Desde hace aproximadamente seis meses, por informes de
prensa y por constatación propia, en mi ciudad, y en Ecuador, en general, viene
dándose una escasez crónica de gas de
uso doméstico. Especialmente las provincias fronterizas y las que colindan con éstas, tienen serios problemas de
abastecimiento de aquel combustible necesarísimo en los hogares ecuatorianos.
En mi caso, los dos tanques que tengo de provisión hacía
rato que se habían terminado, y el que actualmente está siendo utilizado, a
punto debe estar de terminarse. Para mi fortuna el día de ayer, a horas del
mediodía, logré comprar los dos tanques y de esa manera aprovisionarme por un
mes del patriótico gas. Afortunado de mí, porque estuve en la casa, justo el
momento en que el camión repartidor apareció por el barrio. Mientras estaba en
la casa haciendo quién sabe qué, escuché la bocina característica de aquellos
distribuidores, y de inmediato salí a la calle a constatar su presencia, pero
nada de nada. Volví a entrar molesto y decepcionado. Pero no pasaron treinta
segundos cuando nuevamente el mismo ruido
llamó mi atención, enseguida volví a salir, pero nada. Mucho más
molesto, volví e a entrar mandando al diablo a esta burocracia pública
corrompida e incompetente incapaz de solucionar el “problema gas”. Ya parecía
una escena del poema “El Cuervo” de Edgar Allan Poe.
Un minuto después, el mismo ruido, que terminó
convirtiéndose en tonadilla desgraciada, por los antecedentes, se manifestó. Lo
desdeñé con un par de palabras de enojo, pero enseguida escuché un sonido
metálico, muy similar al de los tanques de gas al chocar contra la superficie
de cemento de las aceras. Armándome de paciencia salí a la calle nuevamente.
Mientras miraba para un lado y otro, noté que un par de personas, cargando
trabajosamente su respectivo cilindro azulado, se perdían detrás de la esquina oriental.
Me dirigí hacia allá y entonces comprobé que un grupo de personas hacían cola
ante un camión repleto de tanques, vigilado por un policía de rostro indígena.
Me acerqué al uniformado y le pregunté:
- Si venderán dos tanquecitos.
- Claro, – me respondió – un tanque dos tanques, pero tiene
que hacer cola.
Inmediatamente, corrí a mi casa, agarré los dos tanques y
regresé en el camino.
- Me salvó – le dije al gendarme, a manera de broma – estaba
con los tanques vacíos – éste, permaneció mudo.
Para entonces había una mujer
de unos 25 años que esperaba recibir el tanque lleno, pero pronto aparecieron
muchas más personas, que fieles a la táctica típicamente ecuatoriana,
intentaron evitar la tradicional cola. Mientras esperaba ansioso e incrédulo,
con la duda de si podré obtener los dos tanques, escuché la voz del chapa, que, permaneciendo con los brazos
cruzados, me decía, con voz marcial, literalmente ordenándome:
- ¡Ayúdele a la señora!
Ante el pedido del capataz, opté por ayudar a la mujer, mientras
descargaba su tanque, aunque eso sí, pensaba para mí…. “y por qué no le ayudas vos chapa desgraciado”.
Después de un par de peripecias intrascendentes, finalmente,
conseguí los dos tanques. Agradecí sinceramente al tipo que descargaba, e
incluso, al mismísimo chapa, que miraba indiferente la manera dificultosa en
que llevaba el par de cilindros llenos del famoso gas.
Finalmente llegué a la casa, conforme y hasta posiblemente
feliz de haber conseguido los suministros. Momentos después ya en lo frío, me puse
a analizar la forma humillante en que los ecuatorianos somos tratados por los
criados de esa cosa espuria que llamamos Estado, por los ”servidores públicos”,
por los padrastros e hijastros de la burocracia pública, por los especuladores
ladrones y por los dueños de los monopolios que imponen sus infames reglas a
las grandes mayorías. Hemos llegado a tal punto de humillación que
inconscientemente, nos sentimos
agradecidos por los pésimos servicios públicos que recibimos; y extendemos las
gracias a gente vulgar, abusiva, inepta y hasta corrupta.
En casos como estos, no hay periodistas valientes y
objetivos, ni tampoco prensa libre e independiente, pública y privada, que
investigue quienes son los plutócratas que se enriquecen millonariamente a causa de la escasez
sospechosa y generalmente ficticia del gas de consumo doméstico.
Esta cultura o más bien incultura, este reflejo
condicionado, no son casuales, sino, el resultado de años y años de abusos y
vejaciones, de generaciones y generaciones perdidas por la estupidez y la
violencia. Y ahí estamos, mes tras mes, desesperados por conseguir un bendito
tanque de gas que nos permita cocinar nuestros alimentos; a la espera de que
los miserables que monopolizan este servicio les dé la reverenda y maldita gana
de aparecerse por nuestro barrio, para, una vez conseguido el dichoso
combustible, en un gesto incomprensible, agradecerles con un “Diosolopai”. ¡Qué
poca madre!
Me pregunto si el “señor presidente” y su corte de
incondicionales, aduladores y serviles, sufren el mismo vía crucis que la
mayoría de ecuatorianos, hombres y mujeres, jóvenes, adultos y ancianos,
llevando su cruz azul, cargando el pecado de vivir en un sistema mafioso, donde
unos, gracias al despilfarro de las arcas públicas comen abundantemente sabroso,
mientras otros, ni rico ni sabroso, pues ni siquiera pueden cocinar, debido a
la ausencia del patriótico gas.
Este comentario me sirve también para tu post de sinsazones, no se puede generar una concepción clara de las soluciones que propone el gobierno sobre este y otros temas si no tienes a mano la información, ya que la prensa no lo publica.
ResponderEliminarHay soluciones sobre los diques necesarios para las inundaciones como el de Chone, sobre los cambios en salud y la reducción del impacto del dengue, así como soluciones sobre el contrabando de combustibles que solo y exclusivamente las verás en los enlaces del sábado porque de lunes a viernes esas noticias no existen en los canales tradicionales.
Solo en el caso de las fronteras el gobierno está comprando las gasolineras y algunas distribuidoras de gas para que estas, al estar bajo control del Estado sean menos cómplices o autoras del delito de contrabando, solo por citar un ejemplo.
Corrección, es sinrazones....
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