años después, es fácilmente comprobable que
las cosas no han cambiado. Los medios corporativos, ora públicos, ora privados,
en su mayoría, vinculados por diferentes
tipos de intereses, continúan desarrollando sus propias agendas. Obviamente las
noticias de crónica delincuencial son presentadas con la crudeza que exige cierto
sector del mercado de consumidores, pero
temas trascendentales, como por ejemplo, asuntos estructurales,
problemas profundos, debates que generen conciencia social simplemente están
prohibidos en aquellos medios, ora porque a la muchedumbre le resulta aburrido
escuchar sobre esos temas,, ora porque a los amigos de los dueños de aquellas
empresas de comunicación no les conviene que se discuta sobre temas tan importantes.
En alguna oportunidad, tiempo atrás consideré la posibilidad
de solicitar un espacio de tiempo en uno de esos los medios tradicionales, el
que en aquellos tiempos me pareció menos parcializado, sin embargo, descarté
esa posibilidad, pues, me parecía
ofensivo que una persona casi que ruegue por la posibilidad de expresar una
idea, una opinión, o una precepción perfectamente
verificable a través de la realidad palpable. Cuestioné la condición de
árbitros divinos que ciertos divos de la televisión llegaron a adquirir.
Rechacé el maltrato que recibían algunos entrevistados de parte de simples
locutores etiquetados “dueños de su verdad”.
Y es que, en aquellas épocas, diez o quince años atrás, yo
realmente reía en la existía de el periodismo honesto que luchaba contra las
fuerzas violentas de la corrupción. Pensaba inocentemente en medios que, como apóstoles de la Libertad de expresión y la Verdad
día a día nos informaban con verosimilitud y honradez. ¡Qué equivocado estaba!
Hace unos cuantos años atrás, ocho o
nueve, me di cuenta que la prensa libre e independiente no existe. Lo que sí existe es el negocio de la comunicación. Las empresas
corporativas de los medios, que ofrecen entretenimiento variopinto, y entre
esos productos, se encuentra el segmento de noticias y entrevistas. Es lógico
suponer que tratándose de un negocio, la rentabilidad sea factor primordial en
los objetivos de esos medios; si no hay utilidad la empresa quiebra. Aquella
caracteriza destroza completamente el concepto de libre e independiente de
cualquier medio corporativo de información. Sin embargo, a pesar de ese
limitante, la posibilidad de que una empresa de comunicación trabaje éticamente
no es absolutamente descartable, pero tampoco una constante, de hecho, más bien
una excepción. La línea editorial de un medio corporativo está íntimamente
relacionada con la calidad moral de los accionistas de dicha empresa.
De ahí que, resulta ingenuo que algunas personas consideren
a los medios corporativos públicos, gubernamentales, religiosos, mixtos,
privados, etc., íconos de la Libertad de expresión. El acceso restringido e incluso que los ciudadanos
tienen a esos medios los delata y denuncia. Ha sucedido en el pasado, sucede en
el presente y ocurrirá en el futuro. De manera que expresiones rimbombantes
como “democratización” o “socialización” de los medios corporativos resulta
necio y tramposo, por no incurrir en términos más fuertes pero no menos justos.
La verdadera libertad de expresión pasa por el derecho de
cada individuo a decir lo que su libre y espontánea conciencia le plantea, y a hacerlo
sin restricciones de ningún tipo; responsabilizándose por cada palabra, frase e
idea. Ciertamente que, tal condición
libérrima resulta imposible de desarrollar, a través de los medios
tradicionales, no solo por la censura imperante, sino por las limitaciones
mismas, propias de la naturaleza y condiciones físicas y materiales de éstos. Pero, esas restricciones
de tiempo, espacio, etc., se fueron al diablo el momento que se creó: El
Internet.
El Internet se ha constituido en la herramienta ícono de la
Libertad de expresión. Porque a través del acceso al espacio virtual, todas,
absolutamente todas las personas del mundo pueden expresarse libremente, bueno
tan libremente como sus complejos y prejuicios se los permitan, amén de los
países donde los pueblos son tiranizados por ruines carniceros disfrazados de epónimos
caudillos.
Gracias al Internet, los ciudadanos ya no tenemos que
golpear los portones de los medios ortodoxos conservadores, o socialistas del
siglo 21; pues, perfectamente podemos acceder a un blog gratuito o alquilar por
una módica cantidad de dinero una página web desde donde comunicarnos, no
únicamente con los coterráneos de nuestro país sino con todo el mundo. Si esa
no es una manifestación de verdadera libertad, entonces, no sé qué lo sea. Que
existen limitaciones de acuerdo, muchas de ellas, creadas por quienes le temen
a la Libertad, cierto; pero aún, así el Internet se ha consolidado como la mejor herramienta,
si no la única, para ejercer el noble ejercicio de expresarte libremente.
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