Alguien, alguna vez, dijo: “Quién
controla los medios, controla la cultura”. Ciertamente tenía razón. A través de
la cultura, los pueblos adquieren los conocimientos que les permiten
desarrollar sus juicios críticos. Gracias a la cultura los pueblos pueden
evolucionar en sus modos de vida, y discernir entre aquellas costumbres que los
retrasan y los hábitos que mejoran su calidad de vida. La buena cultura eleva el nivel de
desarrollo artístico, científico, industrial, físico, social y económico de un grupo
humano. Ergo, fácilmente podríamos concluir que la calidad de información que
emiten los medios de comunicación públicos o privados, impresos, radiales o
televisivos, es directamente proporcional a la cultura de una sociedad; es
decir, con medios impresos, televisivos o radiales que ofrecen información de buena
calidad tenemos sociedad de primer mundo; con medios impresos, televisivos o
radiales que ofrecen basura encontramos sociedad del tercer mundo.
Pero concentrémonos en la Televisión que ha sido la gran triunfadora del
siglo XX, que se mantiene vigente en el siglo XXI, y que seguramente continuará
predominando por muchas décadas más, a pesar de la competencia que le hace el
internet. La televisión se ha
constituido sin duda en el medio principal de implantación de cultura en todo
el mundo; la herramienta hipnotizadora de masas, le dicen unos; la ventana al
mundo de las mentiras, le llaman otros; la caja hacedora de tontos, la tachan no pocos; el ojo del gran hermano, la
califican, varios orwellianos.
Hace unos días me puse a revisar las programaciones de cuatro canales de
televisión de señal nacional, los más representativos y reputados. En realidad,
no me sorprendió para nada la escasez de contenido substancioso, de hecho,
cuando tú constatas la pésima calidad de la televisión ecuatoriana entiendes por
qué en este País se cantan mariachis mexicanos, se bailan cumbias colombianas,
se festejan las corridas de toros españolas, predomina la estúpida y descarada
viveza criolla y se adoptan clichés sociales internacionales ridículos como
ponerse las gafas en la frente o en la corona de la cabeza para parecerse a las
“celebridades y famosos”.
En promedio los 4 canales transmiten entre madrugada, mañana, tarde y
noche: telenovelas, ora mexicanas, ora colombianas, ora brasileñas, ora
argentinas; verdadera casi pornografía mojigata - alrededor de 8 horas diarias
-; los programas, dizque, hogareños, en donde personajes folclóricos de
condiciones morales polémicas, por decir lo menos, pretenden constituirse en
gurúes de las familias ecuatorianas; - alrededor de 3 horas diarias -; los programas rosa, arco iris, feministas y
los tristemente célebres “reality shows”, - alrededor de 3 horas diarias -; no
podían faltar los noticieros, donde dependiendo de la noticia se informa
verazmente o se desinforma descaradamente, o simplemente se ignora dichos
sucesos por impuras conveniencias, otros simplemente se acostumbraron a narrar
una versión parcial de los hechos no por subjetividad normal, sino por ausencia
de ética o torpe irresponsabilidad. Considerado lo mencionado anteriormente, se
puede decir que los 4 canales, de lunes a viernes, transmiten programas que
venden prejuicios, complejos y percepciones mentirosas, fatuas, y maliciosas en
un rango que deambula entre las 12 y 15 horas; es decir, aproximadamente el 60%
de la programación de los 4 canales fácilmente podría catalogarse de basura,
dejando en claro que el otro 40% no es
precisamente recomendable.
Resulta por demás lógico colegir que si la gente está permanentemente
consumiendo información falaz, violenta, intolerante, brutal, alienante, sus
conductas y actitudes se verán contaminadas por aquellos modelos y referentes,
enviciados y denigrantes. Prácticamente se ha constituido un círculo vicioso en
donde las cadenas televisivas ofrecen vulgaridad, violencia y torpeza, mientras
que la mayoría de la sociedad disfruta consumiendo y exigiendo dicha porquería.
Para la sociedad ignara lo que se cuenta e impone en televisión es una
verdad incuestionable; lo único real y verdadero; lo que no se presenta en
televisión, para el mediocre común y corriente, simplemente no existe. Si
consideramos los anterior, entendemos perfectamente por qué, no solamente los
medios televisivos, sino también, los impresos, radiales y otros, incluyen
exclusivamente a sus serviles acólitos al momento de generar opinión, en tanto,
se abstienen totalitariamente de presentar las
opiniones de personas libres, inteligentes y honestas. Las versiones
objetivas y veraces no tienen espacio en los medios donde el interés mercantil
o malicioso predomina. Las personas, opiniones o hechos que resultan incómodos
a los medios falsamente libres e independientes, son ignorados, y por lo tanto,
para el simplón común y corriente, éstos, no existen; y si los escuchan por
otros medios como el internet, son ignorados pues no los oyeron en las cajas
hacedoras de tontos de boca de los dueños de la verdad, en las páginas impresas
de mentiras verdaderas o de las bocazas guturales de ciertos locutorcillos
banales.
Los miembros de una sociedad debemos tener muy en claro que, como
ciudadanos, tenemos el derecho irrenunciable no solamente a acceder a
información confiable, veraz y objetiva; sino también a entretenimiento sano,
agradable y edificante. Actualmente en el Ecuador, ninguna de esas
características es ofrecida por los
medios televisivos de señal nacional. Ahora bien, dado que, la posibilidad de
medios que ofrezcan información veraz y confiable es un ideal por lo mismo
prácticamente imposible, entonces, por lo menos, el Estado, tiene la obligación
de ofrecer al ciudadano, medios que le ofrezcan puntos de vista diferentes y
alternativos, además de entretenimiento saludable e interesante. No se trata de
que se imponga programaciones a los
medios existentes, sino, que se aumente la base de canales de señal nacional.
La solución existe, pero ha sido soslayada por la Burocracia y los funcionarios
públicos, ¿Cuál es?: Los canales de Cable.
Meses atrás recibí un folleto de la Corporación Nacional de
Telecomunicaciones CNT; en aquel panfleto se promocionaba el servicio de cable
que la empresa estatal empezaría a vender por aquellos días. Con grandes letras
y números se publicitaba: “¡Cable desde $15!” Ayer, por curiosidad y para
desarrollar este comentario me di una vuelta por las oficinas de esa institución,
y entonces, una secretaria me dio detalles acerca del servicio. Pues bien,
resulta que el papelito promocional estaba plagado de verdades a medias. En
primer lugar, a los $15 dólares iniciales había que sumarle $5 adicionales por
concepto de impuestos, $20 o $30 dólares por ciertos dispositivos, y $5 o $10
más de gastos varios; es decir, el costo mensual del servicio bordeaba los $30.
Además, en el paquete de canales, supuestamente 40, te incluían los 8 canales
de señal nacional, que se sintonizan normalmente, sin necesidad de
decodificador alguno. Sin duda un servicio caro. Una vez más queda demostrado
que los justos intereses de los ciudadanos por naturaleza chocan con los
apetitos de los políticos y la
burocracia.
Soy de la idea que el Estado en virtud de su responsabilidad de ofrecer
educación de calidad a los ecuatorianos debería incluir a la señal abierta a
varios canales que actualmente solo pueden ser observables a través del cable
pagado. No hay que olvidar que los ecuatorianos pagamos impuestos, de manera
que, gratuito no sería. Sin embargo, el Estado y los ciudadanos podríamos
negociar una tarifa razonable, claro, si los políticos y los burócratas fueran
razonables, aspecto que ya es un problema. Por ejemplo, los ciudadanos
podríamos plantear un paquete de 10 canales entre los que estarían Fox Sports,
Espn, Discovery Channel, Animal Planet, National Geographic, Discovey Kids,
Antena 3, Televisión española, History Channel y Tnt. Todo el paquete por $5
incluidos impuestos, más un costo adicional de $15 por una sola vez por
concepto del famoso decodificador. Personalmente, me parece un precio y un
paquete, aceptables. Pero, ¿qué dirían los
mezquinos burócratas, y los ambiciosos politicastros de turno en el
poder, ante esta propuesta? Seamos sinceros no esperemos que acepten,
considerando sus condiciones y antecedentes.
De manera que, mientras no venga un gobierno de, por y para el pueblo
inteligente, habrá que mantener al hacedor de tontos, apagado, salvo cuando
haya algún evento interesante que ver, por ejemplo: la caída excepcional de
algún tiranuelo; en ocasiones, las intervenciones ridículas de los pasmarotes
que fungen de entrevistadores y
analistas políticos en los noticieros……; ah, y los fines de semana los
pintorescos “bloopers” del campeonato de fútbol, aquello, en tanto los
mercaderes que se creen dueños del
fútbol nacional, no vendan los derechos a la televisión cable.